Cada febrero, desde hace siete años, se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia para "lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas, y además para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas".
Aunque en conjunto estudian más mujeres que hombres carreras superiores, el reparto por disciplinas es aún muy desigual; algunas carreras científico-tecnológicas poseen un porcentaje alarmantemente pequeño de mujeres, e incluso en algunas de ellas esta proporción está disminuyendo.
Conocer referentes de mujeres en ciencia y tecnología puede ayudar a acercar estas disciplinas a las más pequeñas y a inspirar a todas las personas que las acompañan en sus elecciones a lo largo de su escolarización.
Bertha, la inventora
Bertha Benz era la esposa del ingeniero Carl Benz. En 1886, el marido obtuvo la patente alemana de un automóvil de tres ruedas con un motor de tracción trasera: el Benz Patent-Motorwagen.
Aunque en conjunto estudian más mujeres que hombres carreras superiores, el reparto por disciplinas es aún muy desigual; algunas carreras científico-tecnológicas poseen un porcentaje alarmantemente pequeño de mujeres, e incluso en algunas de ellas esta proporción está disminuyendo.
Conocer referentes de mujeres en ciencia y tecnología puede ayudar a acercar estas disciplinas a las más pequeñas y a inspirar a todas las personas que las acompañan en sus elecciones a lo largo de su escolarización.
Bertha, la inventora
Bertha Benz era la esposa del ingeniero Carl Benz. En 1886, el marido obtuvo la patente alemana de un automóvil de tres ruedas con un motor de tracción trasera: el Benz Patent-Motorwagen.
En el recorrido hasta Pforzheim, el vehículo tuvo que subir y bajar cuestas; como el motor no tenía suficiente potencia, Eugen y Richard (sus hijos, de 15 y 13 años) tuvieron que empujar el automóvil en algunas pendientes que tenían que remontar. Tras todas estas peripecias, Bertha y sus hijos llegaron a Pforzheim al anochecer de ese 5 de agosto. Fue un largo día de esfuerzos para demostrar que aquel automóvil funcionaba. Tres días después, Bertha regresó a Mannheim conduciendo, por supuesto, el Benz Patent-Motorwagen.
Gladys, la programadora
A Bertha no le hizo falta usar un GPS para completar con éxito su viaje. Este sistema de posicionamiento global llegó muchos años más tarde gracias al trabajo de la matemática Gladys West y su equipo.
Gladys comenzó a trabajar como programadora en la base naval de Dahlgren (Virginia, EE. UU.) en la década de 1950: utilizaba unas máquinas aún muy rudimentarias que debían procesar datos necesarios para el análisis de observaciones satelitales.
A mediados de la década de 1970 se convirtió en la directora del proyecto que desarrollaría parte del equipo del Seasat, el primer satélite proyectado para examinar los océanos terrestres de manera remota: estaba equipado con el primer radar de apertura sintética puesto en órbita.
West debía programar un IBM 7030 para desarrollar un modelo de la forma de la Tierra con la mayor precisión posible. Para hacerlo, tuvo que crear algoritmos complejos que debían tener en cuenta las variaciones debidas a fuerzas gravitatorias, mareas y otras, que distorsionan la perfecta configuración esférica. Esos modelos satelitales creados inicialmente con objetivos militares se utilizarían años más tarde para desarrollar la tecnología en la que se basan los GPS.
Katherine, la calculadora
El trabajo de Gladys West era muy complejo: debía manejar con gran precisión enormes y diversas bases de datos, tenía que crear modelos y procedimientos adecuados de manera minuciosa para que sus cálculos tuvieran la utilidad esperada. Y lo hizo usando unos ordenadores primitivos, como lo hizo la matemática Katherine Johnson, que trabajaba en la NASA cuando, en 1962, esa agencia empezó a utilizar computadoras electrónicas para realizar cálculos.
Katherine fue contratada en 1953 para realizar tareas de cálculo en Departamento de Guía y Navegación. Pasó a formar parte de las 'calculadoras del oeste', el grupo de mujeres afroamericanas que trabajaba, separado de las 'calculadoras del este', sus homólogas blancas, cumpliendo las leyes Jim Crow vigentes en Virginia.
Unas y otras ayudaron a Estados Unidos a alcanzar algunas victorias sobre la Unión Soviética durante la Guerra Fría en esa obstinada batalla que mantuvieron por el dominio del espacio.
La agencia estatal se benefició no solo del buen hacer de estas calculadoras humanas; su balance económico también mejoró al considerar a la mayor parte de estas mujeres como no profesionales –a pesar de que muchas de ellas eran diplomadas en matemáticas o física– y recibir por ello sueldos menores.
Fuente: Heraldo de Aragón