En nuestro día a día no nos damos cuenta de la gran importancia que tiene la visión para desarrollar tareas cotidiana. Nuestras ciudades, recursos educativos e incluso nuestras relaciones sociales se basan en la asunción de que todos somos capaces de percibir y comprender los símbolos y expresiones visuales a nuestro alrededor. Desafortunadamente, hay 19 millones de niños en el mundo con discapacidad visual. En la mayoría de los casos, no se puede diagnosticar a esos niños durante años, dando lugar a serias consecuencias en su visión, su desarrollo, su educación y su socialización. Sorprendentemente, entre el 70 y el 80% de esos casos podrían haberse prevenido o curado si se hubieran detectado a tiempo.
¿Pero cómo examinamos la visión de un bebé con el que no nos podemos comunicar? Actualmente, los oftalmólogos utilizan test analógicos básicos y poco precisos que requieren gran habilidad y experiencia, pues es el profesional quien se encarga de evaluar las reacciones del paciente ante dichos estímulos. Como resultado, las exploraciones resultan subjetivas y variables.
Ante estas limitaciones, un equipo multidisciplinar formado por oftalmólogos y ópticos del Hospital Miguel Servet y el Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón, e ingenieros del Graphics and Imaging Lab de la Universidad de Zaragoza han desarrollado un dispositivo llamado DIVE (Device for an Integral Visual Examination), que explora de forma integral la función visual, incluso en pacientes no colaboradores.
Marta Ortín, doctora en Ingeniería de Sistemas e Informática, ha cofundado la empresa DIVE Medical para poder llevar los beneficios de este dispositivo a la sociedad. DIVE muestra estímulos visuales en una pantalla de alta resolución y recoge los puntos de la pantalla a los que el paciente está mirando mediante tecnología de ‘eye tracking’. A través de algoritmos específicos, DIVE analiza la sensibilidad al contraste, la agudeza visual o la percepción de colores, y proporciona una evaluación objetiva y automática de la visión. Esto permite al oftalmólogo realizar un diagnóstico temprano en bebés desde los seis meses de edad y facilita el seguimiento de los pacientes.