El malestar, la incertidumbre y el aislamiento social derivado de la pandemia ha provocado en los últimos dos años un incremento de la demanda de intervención psicológica en las consultas especializadas, sobre todo ligada a problemas emocionales como la ansiedad y la depresión en adolescentes.
"Igual que ha subido todo a raíz de la pandemia, notamos que hay más visitas a Urgencias por causas emocionales. En adolescentes, sobre todo, son autolesiones por un mal manejo de emociones negativas que detrás esconden cuadros de ansiedad y depresión por no saber manejar estas", advierte el doctor Pedro Manuel Ruiz, jefe de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Clínico Lozano Blesa.
Este tipo de cuadros, que desde el punto de vista médico no se consideran una urgencia grave, constituyen una preocupación importante para las familias, que a menudo se "asustan" y hacen un "uso inadecuado" de estos servicios, ante las dificultades de acceso que está habiendo en Atención Primaria. "A veces la gente confunde las conductas autolíticas con el suicidio y aún se alarma más, y son cosas diferentes. No es lo mismo tener ideas suicidas que usar conductas autolíticas para canalizar emociones negativas, que es lo que más se ha disparado a raíz de la pandemia", explica este psiquiatra.
En primer lugar, el doctor Ruiz insiste en diferenciar estas conductas autolíticas ligadas a cuadros de ansiedad y depresión de patologías graves de salud mental como el suicidio. Según señala, entre un 7 y un 15% de pacientes sin patología se ha autolesionado en algún momento de la adolescencia, un porcentaje que sube al 40% en pacientes con alguna patología de base, como sucede en los casos de trastorno de conducta alimentaria. "Es muy importante abordar el tema del suicidio pero también saber que las autolesiones no suicidas existen y no tienen nada que ver desde el punto de vista psicopatológico. El objetivo no es matarse sino aliviarse, y lo que debemos hacer es enseñar a los adolescentes a buscar estrategias para combatir la angustia, la tristeza, la rabia o la culpa de una forma no lesiva, enfocándoles hacia aquello que les distrae, les relaja o les gusta", apunta al mecionar varias técnicas que recomiendan en consulta: entre ellas, escuchar música, hacer ejercicio o bailar de forma intensa, escribir las emociones negativas que el adolescente siente en un papel para luego romperlo, ducharse con agua fría, o simplemente salir a la calle y tomar el aire. "Cada uno tiene que probar cuál le viene mejor, pero es importante hablarlo y orientarles", añade este experto.
Síntomas para identificar un trastorno de ansiedad o depresión
Para identificar estos trastornos, que también se han traducido en un incremento de la demanda de intervención psicológica en la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (Asapme), la psicóloga Alicia Más, especialista en trastornos emocionales en la infancia, da algunos consejos que pueden orientar a las familias para ayudar a quienes sufren cuadros de ansiedad o depresión.
"A nivel psicológico es muy importante escuchar y prestar atención a lo que hay detrás. Si en un momento dado notas que el adolescente tiene cambios bruscos en su comportamiento habitual, lo ves más apático, con sentimientos de tristeza frecuente o notas que ha bajado su rendimiento y está más irritable, probablemente haya algo que le está produciendo un malestar", indica esta psicóloga en relación a los cuadros de ansiedad.
En estos casos, los síntomas más frecuentes que pueden dar la voz de alarma son las cefáleas, los dolores abdominales o las náuseas que se manifiestan sin tener una base orgánica o un problema médico detrás. "Derivan de preocupaciones excesivas o persistentes, ya sea por conflictos emocionales, familiares o escolares, que acaban afectando a diferentes ámbitos de la vida. Por eso, lo que hay que observar son los cambios en la persona: si ha modificado los patrones de alimentación o de sueño; su humor, el nivel de energía que demuestra... o si hay un desinterés hacia las actividades que antes realizaba y ahora se muestra apático", describe esta psicóloga.
Fuente: Heraldo de Aragón