A las líneas de defensa de su sistema inmunitario contra el coronavirus han llegado refuerzos. Dos pacientes ingresados en el Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa han recibido ya una transfusión de plasma hiperinmune con la esperanza de que los anticuerpos generados en el organismo de otros enfermos ya curados les ayuden. Este modo de reforzar el tratamiento farmacológico contra esta infección se encuentra en este momento en fase de estudio.
Junto a otros tres pacientes del grupo de control, los cinco forman parte del ensayo clínico Con-Plas19, en marcha hace unas semanas, bajo la coordinación del Instituto de Investigación Sanitaria Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) y con participación de diversos centros hospitalarios de toda España, entre ellos el Clínico y el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. Todavía no se ha realizado ningún análisis preliminar de eficacia, que es precisamente lo que este estudio quiere investigar: si este plasma hiperinmune funciona. Justamente ahora, el ensayo está "en fase de reclutamiento activo, incorporando pacientes que tienen más probabilidad de beneficiarse del plasma convaleciente, si realmente funciona", indica José Ramón Paño, investigador principal del Grupo de Investigación Clínica en Enfermedades Infecciosas del Clínico.
Lo que se pretende es "tratar la infección por SARS-CoV-2 mediante la transfusión de plasma con anticuerpos específicos frente al virus que ha desarrollado una persona que ya se ha curado de la infección", explica. Ese aporte extra de anticuerpos ajenos "se espera que evite la progresión de la enfermedad a estados más graves y que contribuya a la recuperación" del paciente.
Existen varios mecanismos por los que se prevé lograr ese efecto positivo: "Fundamentalmente, bloqueando la zona del virus que este utiliza para entrar en las células del enfermo –señala Paño–. Además de este aspecto tan concreto, se cree que tiene otras acciones inmunomoduladoras de las que, en conjunto, se espera un efecto favorable".
El método de usar sangre de pacientes recuperados tiene más de cien años. Se usó en la primera epidemia de gripe española de 1918 y en brotes de sarampión antes de que existieran las vacunas, así como contra el ébola. Se ha decidido rescatarlo porque, más recientemente, "parece haber funcionado en otras infecciones graves por coronavirus, como SARS-1 y MERS, y se ha utilizado de forma aparentemente satisfactoria en pacientes con covid-19". Pero el investigador advierte que "tener impresiones positivas no es suficiente para poder utilizar este producto de una manera más o menos normalizada. Es necesario estudiarlo y analizarlo con rigor". Por eso se ha diseñado este ensayo clínico.
En general, cada paciente recibe una única administración de plasma que tiene su origen en un único donante. Habitualmente "es necesario estudiar a más de una persona que ha pasado la infección para encontrar un donante ideal". Para este ensayo, "en el Hospital Clínico, con ayuda del Banco de Sangre y Tejidos de Aragón, estamos seleccionando los donantes de entre los profesionales sanitarios que han tenido covid-19". Paño constata que "existe entre ellos un gran interés en poder ayudar a otros enfermos con su plasma". Como en el caso de los pacientes, los donantes deben cumplir una serie de criterios. Por ejemplo, "evidencia de que se han curado, que no tienen otra infección transmisible y que poseen anticuerpos frente a SARS-CoV-2, pero no otros que podrían desencadenar una reacción perjudicial". Se trata de un proceso "muy meticuloso para aumentar la seguridad del paciente al máximo".
En principio, el riesgo de esta estrategia terapéutica es "francamente bajo, el mismo que comporta una transfusión". Pero ¿administrar anticuerpos podría provocar una respuesta inflamatoria por activar excesivamente el sistema inmunitario? Esto, que "ocurre en los enfermos con dengue cuando se exponen a una segunda infección, es una posibilidad, en este momento, más teórica que real –en EE. UU. se ha administrado plasma hiperinmune a miles de enfermos con covid-19 y no se ha observado que este sea un problema asociado– y su probabilidad disminuye significativamente administrando el plasma inmune en fases tempranas de la infección, cuando el paciente todavía no ha empezado a desarrollar sus propios anticuerpos".
Además, hay mucho por investigar porque "no todos los anticuerpos, aunque estén dirigidos contra SARS-CoV-2, tienen el mismo efecto antiviral". Al tratarse de un patógeno nuevo, "todavía no sabemos cuánto efecto tienen los anticuerpos que somos capaces de detectar". No obstante, aunque no lo podemos saber con seguridad, es "bastante probable que aquellos pacientes en los que detectemos anticuerpos tengan un grado de inmunidad".
La idea final del estudio Con-Plas19 es establecer procedimientos para la extensión de esta posible alternativa terapéutica en los hospitales del Sistema Nacional de Salud, junto a una guía rápida de uso basada en los resultados de la investigación.
Cómo se separa el plasma de la sangre
Las diversas células que contiene la sangre –glóbulos rojos, blancos y plaquetas– se encuentran suspendidas en una solución acuosa de sales y proteínas llamada plasma. Es la parte líquida de la sangre y supone el 55% del total. Para separarla del resto se utiliza un procedimiento llamado aféresis. El donante es conectado por vía venosa, durante unos 45 minutos, a una máquina separadora de células. Gracias a un sistema de centrífugas se selecciona por densidad el componente elegido. El resto se devuelve al paciente por la misma vía.
En el Banco de Sangre y Tejidos de Aragón, la sala de aféresis está reservada para obtener plasma hiperinmune de pacientes curados de covid-19, a disposición de los centros hospitalarios que pudieran necesitarlo.
Con una "estupenda respuesta de los posibles donantes, que se están volcando por ayudar", ha ido aumentado progresivamente su número y algunos incluso repiten. En estos momentos, se dispone de una base de unos 50 donantes y se han recogido unas cien donaciones.