Para alguien que lleva cuatro años investigando, el sistema inmune es "como un puzzle donde encajan e interaccionan unas piezas con otras". Andrés París cuenta que cuando se aleja ve "un maravilloso paisaje de 3000 fichas".
En su doctorado en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), con la ayuda de Fundación "La Caixa" está estudiando las partes del rompecabezas para mejorar "el seguimiento, diagnóstico y pronóstico de las enfermedades autoinmunes", que afectan al 10% de la población española.
Uno de sus miedos, cuando empezó, era no encontrar nada. "Es así la ciencia: pruebas dos mil cosas y te funciona una". Él, en octubre de 2019, hizo un descubrimiento. "Estaba analizando datos y vi que algo no encajaba. Hice un pequeño experimento y averigüé qué era lo que no se ajustaba".
Se produjo el momento eureka: "Esa sensación de que sabes algo que el resto del mundo no sabe, de que el universo se para y ese instante es tuyo". El siguiente pensamiento, asegura París, fue "voy a compartirlo". Con solo 27 años acaba de publicar en la revista Frontiers of Immunology un artículo científico donde aporta nuevas perspectivas al mundo de las células T CD8 reguladoras, aquellas que "aplacan al sistema inmune para que no se exceda".
Además, todo esto puede explicarlo con lenguaje erudito o en verso. "Me conocen como el poeta científico", dice. Y es que, además de probar con la poesía común, ha escrito poemas "con formas científicas" y textos aparentemente científicos "con toque poético". Pero para él son la misma cosa.
Escribió un poema donde comparaba Madrid, elemento a elemento, con una célula. "La M-30 era la membrana plasmática, El Retiro los cloroplastos y Malasaña las mitocondrias porque dan energía a los ciudadanos...". A través de la analogía, este investigador comunica ambos mundos porque "comparten la belleza".
Fue en la Residencia de Estudiantes de Madrid -habitación 438- donde pasó el Covid y donde empezó a jugar con estos dos territorios tan distintos, el de la ciencia y el de la poesía. Por las mismas salas por las que paseaba Lorca, Andrés París comenzó a escribir y a tocar el mismo piano Bechstein que acariciaba el poeta granadino.
Sin embargo, y aunque "en la ciencia no hay dos días iguales", no todo es tan romántico en la vida de un investigador como Andrés: "A veces te sientes como un cocinero siguiendo una receta. Y tienes que estar a las seis de la mañana en el laboratorio porque hay que inocular una sustancia en un ratón. Hay que ir fines de semana, Navidad... Las células no entienden de tus necesidades".