Cuando compramos alimentos, solemos concentrar nuestra atención en la calidad, el sabor y la frescura de los productos. Sin embargo, muchas veces pasamos por alto un componente que desempeña un papel crucial en la preservación y la seguridad de esos productos: el envase.
Estos recipientes pueden estar formados por una variedad de materiales –plásticos, papel, cartón, metal, vidrio, adhesivos, tintas, barnices…– que no solo brindan una presentación atractiva, sino que también cumplen una serie de funciones fundamentales para mantener la frescura, la calidad y la inocuidad de la comida que consumimos a diario.
Para fabricarlos, hace falta añadir compuestos químicos –estabilizadores, antioxidantes, plastificantes, colorantes, lubricantes, etc.– que garantizan la funcionalidad del envase. Llamados aditivos, pueden transferirse al alimento por un proceso denominado migración que afecta a la seguridad y calidad de los productos alimenticios. Algunos pueden ser nocivos para la salud e incluso producir cáncer.
Resulta lógico, pues, que esa migración preocupe a la industria alimentaria. Es importante que los fabricantes de envases cumplan con las regulaciones y normativas específicas que establecen límites máximos de migración para ciertos aditivos. Estos se evalúan a partir de pruebas experimentales que simulan las condiciones reales de uso y contacto entre alimento y el recipiente.
El problema de las NIAS
Pero ¿qué contaminantes puede contener el envase? Responder a esta pregunta no es sencillo, ya que existe un grupo de compuestos denominados sustancias no intencionalmente añadidas (NIAS) que, como su nombre indica, no se agregan de manera premeditada durante el proceso de fabricación, a diferencia de los aditivos.
Estas sustancias pueden provenir de diferentes fuentes:
Además de las fuentes mencionadas, el procesamiento y el reciclado también pueden introducir contaminantes en los materiales de contacto con alimentos. En los envases hechos con plásticos reciclados se han encontrado productos procedentes del uso anterior, como aromatizantes absorbidos por los plásticos o compuestos procedentes del lavado en el proceso de reciclado.
Como se ha indicado anteriormente, se debe garantizar la seguridad de los envases antes de lanzarlos al mercado a través de estudios de migración. Sin embargo, los NIAS, al ser sustancias en su mayoría desconocidas, dificultan su análisis. Esto supone un reto desde el punto de vista de la química analítica, ya que es una tarea muy tediosa, larga y compleja.
Sin embargo, en los últimos años han avanzado considerablemente las técnicas para analizar NIAS. Gracias a ellas se han identificado múltiples compuestos que deberán ser controlados en los envases antes de ser lanzados al mercado alimentario.
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Fuente: The Conversation. Autoría:
Elena Canellas Aguareles
Investigador senior Ramón y Cajal en Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón – I3A, Universidad de Zaragoza
Colaborador/a
Paula Vera Estacho
Investigador, Química Analítica, Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A), Universidad de Zaragoza