Cuando conoces a Ángel Pérez por primera vez cuesta relacionarlo con su historia. Con una amplia sonrisa y una mirada cargada de ilusión y ganas de comerse el mundo, el zaragozano de 67 años ha entrado a formar parte de ese grupo conocido como el de ‘supervivientes de cáncer’. A pesar de encontrar cierta dificultad para expresarse debido a que le extirparon media lengua en su primera operación, como explica su mujer, Inma Serrano, cuando pasas unos minutos con él consigue que olvides que ha pasado por ese trance.
Periodista de profesión, tras pasar por medios como 'El Noticiero', 'Aragón Exprés' o el 'Diario de Barcelona', en 1983 pasó a convertirse en el primer jefe de protocolo del Gobierno de Aragón, puesto que mantuvo durante 12 años. Incluso en aquellos momentos en los que se enfrentaba a un cargo de nueva creación para el que, asegura, no había lugar en el que formarse; siempre fue capaz de enfrentarse a este reto con grandes dosis de humor. Algo que le ha acompañado, y le acompaña, en el resto de facetas de su vida.
Pérez, que se mueve como pez en el agua en el manejo de la palabra, tanto oral como escrita, fue el fundador y director de la extinta Escuela de Protocolo de Aragón que abrió sus puertas en los 90 y cerró definitivamente cuando se jubiló en 2011.
Hoy, recuerda perfectamente cuando su inseparable Inmi, quien le ha acompañado desde hace más de 40 años, cayó enferma debido a una piedra en el riñón y acabó en la UCI. “Por aquel entonces llevaba tiempo con una especie de llaga muy molesta en la lengua pero no le di importancia porque estaba preocupado por ella”, reconoce. Pasaron varios meses hasta que su mujer regresó a casa, pero la llaga ya había tomado unas medidas considerables impidiéndole, incluso, comer con normalidad. “Acudí con unos amigos al maxilofacial a la clínica Quirón. Nada más asomarse, el doctor Bartolomé Nadal dijo que era un tumor maligno y que me tenían que operar ya”, añade.
Tras someterse a la primera intervención –en noviembre de 2017- y recibir varias sesiones de radio, parecía que el cáncer había pasado a ser historia. Sin embargo, en febrero de 2019 lo que parecía ser un pequeño bulto en el cuello resultó ser una metástasis ganglionar masiva. “En abril empezó las 30 sesiones de quimioterapia en el Miguel Servet y allí consiguió revolucionar a todos los pacientes”, reconoce su mujer, que asegura que Ángel ha hecho que todo el proceso haya sido “demasiado fácil”. “A veces le digo que se enfade, que tiene derecho a quejarse, a gritar y a estar de mal genio. Pero no le sale. Es una persona feliz y optimista y eso ha sido muy importante para todos nosotros”, explica Serrano.