Somos heridos de guerra. Primero hubo que ocuparse de los enfermos agudos, de los muertos, luego de las vacunas y ahora nos toca a los heridos de guerra. El covid no nos ha matado pero ha dejado a muchos muertos en vida y muy enfermos”. De esta forma tan gráfica y desgarradora expuso la doctora María Pilar Pérez Polo, médico de familia en Casetas, su caso como paciente del covid persistente o prolongado en el VIII Encuentro Médico Aragón–Occitania, organizado este sábado por el Colegio de Médicos de Huesca en el Hospital de Barbastro. En él se abordaron las secuelas que ha dejado el coronavirus, su persistencia con otras enfermedades como el cáncer, así como analizó el proceso de vacunación en ambos lados de los Pirineos.
María Pilar Pérez cumple dos requisitos de los covid persistentes: tiene 43 años, edad media de estos pacientes, y es mujer (el 80% de los casos se dan en mujeres). Esta joven doctora, que forma parte de la asociación Long Covid, se contagió trabajando en Urgencias justo ayer hace un año. “Estuve muy mala, tenía disnea, una taquicardia muy importante y un malestar general tremendo: no me tenía en pie y aguanté en casa autoobservándome porque sabía cómo estaban los hospitales y no quise ocupar un recurso que, viendo cómo me he quedado y cómo pase la enfermedad aguda, hubiera necesitado”.
Con un tratamiento sintomático, echa en falta un fármaco para la covid persistente por lo que pide más investigación y una unidad de atención multidisciplinar. “Hasta que llegue esa investigación, necesitábamos unidades multidisciplinares en Aragón. El paciente va como pollo sin cabeza de un lado a otro en un calvario de especialidades y como médicos no sabemos a donde dirigir y ellos se sienten desatendidos. No tenemos protocolos bien definidos. Es una enfermedad que en sus inicios se pensó que era respiratoria, pero es multisistémica. Ya vamos con retraso. Necesitamos urgentemente nutricionistas, rehabilitadores físicos y neurocognitivos, cardiólogos, neumólogos.... el médico de familia que es la figura principal que capta al paciente y lo acompaña en una enfermedad crónica en edades en las que no debería darse”.
También expuso su testimonio el paciente zaragozano Fernando Herrero, que contrajo el COVID a los 48 y tuvo que estar ingresado un mes en la unidad de alto flujo (previa a la UCI) en el Hospital Royo Villanova. “No eres consciente de la gravedad que tiene esta enfermedad porque estás muy estable. Cuando me marché a casa comenzó el calvario: perdí 11 kilos, no tenía fuerza, no me podía duchar ni vestir. Tardé más de dos meses en hacer una vida un poco más normal, aunque no puedo hacer ejercicio físico como subir una cuesta o correr porque todavía tengo disnea y tenía parámetros cardiovasculares que iban mal, aunque he ido mejorando. También en ocasiones tengo la cabeza un poco desorientada”, señala.
Otra sanitaria, la enfermera de 55 años María Picontó, del centro de salud Santo Grial de Huesca, se infectó asistiendo a una paciente anciana en su domicilio. “Es una situación de riesgo para el personal de atención primaria porque es difícil mantener las medidas de protección en un domicilio y el tiempo de exposición es prolongado y puede ocurrir lo que me pasó a mí. Sus familiares dieron positivo, también su cuidadora y luego lo cogí yo en noviembre”, relata.
Después de un proceso catarral, llegaron los síntomas del covid en fase aguda y ahora prolongado. “Todavía no estoy recuperada. He tenido dos recaídas fuertes por una crisis de debilidad brutal que no me permitía ni mantenerme en pie. Todo esto se ha alargado durante meses con una evolución muy lenta y con mucha variedad de síntomas. He dejado de hacer muchas cosas a nivel familiar, social y laboral porque he estado muy débil y todavía no me he reincorporado al trabajo”, detalla.
Ha pasado estas fases tomando probióticos por su afección intestinal y le ofrecieron antidepresivos que no llegó a tomar “porque no he estado deprimida, aunque sí con malestar anímico”. Para María Picantó es crucial “la rehabilitación” en estos pacientes y una mayor atención clínica “porque el covid prolongado no hospitalizado está en tierra de nadie y hace falta una respuesta organizada del sistema”.
En ese sentido, ante el anuncio el viernes en las Cortes de Aragón de la consejera de Sanidad de la creación de un protocolo en Atención Primaria para realizar un seguimiento médico a los pacientes con secuelas generadas por este virus, el presidente del Colegio de Médicos de Huesca recalca que es urgente su puesta en marcha: “No hay que esperar muchas veces a que las autoridades creen las unidades específicas. Los médicos debemos de considerar si hay que establecer consultas monográficas y tirar hacia delante, guste o no la autoridad. La administración es muy rígida en sus planteamientos y en sus protocolos, y muchas veces debemos de ser los médicos quienes digamos que se ha generado una situación y ha que darle respuesta”.
Y es que como ha destacado José María Borrel, el covid persistente está generando una serie de sintomatología muy variada, a los que hay que unir el impacto que ha tenido en distintos sectores de la sociedad a los que también se deberá prestar atención no sólo médica. “Los dolores son inespecíficos, pero todos los que lo han pasado aseguran que no son el de antes. Por otro lado, los que no lo hemos sufrido tampoco somos los de antes”, subraya el presidente de los médicos altoaragoneses.
Se estima que hay 20 millones de afectados en Occidente, 5 de ellos en Europa. En España hay 700.00 y en Aragón, 15.000. En el ámbito sanitario se calcula que hay 11.000 profesionales con estos síntomas.