Vacunarse "es como llevar el sistema inmunitario al gimnasio", escribía Carlos Martín Montañés en un reportaje en Tercer Milenio hace unos años. Las vacunas enseñan al sistema inmunitario a defenderse del virus o la bacteria para el que están diseñadas, pero ponen tan en forma el sistema inmunitario que también protegen, de forma indirecta, frente a otras infecciones, además de a la que van dirigidas.
En este momento, no tiene ni un minuto, ni siquiera para contarlo. Tiene cuatro meses para responder a una pregunta: ¿Podría la nueva vacuna contra la tuberculosis que su grupo de la Universidad de Zaragoza lleva veinte años desarrollando proteger también frente al coronavirus SARS-CoV-2? Aún no tienen ningún resultado entre las manos, por eso necesitan toda la calma y la prudencia del mundo para no crear falsas expectativas. Acaban de conseguir una financiación de 318.000 euros del fondo Covid-19, habilitado por el Gobierno para hacer frente a la emergencia con investigación de emergencia. Aragón lidera uno de los tan solo quince proyectos aprobados por el Instituto de Salud Carlos III, a los que se pide una misma cosa: soluciones a corto plazo.
En este momento, investigadores de todo el mundo, como este grupo y otros muchos en Aragón, se pasan a la vía del AVE y pisan el acelerador, reorientan sus líneas de trabajo y buscan qué parte de su conocimiento puede resultar útil aquí y ahora, a un ritmo muy distinto al habitual. A ritmo de pandemia.
Llevar veinte años desarrollando una nueva vacuna (MTBVAC) contra la tuberculosis –la enfermedad infecciosa que causa más muertes en el mundo–, y alternativa a la actual (BCG), podría dar alguna ventaja en la contrarreloj mundial por dar con una vacuna útil ante la pandemia Covid-19.
Los tiempos de desarrollo de una nueva vacuna, con todas sus fases y ensayos en animales antes de pasar a probarla en humanos, "arrojan una media de 15-20 años", recordaba Martín hace unas semanas. "Cuando hay alerta mundial todo se acelera y esta pandemia está batiendo todos los récords: desde que la OMS fue informada del nuevo virus, SARS-CoV-2 fue secuenciado en menos de 10 días, se pusieron a punto test de diagnóstico en una semana" y, en estos momentos, son 52 los candidatos a vacuna que se ensayan en laboratorios de todo el mundo. Si una de las vacunas ya existentes se revelara útil, buena parte del camino estaría ya recorrido. Y la vacuna aragonesa está ya con los estudios clínicos en adultos y en bebés en Sudáfrica.
Un estudio exprés en primates
El nuevo estudio exprés que, liderado por Carlos Martín, acaba de ponerse en marcha se llevará a cabo en macacos, en el Biomedical Primate Research Centre (BPRC) de Holanda. Y si MTBVAC demostrara similar grado de protección indirecta que BCG contra la infección por SARS-CoV-2 en los primates, serviría como prueba de concepto para iniciar estudios en personal sanitario y trabajadores de residencias de ancianos, en especial riesgo por su contacto directo con pacientes afectados por Covid-19.
A finales de marzo ya comenzó en Holanda un ensayo clínico en personal sanitario en contacto con este tipo de pacientes para estudiar la protección de la vacuna ‘histórica’ contra la tuberculosis, BCG, contra este coronavirus.
La vacuna MTBVAC, la primera basada en el patógeno humano Mycobacterium tuberculosis, ha demostrado ya en estudios preclínicos perfiles de seguridad similares a la centenaria vacuna BCG. Un dato muy importante para, si este proyecto demostrara lo que plantea, pensar en aplicarla contra el coronavirus. Porque "más allá incluso de su eficacia, lo más importante para una vacuna es que tiene que ser segura", apunta Nacho Aguiló, coordinador del equipo de inmunidad MTBVAC. Además, debe poder fabricarse a gran escala y que todos podamos pagarla. "Este es un punto clave –destaca–. No sirve de nada una vacuna que proteja muy bien si no se puede producir en cantidades de millones de dosis a escala industrial". Y, ante la pandemia, lo ideal sería vacunar a toda la población mundial, "para crear una inmunidad de rebaño, y esto supone casi 8.000 millones de personas".
Si BCG, la vacuna actual contra la tuberculosis, cuya producción ha sufrido en los últimos años graves problemas de desabastecimiento, demuestra finalmente que también protege frente al coronavirus SARS-CoV-2, ¿cómo responder a la demanda? Si la vacuna desarrollada en Aragón, MTBVAC, la igualara también en esto, se aseguraría una respuesta a la demanda global y el abastecimiento de vacunación. Además, sería producida en España, en la planta de Biofabri en Porriño (Galicia), empresa del grupo Zendal socia de la Universidad de Zaragoza para el desarrollo industrial y clínico de la vacuna MTBVAC.
Hace tan solo unas semanas, se publicaba en la revista científica ‘Plos Pathogens’, en un trabajo hecho a velocidad ‘normal’, que "MTBVAC produce grandes cambios metabólicos en las células del sistema inmunológico que desencadenan el fenómeno de la inmunidad entrenada", explicaba entonces Raquel Tarancón, primera firmante del artículo. Concretamente, se ha demostrado que, además de inmunizar frente a la tuberculosis, MTBVAC pone tan en forma el sistema inmunitario que protege frente a otras infecciones respiratorias bacterianas, como la neumonía neumocócica. Lo que ahora todos deseamos es que se demuestre que también protege frente a este coronavirus que nos ha puesto en jaque.
Buscamos desesperadamente una vacuna porque "se prevendría la aparición de la enfermedad y podríamos volver a una situación de normalidad absoluta, sin preocuparnos por este coronavirus, como ocurre con otras enfermedades para las que existe vacuna y que en el pasado fueron fuente de pandemias arrasadoras", señala Aguiló.
Las vacunas son con toda probabilidad la intervención sanitaria que más vidas ha salvado en la historia de la humanidad, "y esto es algo que se nos estaba olvidando", reflexiona Aguiló. "Esta crisis va a ser una cura de humildad para la humanidad en muchos sentidos, también en este. Ya estamos viendo lo que ocurre cuando no tenemos vacuna para una enfermedad, lo destructiva que puede llegar a ser".
Adaptados y aplicados
Ya lo dijo Darwin: la especie que sobrevive no es la más inteligente ni la más fuerte, sino la que mejor se adapta al cambio. Ante Covid-19, un planeta entero tiene prisa por encontrar un escudo que nos defienda y armas terapéuticas para atacar la infección cuando ya se ha producido: vacunas y fármacos. En todos los rincones del mundo hay investigadores que, adaptando ágilmente sus medios, están aplicando su conocimiento y su saber hacer. En muy poco tiempo, algunos de ellos han aparcado y reorientado sus investigaciones para contribuir y trabajar en un frente común contra el Covid-19.
Necesitamos mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de la Covid-19, pero también adoptar las medidas más acertadas previendo la evolución de la pandemia con modelos matemáticos, protegernos del contagio y aplicar la imaginación para combatir la escasez de equipos de protección, de test, de respiradores… Y, además, pensar en las consecuencias del confinamiento, para paliarlas. En todo ello están los hombres y mujeres de ciencia, un ‘esencial’ que no solo debería serlo en tiempos de emergencia, sino siempre.
A veces se hace con medios y en primera línea de la investigación nacional, como el estudio de la vacuna de la tuberculosis, y en otras ocasiones surgen sobre la marcha colaboraciones interdisciplinares marcadas por la agilidad.
Ciencia de emergencia
Con permiso expreso del rector desde que comenzó el confinamiento, han podido acceder y utilizar infraestructuras, equipos y laboratorios de la Universidad de Zaragoza hasta medio centenar de investigadores y técnicos.La contraseña: Covid-19.
La semana pasada, Pilar Lobera, Gema Martínez, Francisco Balas y Jesús Santamaría accedieron al Instituto de Nanociencia de Aragón (INA) para poner a prueba la eficacia de diferentes barreras, combinando capas de diversos materiales, ante las odiadas gotículas cargadas de coronavirus que nos contagian al ser inhaladas. El experimento respondía a la petición de colaboración de la joven doctoranda en Ingeniería Biomédica Marta Baselga, que, junto al cirujano Antonio Güemes, desarrolla un proyecto en el Instituto de Investigación Sanitaria Aragón para dar respuesta a una carencia, "la acuciante falta de mascarillas, en número y calidad, para el personal sanitario que atiende a pacientes con Covid-19". La idea: diseñar unas mascarillas que filtren eficientemente el aire, seguras y, muy importante, fácilmente esterilizables"para que sean reutilizables y puedan usarse por tiempo indefinido". Y, además, utilizando productos médicos disponibles en cualquier centro hospitalario: las mascarillas de terapia respiratoria. Primero las unieron con filtros de anestesia y recurrieron a Itainnova para validar la estanqueidad de esa unión. Hoy, este ‘invento’ ya se usa en el Hospital Clínico, incluido en el protocolo de uso de EPI (Equipos de Protección Individual) como recurso en caso de escasez de mascarillas FFP3.
Fue la versión mejorada, "con nuevos adaptadores para incorporar filtros intercambiables", la que pasó por el INA. Va ya camino de la certificación y, si se superan los ensayos, de la fabricación por la empresa aragonesa del sector biomédico Dima.
Del INA necesitaban una respuesta rápida para saber si diversos materiales combinados en capas en el filtro funcionaban o no. Y diseñaron un experimento "muy salvaje, un ensayo no homologado pero que permitió ofrecer resultados interesantes y, sobre todo, útilesporque, en estos momento, si el resultado llega en seis meses, no le sirve a nadie", señala Santamaría. Ya que el coronavirus SARS-CoV-2 viaja en gotas de 5 o 6 micras, sometieron los filtros "a una exposición acelerada con una niebla (un aerosol) muy cargado de partículas teñidas de violeta y simulamos la respiración de una persona". Se estudió también qué pasa dentro de la mascarilla cuando una gota pasa por flujo capilar. El equipo de Joaquín Coronas hizo medidas de permeación, "muy necesarias para evaluar la resistencia al flujo de aire a través de la mascarilla, porque la persona tiene que respirar". Incluso se utilizó el microscopio electrónico, donde Laura Casado "miró la estructura y la porosidad de los distintos materiales para compararla con las de las mascarillas comerciales", explica Santamaría. Todo un despliegue que puede hacerse "cuando tienes un tejido investigador, con infraestructuras y personal con experiencia, que sabe hacer cosas y responde".
Aragón exporta kits de diagnóstico
La I+D ‘made in Aragón’ también ha dado respuesta ante la pandemia. En el mes de enero la empresa Certest Biotec ya ponía a punto un test para diagnosticar aquel nuevo coronavirus que había provocado casi 7.800 infectados en China y una enorme demanda de estos kits por el mercado asiático. La experiencia previa en el desarrollo de test para otros tipos de coronavirus permitió acelerar los tiempos de desarrollo. En marzo obtuvo el marcado CE y, en estos momentos, su Viasure SARS-CoV-2 Real Time PCR Detection Kit cubre la demanda nacional y se exporta a unos 20 países el 50% de los 60.000 kits que se fabrican al día. En dos horas, y a partir de una muestra biológica del paciente, como mucosidad o saliva, se comprueba si da positivo en la secuencia del genoma del virus. La detección del virus se basa en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) en tiempo real, identificando y amplificando una secuencia del ADN del virus en muestras clínicas.
En este momento, "estamos desarrollando antígenos recombinantes y anticuerpos monoclonales –avanza Carlos Genzor, socio fundador y director técnico de Certest Biotec–, los reactivos básicos para hacer inmunoensayos, ya sea test rápidos o bien otro tipo de ensayos serológicos".
Porque, para diagnosticar el SARS-CoV-2 existen dos grandes métodos: uno basado en detectar el material genético del virus (los test de qRT-PCR) y otros basados en la respuesta inmunológica de las personas infectadas (los llamados test rápidos o serológicos) Cada uno tiene sus ventajas y sus inconvenientes, explica el investigador Jesús Gonzalo, del grupo de Genética en Micobacterias. "El test qRT-PCR es mucho más específico, pero solo sirve al comienzo de la infección; cuando el sistema inmunológico ha controlado al virus, entonces ya no sirve". Por su parte, "en el test serológico pasa lo contrario, es mucho menos específico, pero un resultado positivo en este test nos dice que el paciente ha desarrollado defensas contra el nuevo coronavirus y, por tanto, es útil en estadíos más tardíos de la infección. Lo ideal es usar los dos, pero esto solo es viable si las infraestructuras, el personal y los medios lo permiten. Y lo que estamos haciendo nosotros es ayudar, en la medida de nuestras posibilidades, a que el test de qRT-PCR pueda hacerse a la mayor cantidad de personas posible".
Concretamente están diseñando una disolución que pueda servir como medio de transporte de las muestras tomadas del paciente y, simultáneamente, como solución de inactivación del virus. Porque cada paso es importante y hay investigadores pensando en cada paso. En este caso, en proteger el frágil RNA en el traslado de las muestras hasta el laboratorio –"si el RNA se estropea, el test da un falso negativo y corremos el riesgo de decir que una persona no está infectada cuando en realidad sí lo está", explica Gonzalo– y en proteger también al personal sanitario, al lograr una inactivación inmediata del virus, nada más recogerlo, en lugar de tener que llevar los tubos con las muestras, que pueden contener SARS-CoV-2, a instalaciones de bioseguridad del hospital para inactivarlas. Esperan que este nuevo método pueda ponerse en marcha de forma masiva.
Conocimiento reciclado
Quién le iba a decir al bioquímico Jesús Gonzalo que la composición de aquella disolución que aprendió en la Universidad MacGill-Hospital de Montreal (Canadá), durante una estancia en 2004, cuando hacía su tesis, sería útil ahora, 16 años después. "He reciclado lo aprendido en aquella época para que otros estudiantes como Juan Calvet Seral y Ernesto Anoz Carbonel aprendan valiosos conocimientos Esto pone de manifiesto la importancia de generar conocimiento en las universidades y la necesidad de invertir en investigación". Ante la pandemia, la comunicación entre los investigadores de Zaragoza fluye, Gonzalo constata que "ha sido maravilloso y emocionante comprobar que todos hablamos en el mismo idioma y aunamos esfuerzos en esta lucha".
Un test Covid como el del embarazo
"Soy optimista. De esto sacaremos algo bueno: la unidad", asegura Jesús Martínez de la Fuente. Está feliz de ver cómo instituciones grandes, como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han sabido unir esfuerzos: "Es algo muy singular que no había pasado hasta ahora". Acaba de conseguir financiación de la Plataforma Tecnológica Interdisciplinar Salud Global del CSIC, un dinero que viene de importantes donaciones de empresas como Mapfre. "El CSIC ha juntado a más de 150 grupos de investigación con potencial para luchar contra Covid y nos estamos coordinando, a base de emails y ‘telcos’, a distancia, para abordar los distintos aspectos de la pandemia".
En ese proyecto de 12 meses de duración y dotado con 800.00 euros, el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (CSIC-Unizar), al que pertenece este químico experto en nanomedicina, se une para el desarrollo de nuevos dispositivos de diagnóstico para la enfermedad Covid-19 al Instituto de Química Avanzada de Cataluña y el Instituto de Microelectrónica de Barcelona.La parte aragonesa está financiada con 180.000 euros.
En cuanto lleguen los reactivos y el equipamiento necesario, Martínez de la Fuente volverá al laboratorio para darle una vuelta al dispositivo de diagnóstico para marcadores tumorales en el que llevan siete años trabajando. "El reto ahora está en adaptarlo para Covid y, sobre todo, disponer de equipos portátiles, de fácil uso y bajo coste. Todo un desafío, pero estamos muy ilusionados".
Se trata de un dispositivo muy similar a un test de embarazo, a partir de muestras de garganta o nariz. "La principal diferencia es que emplea nanopartículas de oro con unas propiedades ópticas especiales –explica– que hacen que generen calor tras ser irradiadas con un haz láser". El calor producido quema la nitrocelulosa de la tira y, en 10-15 minutos, se ‘ve’ el resultado del test: sí o no.
La idea es que el dispositivo sea portátil y con muy poca manipulación de muestra, para hacer análisis masivos en ambulatorios, puntos de análisis móviles, etc. "No vamos a llegar a niveles de sensibilidad de PCR, pero estaremos muy por encima de los actuales kits rápidos. Y sería tecnología cien por cien nacional".
Una tecnología que, aunque se encuentra "muy madura –es una patente aprobada en la Unión Europea, Estados Unidos, China y Japón y que está licenciada a la empresa Nanoimmunotech–, su traslación a detección de Covid-19 es todo un reto, pero estamos en la obligación de intentarlo".
Todos a una
La Facultad de Veterinaria se abrió para ellos durante unas horas la semana pasada. En el Hospital Veterinario de la Universidad de Zaragoza, se probó en una cerdita de 80 kilos un prototipo de respirador de fácil y rápida fabricación, a partir de componentes industriales o de automoción lo más estándares y comunes posible, diseñado por cinco ingenieros salidos de la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia. Este equipo de "veterinarios e ingenieros ‘freelance’ trabajamos intensamente con total empatía", recuerda Miguel Ángel de Gregorio, investigador del Grupo de Investigación en Técnicas Mínimamente Invasivas. Para él, que es también médico intervencionista en el Clínico, "aquel día, solos en la facultad, fue un oasis para abstraernos de este apocalipsis", que él vive en la trinchera del hospital. Ahora se habla de impulsar la investigación y la sanidad, "pero ya veremos dónde se queda".
Tenemos experiencia de investigaciones que caen en el olvido y ahora vendrían muy bien. Adrián Velázquez Campoy, investigador de la Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (ARAID) del Gobierno de Aragón ya investigó sobre el SIDA y el SARS (virus similar a SARS-CoV-2) durante su etapa posdoctoral en Estados Unidos (1998-2003). Recuerda cómo, cuando en poco tiempo la epidemia se controló, "el interés paró, las ayudas decrecieron y no se terminó nada". Considera que "igual que tenemos un arsenal militar, deberíamos tener un arsenal de recursos en reserva para estas situaciones". Ahora, "se invierte mucho dinero de forma explosiva, y vemos que es más barato prevenir que curar, porque el coste es, además de muchas vidas humanas, una crisis económica gigantesca".
Con una ayuda de 50.000 euros de la Fundación hna, más su experiencia en virus parecidos al actual y la infraestructura experimental del Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos (BIFI) de Unizar, comienza ahora un proyecto que, rastreando la interacción de miles de compuestos con dos proteínas esenciales para el virus, espera dar con varios candidatos a convertirse en futuros fármacos.
La burocracia vuela estos días y, en el Instituto de Investigación Sanitaria Aragón (IIS Aragón), hay ya en marcha o están a punto de comenzar numerosos proyectos y ensayos clínicos para aumentar el conocimiento sobre el Covid-19 y generar soluciones de diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. También se ha lanzado una campaña de donacionespara financiar estas iniciativas.
Entre los ensayos clínicos, Aragón participa en Solidarity, el megaestudio de la Organización Mundial de la Salud que involucra a 90 países y que incluirá a miles de pacientes hospitalizados para probar cuatro tratamientos.
La respuesta inflamatoria de los pacientes con Covid-19 frente al SARS-CoV-2 es una de las cosas que quita el sueño a los médicos. Algunos estudios indican que algunos casos graves se deben a una respuesta excesiva del sistema inmunitario.
Conocer mejor las poblaciones de células inmunes encargadas del control de la infección, para poder comprender cómo responden a la enfermedad Covid-19 es lo que pretende el proyecto en el que trabaja José Ramón Paño, investigador principal del Grupo de Investigación Clínica en Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico de Zaragoza, Luis Martínez, inmunológo del Hospital Clínico de Zaragoza, y Julián Pardo, inmunólogo e investigador Araid del IIS Aragón. Quieren "identificar biomarcadores que contribuyan a personalizar el tratamiento en función de la situación de la infección viral y el perfil de respuesta inmune de cada paciente", indica Paño. Además, "predecir qué pacientes pueden desarrollar cuadros clínicos más graves permitirá planificar y optimizar, rebajando el estrés del sistema sanitario".
La inteligencia artificial también echa una mano para clasificar, cuanto antes, nada más entrar por la puerta de urgencias, qué enfermos tienen más riesgo de tener una evolución desfavorable. Para ello unen fuerzas médicos, ingenieros y matemáticos. "Hace unos años, sin historia electrónica, hubiera sido imposible –cuenta Trinidad Serrano, jefa de la sección de Hepatología del Clínico–, pero hoy tenemos un tesoro de datos que nos pueden ayudar a tomar decisiones, a clasificar y aplicar el tratamiento más adecuado a los pacientes".
Montañas de datos anonimizados –de las más de 4.000 personas diagnosticadas en Aragón, más los de varios grupos de control sin diagnosticar en Covid, en total unos 10.000 pacientes– están siendo analizados en Itainnova "para encontrar relaciones, patrones" entre los miles de variables contempladas por paciente: datos de hospitalización, número de visitas a atención primaria, datos demográficos, antropométricos, antecedentes personales, tratamientos...
En breve, se espera contar con una herramienta de aprendizaje profundo (‘deep learning’) que saque conclusiones. En ello trabaja, "día y noche", asegura Rafael del Hoyo, responsable del equipo de Inteligencia Artificial y Sistemas Cognitivos de Itainnova, el equipo que forma junto a Rocío Aznar, David Ignacio Abadía y Gorka Labata, más Luis Mariano Esteban, matemático de Unizar. Para él, "trabajar directamente con los héroes de esta crisis, los médicos que están en primera línea de fuego, es ilusionarte y gratificante personalmente".
¿Cómo salimos de esta?
Restricciones de movilidad, cuarentenas, distanciamiento social, cese de actividades no esenciales, mascarillas obligatorias, test rápidos… Los países han adoptado diversas medidas para contener la pandemia. ¿Se han tomado las decisiones correctas? La ciencia de redes y sistemas complejos, así como la informática y la ciencia de datos, tienen mucho que decir.
Los modelos matemáticos predicen la trayectoria de un huracán o de una tormenta tropical, y también "la teoría de redes complejas se ha revelado como una herramienta muy eficaz a la hora de desarrollar modelos matemáticos epidemiológicos para simular procesos de propagación de enfermedades infecciosas utilizando distintos escenarios hipotéticos –destaca Yamir Moreno, físico teórico y responsable del Grupo de Redes y Sistemas Complejos del BIFI–. El desarrollo de la informática y la ciencia de datos ha contribuido también a ampliar nuestros conocimientos sobre la estructura de las poblaciones y las redes de contacto a través de las cuales se propagan dichas enfermedades".
Pero una epidemia no es una tormenta ni un huracán. "Factores como nuestros patrones de comportamiento, movilidad y la forma de relacionarnos en sociedad o con otros individuos influyen de manera decisiva en la evolución de la misma".
Yamir Moreno ha metido a la ciudad de Boston en el ordenador, enterita. Bueno, no a sus habitantes, pero sí datos reales del flujo de sus movimientos, cedidos por el programa Data for good de Cuebiq Inc., una empresa que recoge las ubicaciones de los usuarios de teléfonos móviles y las agrega de forma anónima. Además, en el estudio realizado por su equipo de investigadores de Unizar, la Universidad Carlos III de Madrid, el Instituto Tecnológico de Massachussets y la Fundación ISI, en Italia, se han analizado datos del censo del área de Boston para construir una población estadísticamente equivalente, justamente, a la de esa área. Boston en el ordenador, vamos. Y sobre esto tan parecido a la realidad, aplican un modelo de la propagación de epidemias y puede verse qué efectos tiene tomar una u otra medida. Es una investigación pensada "para ser útil en la toma de decisiones", para ayudar a evaluar el impacto de las estrategias de distanciamiento social adoptadas en los diferentes países y a prepararse ante una hipotética segunda oleada.
Estas fueron las conclusiones, publicadas en abierto bajo una licencia Creative Commons, a disposición de las autoridades que las quieran oír y de la comunidad científica: el confinamiento completo de la población ante una epidemia como el Covid-19 no es una estrategia que resuelva el problema si no se adoptan medidas activas después del mismo, como la realización de pruebas de diagnóstico a gran escala, la monitorización remota y el aislamiento de personas con síntomas y el rastreo de sus contactos.
Lo ocurrido hasta ahora revela, en su opinión, que "no estábamos preparados. Eso es innegable. Y no me refiero solo a España, sino en general a la mayoría de países". Y como lo suyo son las predicciones, augura lo que indican sus modelos: "Que, en casi todos los escenarios, una nueva ola de infecciones es muy probable". ¿Volveremos a reaccionar tarde?
"Se trabaja más intensamente que nunca, en un ambiente de colaboración extraordinario"
El Barcelona Supercomputing Center (BSC) que dirige el aragonés Mateo Valero también está en el frente contra el coronavirus. "Nos hemos volcado en la lucha contra la Covid-19 –declara–. Además de los recursos que utilizan nuestros investigadores, damos prioridad a proyectos externos dedicados a estudiar esta enfermedad para que también puedan utilizarlo. Lo emplean principalmente grupos que buscan fármacos y analizan imágenes médicas". Personalmente, percibe que "se trabaja más intensamente que nunca y en un ambiente de colaboración extraordinario entre grupos de investigación de todos los países".
En este momento único, "es la primera vez que la tecnología puede ser gran parte de una solución para la pandemia". El BSC tiene abiertas "tres grandes líneas en relación a la pandemia de Covid-19: búsqueda de fármacos y vacunas, creación de herramientas para asistir a los médicos en el diagnóstico y la elección de tratamientos y creación de herramientas para monitorizar la salida del confinamiento e impedir nuevos brotes a gran escala, como el que hemos vivido". En todos estos frentes "utilizamos la supercomputación, el extraordinario talento de nuestros investigadores y nuestra extensa red de contactos, porque trabajamos en estrecha colaboración con laboratorios, hospitales y expertos de todo el mundo".
Valero concreta que, "en la búsqueda de fármacos y vacunas, trabajamos en colaboración con laboratorios y centros especializados, como Irsi Caixa, Cresa, IQA, Grífols, etc. y con expertos en genómica de todo el mundo. Nuestro papel es colaborar en entender el virus y utilizar este conocimiento para realizar simulaciones de diferentes fármacos y anticuerpos intentando atacar al virus". Este proceso informático realiza una primera criba de posibilidades que ahorra mucho tiempo a los laboratorios y, por lo tanto, acorta el tiempo necesario para crear un fármaco o una vacuna.
Ahora que empieza a haber "una cantidad importante de datos clínicos de pacientes de Covid-19, también estamos colaborando con hospitales y centros de salud para recoger historiales e imágenes clínicas y buscar patrones que puedan ser útiles a la hora de realizar diagnósticos y asistir a los clínicos en las decisiones sobre tratamientos".
Y, para ayudar a las autoridades a gestionar la pandemia, "estamos llevando a cabo proyectos como modelos basados en grandes cantidades de datos procedentes de diferentes fuentes, para predecir la propagación del virus, o estudios que relacionan las medidas tomadas por las Administraciones con su impacto sobre la Covid-19 y sobre los ciudadanos".