Los humanos somos animales visuales: la vista es el principal sentido con el que percibimos el exterior y dependemos de él para orientar de mayoría de nuestras acciones. El ojo es un sofisticado sistema óptico, capaz de adaptarse a distintas situaciones de luz y de enfocar a distintas distancias. Siempre, claro, que no tengamos defectos en la vista (miopía, hipermetropía, astigmatismo), o no seamos mayores y nuestra capacidad de enfoque disminuya (lo que se llama presbicia). Dado que el ojo enfoca como una lente, podemos corregir esos defectos con lentes, pero desarrollarlas no fue sencillo. El material apropiado tiene que ser consistente y transparente: el vidrio es lo ideal. Aunque se conocía y se fabricaba desde la antigüedad, no se aprendió a pulirlo hasta la Edad Media. Ese saber llegó a Europa gracias a los árabes, a través de España y de los comerciantes italianos. Fue en Italia donde se diseñaron gafas por primera vez: además de conocer cómo funciona una lente, requerían un diseño apropiado para ser usadas con comodidad y sin caerse. Nuestra extraña anatomía de la cara, con una nariz como un caballete y unas orejas que permiten enganchar una varilla, todo alrededor de los ojos, dio lugar a un diseño que sigue vigente siglos después.
Nuestros ojos son capaces de ver los colores cuando les llega suficiente luz -si hay muy poca, apenas distinguen colores, ven más bien en blanco y negro-. Aunque podemos percibir millones de matices de colores, en realidad nuestros ojos solo tienen detectores para tres -rojo, verde y azul-. Los demás, son mezclas entre ellos. Nuestro cerebro procesa la combinación de la señal de esos tres detectores, y da lugar al mundo de color que percibimos. Algunos animales solo detectan dos colores -igual que algunas personas daltónicas-; en cambio, hay insectos capaces de detectar colores imposibles para nosotros, luz de frecuencia ultravioleta. La luz natural, que proviene del sol, tiene mezcla de los tres colores y es percibida como blanca. Los objetos poseen color, porque emiten luz de color o porque, al reflejar la luz blanca, absorben una parte (un color) y reflejan los demás, que detectamos. Un objeto rojo lo es porque absorbe las frecuencias verdes y azules, y refleja las rojas. Uno blanco, por tanto, reflejan todas las frecuencias. Eso hace que, por ejemplo, las nubes, formadas por gotitas de agua o hielo transparentes, parezcan algodón blanco: cada rayo de luz se refleja y dispersa muchas veces en esas gotitas, y una parte acaba llegando a nosotros.