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23 julio, 2019Su experiencia como profesor titular de Geografía Humana e investigador en Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza le ha servido para coordinar la creación de unos modelos cartográficos implementados con éxito.
—Herramientas geográficas diseñadas por la Universidad de Zaragoza están mejorando la calidad de vida de Mauritania y Senegal. ¿Cómo lo han logrado?
?--Viene de un trabajo que comenzó hace casi 30 años en el departamento de Geografía y Ordenación del Territorio con la elaboración de instrumentos cartográficos para la toma de decisiones en diferentes escalas, que continuó hace 20 con la encuesta de infraestructuras y equipamientos locales. Con todo este know-how, hace cuatro años nos plantearon al grupo de Estudio en Ordenación del Territorio (GEOT) de la universidad actuar en materia de cooperación. Y empezamos a colaborar en Mauritania con la oenegé CERAI. Visitamos el país y empezamos a aplicar herramientas.
—¿De qué tipo?
—Con la crisis, en el 2010, tanto el grupo como la cátedra de Territorio, Sociedad y Visualización Geográfica desarrollamos software libre y gratis para móviles con la tecnología QField y QGIS para ordenadores. Hemos logrado una aplicación y modelos cartográficos que nos permiten recoger datos precisos y trabajar sin conexión de datos, que vamos adaptando.
—¿Qué proyectos han llevado a cabo?
—Desde el 2015 hemos desarrollado junto a las oenegés CERAI y ARAPAZ actuaciones en Gorgol y Rosso (Mauritania) y Kaolack y Kédougou (Senegal). Hay que agradecer el apoyo del Vicerrectorado de Internacionalización y Cooperación.
—¿Cuántas personas participan?
—En el 2017 fuimos 9 personas a Senegal de la mano de ARAPAZ, a Kaolack. Y en el 2018, 16 a Kédougou, donde impartimos formación, recogimos datos y preparamos un repositorio para que todo Senegal pudiera trabajar a escala global y a su vez las comunidades lo hicieran de forma local. Les enseñamos a hacer un censo de población, ubicar las letrinas, los pozos, las zonas de campo, los equipamientos, los hogares, etc. Y a medir. La OMS dice que una letrina tiene que estar a más de 10 metros de la fuente. Este año hemos vuelto a Rosso (Mauritania).
—¿Cuál es el objetivo final?
—Nuestra aplicación ayuda de manera desinteresada a las comunidades rurales a mejorar su calidad de vida. Les referenciamos para que las oenegés, por ejemplo, tengan toda la información: metros cuadrados, niños que van a clase, estado de las infraestructuras, si hay centro de salud o mercados, abastecimientos, puntos eléctricos...
—También asientan población.
—Eso intentamos. Es mejor que la gente permanezca en sus pueblos con un centro de salud con un mínimo de autonomía eléctrica, con escuelas con internet, una agricultura relativamente sostenible, una estación de agua y un saneamiento que evite enfermedades.
—¿Nuevos proyectos en el horizonte?
—La Agencia de Cooperación de EEUU, a través de la agencia española, nos ha pedido un curso intensivo en Dakar en noviembre y la embajada francesa en Níger otro el año próximo. Una oenegé norteamericana que trabaja con universidades de Camboya, Vietnam y Laos está interesada. Y Ebrópolis, con el Banco Interamericano de desarrollo.