El físico Yamir Moreno lleva 20 años trabajando con predicciones en la propagación de epidemias. Tras estudiar la transmisión temporal y espacial de la COVID-19 en España, le preocupa que se hable mucho de los test, pero poco del rastreo de contactos.
Moreno (La Habana, Cuba, 1970) encuentra que se le da mucha más importancia a las pruebas para detectar a los positivos que a la búsqueda y aislamiento de las personas a las que hayan podido contagiar, algo que es "igual de importante, o más, dependiendo de las circunstancias".
En una investigación basada en un modelo matemático y datos reales de flujo de individuos lanzada en marzo junto a su colega de la Universidad de Zaragoza Alberto Aleta, los científicos respaldaban que se adoptara una estrategia mixta que combinara ciertas restricciones de movilidad con la identificación temprana de individuos infectados.
"Hay lugares donde están formando equipos de rastreo, como Italia o algunos estados de los Estados Unidos. Los países que han tenido éxito- como Corea del Sur, Japón o Vietnam- han basado toda su estrategia de contención, precisamente, en el rastreo de contactos", destaca en una entrevista.
Su estudio demostraba que, además de la reducción de la movilidad, las medidas más eficaces eran las "proactivas", es decir, las de identificación de sintomáticos mediante pruebas. Eso sí: "Hacer el test y aislar sin hacer el rastreo de contactos es mucho menos efectivo".
Moreno, director del Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos (Zaragoza) y experto en el estudio de la propagación de epidemias mediante el desarrollo de modelos matemáticos y el uso de herramientas computacionales, reconoce que su disciplina entraña una labor compleja, ya que, al fin y al cabo, involucra a seres humanos.
"Eso tiene un coste desde el punto de vista predictivo muy alto, porque nunca sabemos cómo va a reaccionar un humano a una situación dada", señala el investigador.
Por ejemplo, si haces una predicción de hoy para dentro de tres días y al día siguiente la gente cambia su comportamiento porque se declara el estado de alarma y se limita la movilidad, cambia radicalmente. Incluso un pronóstico de un escenario nefasto tiene la capacidad de provocar una variación en el comportamiento.
Otras veces, el escenario, simplemente, no es extrapolable a la realidad: "Desde el punto de vista de los modelos, la solución puede ser el confinamiento, pero cuando tienes en cuenta la viabilidad de esa medida, encuentras que por ejemplo en África no puedes hacer un confinamiento de dos meses porque la gente muere de hambre; no se van a quedar en casa".
A este factor humano se suma que esta rama de estudio no está tan desarrollada como otras, la más conocida, la predicción meteorológica: "La vemos todos los días en el telediario y asumimos que se puede hacer, pero no somos conscientes de que detrás hay un trabajo científico que comenzó en los años 60 o incluso un poco antes".
"Con la epidemia del SARS en el 2003 fue cuando nos dimos cuenta de que estábamos esencialmente en pañales en comparación con la meteorología", revela. Estas dificultades se dan, principalmente, al no disponer de los "sensores" que serían el equivalente a la medición de la presión o de la temperatura.
La globalización es otro de los factores que ha influido en la propagación de enfermedades que se transmiten vía humanos, especialmente en las últimas décadas, con el desarrollo de ciudades cada vez más pobladas o el abaratamiento de los medios de transporte.
"Cada vez nos movemos más, más lejos y más rápido. Es obvio que cuando hay un brote local la probabilidad de que pase primero a nacional y luego se expanda de forma global es no nula, y depende de las características del virus", explica Moreno, quien destaca la rápida capacidad de propagación del SARS-CoV-2.
Ahora, el único escenario que contempla este científico para erradicar por completo el coronavirus es, efectivamente, la inmunidad. Una inmunidad que tardará en llegar.
La primera vía, enfermando, además de no presentar una certeza es "impensable" sin ningún otro tipo de medidas de contención. En cuanto a la vacuna, ahora mismo es "una quimera", que tardará al menos un año o año y medio en ver la luz