Los médicos coinciden en que la actividad física es buena para la salud. Nos recomiendan practicar ejercicio a menudo porque es beneficioso para nuestro estado físico y para nuestro corazón. Por ello nos sorprende cuando escuchamos que un atleta joven, como en el caso reciente del portero Iker Casillas, ha sufrido un infarto.
Cómo puede ser que el ejercicio desencadene un infarto de miocardio e incluso la muerte súbita en personas jóvenes con una buena forma física, aparentemente sin factores de riesgo, y que practican deportes de competición? ¿Es saludable la intensidad que implican estos deportes?
Sabemos que, en los adultos, la actividad física regular es beneficiosa porque, entre otras cosas, previene el desarrollo de aterosclerosis en las arterias coronarias y ello reduce el riesgo de infarto de miocardio y de muerte súbita.
Un infarto (también una angina de pecho) ocurre como consecuencia de la disminución del suministro de oxígeno al músculo cardíaco –el miocardio– producida por una reducción del flujo de sangre que lo irriga. Esta disminución de irrigación del miocardio tiene lugar por la obstrucción total o parcial de una de las arterias coronarias, generalmente por una placa de ateroma. Las placas de ateroma se forman por la acumulación de fibras y grasas, principalmente colesterol; estrechan la luz de la arteria y, cuando se desprenden, pueden causar un coágulo sanguíneo y bloquear una arteria. Si se produce una obstrucción repentina y grave de una arteria coronaria tiene lugar un infarto de miocardio. La falta de oxígeno (isquemia) termina dañando el músculo cardíaco y reduce la capacidad del corazón de bombear sangre.
Las enfermedades coronarias (también conocidas como cardiopatías isquémicas), como la angina de pecho o el infarto agudo de miocardio, son una de las principales causas de muerte en España y en otros países desarrollados. Factores como el tabaquismo, la diabetes, la presión arterial elevada, niveles altos de colesterol y triglicéridos en sangre, la obesidad y la falta de actividad física pueden aumentar el riesgo de isquemia y de padecer un paro cardíaco. Con el tiempo, la acción continuada de estos factores es la responsable del desarrollo de una patología coronaria. Por ello, se recomienda no llevar una vida sedentaria, controlar la ingesta de calorías y azúcar y no fumar.