Aunque pueda parecernos que son cosas que van siempre por separado, la presencia de carbohidratos (grupos azucarados) en proteínas es fundamental para numerosas funciones del cuerpo humano y está directamente relacionada con diversas enfermedades. Estos azúcares actúan a modo de ‘etiquetas’ en la superficie de las proteínas y regulan funciones tan importantes como la comunicación y la división celular. Si no se añaden de forma correcta, puede producirse un crecimiento celular descontrolado, como sucede en la metástasis del cáncer. Se han vinculado también a procesos degenerativos como el alzhéimer, la calcinosis tumoral y la desregulación del metabolismo lipídico, entre otros.
En este contexto se enmarca el proyecto liderado por Ramón Hurtado Guerrero, investigador Araid en el Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos (BIFI) de la Universidad de Zaragoza. En colaboración con universidades y centros nacionales e internacionales, su grupo estudia cómo se produce la unión entre los azúcares y diversas proteínas que reconocen carbohidratos, y busca explicar los mecanismos que subyacen detrás de las enfermedades asociadas.
Para obtener esta información se utilizan principalmente la cristalografía de rayos X y la criomicroscopía electrónica, junto a otras técnicas biofísicas. Gracias a estas técnicas estructurales se obtienen las estructuras de proteínas o complejos formados por las mismas y los azúcares.
El objetivo final del proyecto es "entender las bases moleculares que subyacen tras la interacción de proteínas que reconocen carbohidratos y sus azúcares ‘diana’ –explica Hurtado-Guerrero–, desvelar sus mecanismos de reacción y de reconocimiento, y poder diseñar inhibidores selectivos que modulen su actividad en diversas enfermedades, así como vacunas y tratamientos selectivos".
¿Qué es la cristalografía de proteínas?
La cristalografía de proteínas es una técnica biofísica en la que se obtienen, bajo unas condiciones determinadas de medio y de temperatura, cristales de una proteína concreta. Para que esto suceda, las moléculas de proteína deben haberse ordenado de forma periódica y repetitiva dentro del cristal. Cuando se hacen incidir rayos X sobre los cristales (normalmente generados por un acelerador de partículas o sincrotrón, en nuestro caso Diamond en Oxford o Alba en Barcelona), las moléculas estructuradas en los cristales desvían dichos rayos siguiendo un patrón que depende de la disposición de sus átomos y moléculas. Estos patrones se recogen y se procesan matemáticamente hasta obtener una especie de ‘mapa’ del interior de la proteína que permite, finalmente, dibujar la posición de cada uno de sus átomos, como si de una fotografía a escala atómica se tratara. Hoy por hoy es todavía la técnica de mayor resolución a nivel estructural, y uno de los medios que más información proporciona sobre la estructura interna de moléculas y compuestos.