Cuando funcionan, las vacunas no generan noticias. Porque, sin hacer ruido, protegen. Algunas de las enfermedades que previenen casi han desaparecido y no percibimos ningún riesgo alrededor. Eso las hace casi invisibles. ¿Para qué vacunarse de polio si no hay polio?
"Salvo la potabilización del agua, ninguna otra actuación sanitaria ha salvado y sigue salvando más vidas que las vacunas", señala Wenceslao Varona López, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública en el Hospital Royo Villanova de Zaragoza. Y pone cifras a su afirmación: "La vacunación contra la difteria, el tétanos, la tos ferina y el sarampión salva todos los años de dos a tres millones de vidas y a muchísimos más de padecer estas enfermedades; se calcula que si estas vacunas alcanzaran a todos aquellos a quienes les convendría recibirlas, las personas salvadas cada año serían un millón y medio más; en total, 3,5-4,5 millones de vidas, equivalentes a las de los habitantes de Madrid capital".
"Imaginemos no haber tenido vacunas contra la polio, el sarampión, la rubeola, la meningitis…, ¡simplemente no podríamos vivir en sociedad!"
Pero desde hace unos meses, hemos redescubierto lo que significa no tener vacuna. La covid-19 es bien visible. Sin prevención ante un virus desconocido, hemos tenido que paralizar el mundo para frenar su avance. Carlos Martín, al frente del grupo de Genética de Micobacterias de la Universidad de Zaragoza, destaca que "estamos asistiendo a los efectos de no tener una vacuna eficaz contra una sola enfermedad infecciosa, causada por un virus, el SARS-CoV-2, y el impacto económico y social está siendo devastador. Imaginemos no haber tenido vacunas contra la polio, el sarampión, la rubeola, la meningitis…, ¡simplemente no podríamos vivir en sociedad!".
Aunque aún es pronto para comprender los mecanismos inmunológicos concretos que desencadena la covid-19, "no parece que la pandemia vaya a desaparecer sola –augura Jesús Gonzalo, investigador de este mismo grupo-, de modo que una estrategia preventiva, como es la vacunación, contribuiría enormemente a la protección de la población, especialmente de aquellos más vulnerables". Y sería la llave a algo más parecido a la añorada antigua normalidad.
Los datos del estudio de seroprevalencia indican que aproximadamente el 5% de los españoles han desarrollado anticuerpos contra el SARS-CoV-2, pero la inmunidad colectiva real podría ser superior. La razón es que, además de los anticuerpos que miden estos test, "existen otros componentes del sistema inmunitario que son importantes en el control de la covid-19", indica Gonzalo. Por ejemplo, añade Martín, "la inmunidad celular cruzada contra otros coronavirus podría jugar cierto papel en la inmunidad de grupo", es decir, que los resfriados por otros coronavirus podrían generar protección.
Inmunidad de grupo es precisamente lo que proporcionan las vacunas, una terapia pública que ayuda a que una población entera, no solo un individuo, se mantenga sana. Y eso es lo que hoy nos falta.
Carrera contrarreloj
Por eso la vacuna contra la covid-19 es noticia. Porque aún no la tenemos y la carrera por conseguirla cuanto antes convoca en todo el mundo a agencias gubernamentales, compañías farmacéuticas y biotecnológicas e incluso organizaciones independientes, embarcadas en numerosos proyectos de investigación.
"Seguramente habrá más de un candidato que llegue el primero, lo que no significa que sea el mejor", considera Jesús Gonzalo. "Las vacunas del calendario vacunal actual tienen una larga historia clínica, lo que nos ha permitido conocerlas muy bien, ajustar su dosis, evitar interferencias con otras vacunas o seleccionar la mejor franja de edad para la vacunación. Debido a la urgencia, esto no va a ser posible con la vacuna contra la covid-19". Existe un amplio abanico de vacunas en experimentación y "es posible que algunas de ellas requieran de varias dosis, mientras que con otras sea suficiente una inmunización".
En opinión de Carlos Martín, "los primeros en vacunarse deberían ser el personal considerado de riesgo, como el personal sanitario y trabajadores de residencias, y las personas más susceptibles, como los mayores de 60 años".
"Ante las enfermedades infecciosas, la solidaridad es imprescindible. Si yo no me protejo, también desprotejo a quienes entren en contacto conmigo. Y eso no es justo"
Pero no todo el mundo se pondría el primero en la fila para recibir la vacuna. Algunos investigadores advierten de las reticencias de parte de la población, encabezada por los antivacunas. Para Varona, "ante las enfermedades infecciosas, la solidaridad es imprescindible. Si yo no me protejo, también desprotejo a quienes entren en contacto conmigo. Y eso no es justo". Se plantea el eterno debate de hasta dónde llegan los derechos individuales.
Gonzalo añade que "lamentablemente, la covid-19 afecta a personas mayores, seguramente si afectara a bebés e infantes, existirían menos objeciones a la búsqueda de una vacuna contra el SARS-CoV-2".
"La ausencia de inmunidad contra una enfermedad nueva es el mejor ejemplo de lo que puede ocurrir cuando no existen vacunas –añade–. Evidentemente, las vacunas contribuyen a conferir una inmunidad de grupo que va a proteger indirectamente a individuos que no se han vacunado. Si el porcentaje de individuos no vacunados es alto, no se produce la inmunidad de grupo y pueden ocurrir brotes de la enfermedad, lo que dificulta su control. Esto es lo que está ocurriendo por ejemplo con el sarampión". Según la OMS, las reticencias a la prevención han hecho aumentar un 30% los casos en el mundo.
Para quienes desconfían de la seguridad de una vacuna de desarrollo exprés, Nacho Aguiló, coordinador del equipo de inmunidad de la nueva vacuna contra la tuberculosis de Unizar (MTBVAC), aclara que "por mucha prisa que tengamos en hallar una vacuna para la covid-19, la seguridad sigue siendo primordial. Pensemos que si se pretende vacunar de un modo ideal a toda la población a nivel mundial, son casi 8.000 millones de personas. Si hubiera un problema grave, por ejemplo en uno de cada 10.000 individuos, esto supondría muchos millones de personas afectadas, lo que sería probablemente inasumible aunque los 9.999 restantes estuvieran protegidos". Asimismo, recuerda que no son las empresas que desarrollan los ensayos clínicos las que deciden si una vacuna llega o no a la población, sino que son los gobiernos de cada país, a través de sus respectivas agencias del medicamento, los que deciden, basándose en datos de seguridad y eficacia". En el caso particular de las vacunas "suelen ser extremadamente cautos, por el hecho de que se administran a población sana".