Para saber si todo está en orden en el desarrollo cerebral de un recién nacido, los médicos suelen poner el ojo —entre otras cosas— en un pequeño acto reflejo, anodino quizás a vista de los padres, que ilustra el buen progreso y crecimiento de las estructuras cerebrales: es la presión palmar y plantar, un gesto primitivo de flexión de los dedos con el que responden al ejercer un poco de presión sobre la palma de la mano o la planta del pie. Este insignificante movimiento en los primeros meses de vida arroja una valiosísima información en la exploración médica y era un gran desconocido hace poco más de un siglo. Un médico catalán, Lluís Barraquer Roviralta, considerado el padre de la neurología en España, fue el primero en describirlo desde una vetusta consulta en el antiguo Hospital de Sant Pau de Barcelona.
De aquel primer dispensario —de electroterapia, lo llamaron— que alumbró la neurología en España, apenas quedan las viejas fotografías de pacientes aquejados por diversas dolencias que el propio Barraquer revelaba para ilustrar sus investigaciones. Por el camino, han pasado 140 años de avances científicos y tres generaciones de Barraquer en las consultas de neurología del Sant Pau. Hoy, los servicios especializados de esta área de la medicina brotan solventes en cualquier gran hospital y la disciplina de estudio del cerebro, entonces atada a la mera observación por falta de técnicas de imagen, ha dado un salto gigante, explica Albert Lleó (París, 50 años), actual director del servicio que engendró Barraquer.
“Es la década de la neurología”, resuelve Lleó. La semana, seguro: además de los fastos de celebración del 140 aniversario del nacimiento de la neurología en España, el equipo de Lleó ha acaparado todos los focos tras el ingreso en el Sant Pau del expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, a los 92 años, a causa de un ictus. El sábado fue dado de alta.
Pregunta. ¿Cómo ha cambiado el mapa de la neurología en 140 años?
Respuesta. La patología neurológica cada vez es más frecuente, también porque muchas son enfermedades ligadas a la edad, como el ictus o las neurodegenerativas. Y la prevalencia seguirá aumentando en el futuro: la proyección de enfermedades degenerativas, por ejemplo, es que se pueden triplicar en los próximos 30 años.
P. ¿Cómo ha evolucionado el pronóstico de estas enfermedades?
R. Hace 30 años, había muy pocas enfermedades que tuvieran un tratamiento efectivo. En la mayoría no se conocía bien las causas y los mecanismos y, por tanto, no tenían tratamiento: en el ictus, solo había antiagregantes, como la aspirina; de las degenerativas no se sabía prácticamente nada; y para el resto de enfermedades neuromusculares, pues se disponía solo de cortisona o inmunosupresores de acción muy amplia. Eran tratamientos muy sencillos y había muy poco conocimiento de las causas.
Lo que ha pasado estos últimos años es que la investigación del conocimiento de las causas ha hecho que, como se ha podido ver cuáles son las alteraciones, casi todas las enfermedades tienen tratamientos efectivos. Con lo cual, lo que nos espera en los próximos 20 años son enfermedades cada vez más frecuentes, más prevalentes y tratamientos cada vez más eficaces, fundamentalmente biológicos.
P. Decían de los neurólogos que conocen muy bien todas las enfermedades, pero no curan ninguna. ¿Ya no es así?
R. Hoy en día, esta creencia ha quedado totalmente obsoleta. Hay tratamientos efectivos para las enfermedades vasculares cerebrales y hemos visto esta semana un ejemplo de una: inicialmente empezaron los tratamientos para lo que se llama la fibrinolisis, que es un tratamiento para disolver el coágulo vía endovenosa, y hoy en día, ya desde 2015, se puede extraer mecánicamente el trombo, que es lo que se ha hecho en este caso. Estamos avanzando muchísimo: para la migraña, hay tratamientos muy efectivos; hay enfermedades degenerativas, como la atrofia muscular espinal, donde se está haciendo de tratamiento de terapia génica que está siendo efectivo. Tal vez las más difíciles de tratar y de buscar tratamientos son el Alzhéimer y el Parkinson.
P. Corren buenos tiempos para la neurología, ¿entonces?
R. Estamos en una era fantástica porque se combina tener herramientas terapéuticas con enfermedades que son cada vez más frecuentes. Pero el auge de las enfermedades neurológicas también, a su vez, es una bomba de relojería porque puede tensionar los servicios de salud: es una población cada vez más envejecida, enfermedades crónicas y con un coste muy alto, porque hay tratamientos, pero son tratamientos biológicos con un coste alto. Con lo cual, si no se actúa de una manera planificada, va a ser un tsunami para cualquier país en términos de coste económico.
Por eso es muy importante tener planes adecuados de Alzhéimer, por ejemplo, o de enfermedades neurodegenerativas, para priorizar dónde vamos a poner el dinero: ¿lo ponemos en residencias o lo ponemos en investigación para tratar estas enfermedades? Porque depende de dónde lo pongas, si no hay una buena planificación política, científica y social, a lo mejor estás poniendo el dinero donde no toca o en lo que no es prioritario.
P. La semana pasada se vio con Jordi Pujol que el ictus puede ser reversible, incluso en edades avanzadas. ¿El cerebro pone algún límite cronológico?
R. Hoy en día cada vez se trabaja más en la edad biológica que en la cronológica. Es decir, tú puedes tener 60 años, pero tener un cerebro de una persona de 80, porque has tenido un estilo de vida que no ha sido saludable.
Fuente: El País