Enhorabuena por su ingreso en la Real Academia de Ciencias de Zaragoza. ¿Qué supone para usted?
Aparte del reconocimiento de los compañeros, que es agradable, significa poder promocionar la ciencia en Aragón y la transferencia a la sociedad a través de un ciclo de conferencias. Además, la academia, con más de 100 años de vida, concede los premios anuales a la gente más joven, y para ellos es motivador.
¿Y qué es realmente la inteligencia artificial?
El nombre es un buen producto de márquetin. De hecho, por inteligencia artificial casi se entiende cualquier cosa que un ordenador haga y que nos parece sorprendente que lo haya hecho una máquina. Pero me llama la atención que cosas que aprendí en mi primer año de carrera se consideran inteligencia artificial (risas). O sea, que no es oro todo lo que reluce. Sí es cierto que ahora destaca la parte de aprendizaje automático: en lugar de hacer programación tradicional diciéndole al código lo que tiene que hacer en cada caso, se le dan una serie de ejemplos y se espera que el ordenador aprenda de forma autónoma.
¿Y si se nos va de las manos?
A todos nos preocupa, en la literatura está el mito del Golem, el Frankenstein, el Terminator de las películas, qué significa ser humano, cómo vamos a convivir con inteligencias que puedan ser superiores a nosotros… Pero hay que ser optimistas. Los científicos solemos dar soluciones. Los problemas éticos varían con las épocas de la humanidad y ahora nos espera una era de un cambio muy rápido, pero no solo por la inteligencia artificial, sino por la bioingeniería y muchos otros desarrollos tecnológicos que pueden ser para bien o para mal. Nos corresponde estar a la altura de la ciencia que producimos.
Porque el ser humano puede ser muy creativo pero también muy destructivo…
Claro, es otro de los posibles ejes de la inteligencia artificial, que quizás empiecen a crear las máquinas también y nos de miedo, porque no sabemos qué es la inteligencia. De hecho, da mucho miedo que llegue el momento de la singularidad, cuando una máquina sea capaz de diseñar otra máquina mejor que la que hacen los humanos. Eso puede dar lugar a un crecimiento exponencial que se llama así porque no sabemos a dónde puede llegar. No sabemos qué puede ocurrir con otros tipos de inteligencia.
¿O sea, que no hay límites a la hora de replicar vía algoritmo?
Están las leyes de la física, que ponen unas restricciones de lo que es posible materialmente, pero a día de hoy no sabemos qué límites puede poner a una inteligencia porque tampoco sabemos qué es la inteligencia, y esa es una de las cosas fascinantes a nivel filosófico. A día de hoy estamos muy lejos de tener unas máquinas que desarrollen la denominada "inteligencia general", que sean capaces de afrontar distintos problemas como nosotros. Hasta ahora solo son muy buenas en casos específicos. La ciencia siempre produce conocimiento, el conocimiento produce control sobre la naturaleza y ese control se puede usar para bien o para mal.