El coronavirus ha irrumpido con tal fuerza que lo eclipsa casi todo. La pandemia está dejando su rastro en Aragón con miles de contagios y cientos de muertes, pero además está causando daños colaterales con otras patologías que, al no ser atendidas de forma rápida, se agravan. El miedo a acudir a los centros sanitarios hace que muchos pacientes prefieran ignorar síntomas leves que, en algunos casos, pueden acabar en problemas serios.
Esta circunstancia afecta de forma clara a los ictus y a los infartos. María Bestué, coordinadora de Estrategias de Asistencia Sanitaria del Gobierno de Aragón, recuerda que el efecto en marzo fue inmediato: “Veíamos que según se iban incrementando los ingresos por covid, bajaban los ictus”.
Para la cuarta semana de pandemia, vieron que estas patologías “ya bajaban muchísimo”, cosa que era “poco razonable” ya que algunos de sus síntomas suelen llevar a quienes los sufren directamente al hospital. Sin embargo, también estudiaron que “en países como Alemania y China estaba pasando lo mismo”.
Esta circunstancia afecta de forma clara a los ictus y a los infartos. María Bestué, coordinadora de Estrategias de Asistencia Sanitaria del Gobierno de Aragón, recuerda que el efecto en marzo fue inmediato: “Veíamos que según se iban incrementando los ingresos por covid, bajaban los ictus”.
Para la cuarta semana de pandemia, vieron que estas patologías “ya bajaban muchísimo”, cosa que era “poco razonable” ya que algunos de sus síntomas suelen llevar a quienes los sufren directamente al hospital. Sin embargo, también estudiaron que “en países como Alemania y China estaba pasando lo mismo”.
Los datos son claros. Durante esa primera ola, la atención de ictus en Aragón bajó “un 32%” con respecto al año anterior. “Atendíamos unos 29 o 30 casos a la semana, cuando en 2019 eran 40 o 50”, cuenta Bestué. Para esta neuróloga zaragozana la explicación es clara: “Se banalizan las situaciones y la gente dice ‘no voy al hospital que parece que ya se me ha pasado’, y eso tiene mucho riesgo”.
Por tipo, la bajada afectó sobre todo a los accidentes istémicos transitorios, “y eso sí que es peligroso”, advierte Bestué, ya que a los tres meses de dejar pasar los síntomas puede haber una recurrencia “con un ictus estable”. De hecho, desde su servicio están analizando ahora mismo las posibles consecuencias de esas dolencias que fueron ignoradas en marzo o abril.
Miguel Lierta, presidente de la Asociación de Ictus de Aragón (AIDA), confirma que en tiempos de pandemia “la gente no va al hospital de primeras”, y que muchos simplemente “esperan a que se les pase”. “Es importante ir pronto, porque las secuelas para el resto de tu vida van a ser menores”, dice.