Con el objetivo de reducir la ansiedad y el miedo a pasar por el quirófano, y aportar también su "granito de arena" a la humanización de estos espacios, un equipo de enfermeras de quirófano del Hospital Miguel Servet de Zaragoza lanzó hace dos años un proyecto de investigación que ha conquistado el corazón de las familias y los niños que van a ser operados.
"Estamos contentas porque es algo que queríamos hacer desde nuestra experiencia personal, y hemos visto que las familias aragonesas a las que se les realiza el taller salen encantadas, independientemente de cuáles sean después los resultados", señala la investigadora María Alonso, una de las impulsoras de este proyecto, que estudia a través de diferentes talleres la eficacia de las técnicas no farmacológicas para reducir la ansiedad en niños que van a ser operados.
La idea se inspira en el trabajo de un grupo de compañeras del área de Enfermería del Hospital de Manacor, en Mallorca, con las que esta sanitaria tuvo la oportunidad de coincidir en un Congreso de Anestesia Pediátrica celebrado hace tres años. En este centro -cuenta Alonso- sus profesionales recurren a diario a estas técnicas para reducir la ansiedad en niños que van a ser operados: realizan talleres con ellos y las familias, les preparan psicológicamente para el día de la operación y de esta forma se consigue que afronten más tranquilos el día de la cirugía. "Cuando me contaron lo que hacían allí me gustó mucho la idea, y estuvimos dándole vueltas hasta encontrar la fórmula de poder hacerlo aquí con un pequeño grupo de pacientes. Implementarlo en el Servet es complicado porque se opera a un gran número de niños (son cerca de 2.700 intervenciones al año). Pero creemos que si los resultados son buenos al menos puede servir de ejemplo para otros hospitales más pequeños", confiesa María, que no pierde la esperanza de que algún día, cuando la situación mejore, las autoridades sanitarias doten de más recursos a este hospital de referencia en Aragón y les permitan extender su proyecto a todos los niños que van a ser operados.
La evidencia científica demuestra que la exposición previa a la mascarilla facial que usa el anestesista en quirófano hace que los niños no la rechacen en el momento de la inducción. Además, estas investigadoras apuntan que estudios previos sobre este tema confirman que el estado de nerviosismo o tranquilidad de los padres influye también en el manejo que los menores realizan de sus emociones antes de ser operados. "Al poner en marcha este proyecto decidimos que queríamos formar a los padres y resolverles las posibles dudas que pudiesen tener acerca del proceso quirúrgico, y a su vez con los niños realizar un taller lúdico donde les pudiésemos enseñar la planta, los quirófanos y el material que luego íbamos a usar con ellos de una manera divertida", señala Carcavilla.
En el marco de este proyecto, Josune Betrán, María Alonso y Sara Carcavilla se encargan de acompañar y guiar a las familias para que afronten con menos angustia el miedo al dolor y a lo desconocido. "Esas dos cuestiones son claves. Los niños por lo general no saben cuál es el grado de gravedad de su diagnóstico. Es más el tener que separarse de sus padres, que no lo entienden, y preguntan dónde está mamá y papá, y por qué no vienen", indican.
Cuándo todos quieren formar parte del grupo 'caso'
Hasta la fecha, este equipo de enfermeras quirúrgicas ha conseguido reclutar ya a más de 100 familias de todo Aragón, contado para ello con la colaboración de la supervisora del área de investigación del Servet, Delia González, y de las consultas de Otorrinolaringología y su jefe de servicio, el doctor Eugenio Vicente. También participa en el estudio el personal de enfermería de la planta de Cirugía Pediátrica y todo el personal de quirófano del Hospital Infantil. Por su parte, el grupo de estadística del CIBA se encarga de dar aleatoriedad al reclutamiento, pues no todos los niños inscritos se benefician del taller.
El pasado sábado, 11 de diciembre, seis familias seleccionadas aleatoriamente acudieron con sus hijos a una de estas sesiones. Sara y Josune se encargan de acompañar a los niños en la visita, mientras María dirige a los padres al salón de actos para resolver las dudas que puedan quedar pendientes acerca del proceso quirúrgico. "Los niños vienen encantados, y como también se les da todo el material con el que jugamos -las mascarillas, las pegatinas, una férula con la que sujetamos la vía… luego en casa practican con eso, y les damos también un librito", señala Betrán. El momento "crítico" para los más pequeños se produce siempre a la entrada del quirófano, cuando deben despedirse de sus progenitores. No obstante, esta experiencia lúdica previa permite que se lleven un recuerdo distinto. "En los talleres les enseñamos también el gotero, pero como se lo ponemos con el plastiquito que es la vía, sin pinchar ni nada, no le cogen miedo. Les echamos agua con purpurina, les contamos que por ahí va el sueño que van a tener, para que se cumpla. Y así los dejamos 15 días pensando en algo bonito. De esta forma, en el momento del pinchazo los hemos mentalizado de que no es tanto, y encima de eso es de lo que más se acuerdan", comenta Betrán.
Al acabar el taller, se les da a todos los niños un cuadernillo de "deberes" para reforzar lo que han aprendido, y se les explica también lo que sucederá en los próximos días, cuando les citen nuevamente para ser intervenidos. "En el cuadernillo hay ejercicios de todo tipo. Uno de ellos invita a los niños a unir con puntos el dibujo de una mascarilla para que vean que debajo de esta hay una sonrisa", precisa.
as familias, por su parte, se muestran encantadas con el trabajo de estas profesionales y aseguran que les gustaría que se implementara más allá del estudio con este pequeño grupo. "A mí me ha encantado, y el crío espero que también esté más tranquilo el día de la operación. Lo recomendaría para más familias y desde luego debería ser obligatorio antes de afrontar una intervención, para que los padres y los niños estén más tranquilos", opina Radinela, la madre de una niña que va a ser operada.
Jesús, el padre de un niño con TDAH que asistió al último taller, ve también con buenos ojos la iniciativa y defiende que se mantenga más allá de este experimento. "Me parece muy positiva porque pensamos que para los niños, al relacionarse con los procesos médicos de una manera lúdica, va a ser mucho más fácil enfrentarse al día que les toque, que es un día de nervios. Creo que va a ayudar a las familias y a los peques a pasar por este trance de una manera más suave. Y desde mi punto de vista, lo más correcto sería que se instaure", concluye.