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8 febrero, 2022El aislamiento, el miedo al contagio, la incertidumbre o la soledad por la pandemia aumentan la ansiedad y la depresión. Los profesionales vuelven a reclamar más recursos públicos para atender unos trastornos psicológicos que van a ir a más.
Miedo al contagio, aislamiento, falta de contacto social, pérdida de seres queridos, duelos no resueltos, soledad, incertidumbre ante lo que estaba ocurriendo, problemas económicos y laborales... La pandemia de la covid irrumpió en marzo de 2020 dejando a su paso un aumento de cuadros de ansiedad y depresión, malestar emocional, tristeza, un incremento de episodios de trastornos mentales graves y de ideas suicidas. El bienestar psicológico ha sufrido un serio revés por esta emergencia sanitaria y se ha cebado especialmente con la población infantil y juvenil, que veía cómo sus rutinas se alteraban por una enfermedad desconocida.
La pandemia ha aumentado las demandas asistenciales relacionadas con este tipo de trastornos. Desde la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (Asapme) reconocen que han prestado atención psicológica y psiquiátrica a muchas más personas que antes de la covid y han redoblado esfuerzos para llegar a casi un 20% más de menores. Psicólogos y psiquiatras alertan del incremento de casos tras casi dos años de tensión continua. "Hemos constatado que han aumentado las demandas de atención alrededor de un 10% y observamos un aumento de la sintomatología ansioso-depresiva", subraya Lola Sobrino, responsable de Atención Psicosocial de Asapme. "Y se manifiesta tanto en personas que padecen estas patologías por primera vez como en aquellas en las que se han agravado", añade.
El cambio en los hábitos diarios, la reducción de los contactos sociales y de las alternativas de ocio han tenido también un reflejo negativo en los menores. Para el psicólogo Manuel Martínez, responsable del departamento de Atención Infanto-Juvenil de la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental, el confinamiento, cuando se cerraron los colegios y se sustituyó la educación presencial por la telemática, sobre todo, privó a esta población de compartir experiencias con sus compañeros: "Los menores necesitan, con o sin pandemia, crecer en un entorno seguro y predecible. Y la pandemia es todo menos previsible".
El Departamento de Sanidad, consciente del problema, decidió activar unas consultas monográficas para atender estos problemas desde Atención Primaria para mitigar sus consecuencias y evitar que deriven en patologías severas. La saturación de los centros de salud en esta séptima ola, sin embargo, ha ralentizado su puesta en marcha. Tal y como adelanta José María Abad, director general de Asistencia Sanitaria, la Consejería trabaja en la estrategia de prevención del suicidio y va a iniciar un proceso participativo del Plan de Salud Mental 2022-2025: "No hablamos de grandes equipamientos, sino de disponibilidad de profesionales". Este es, precisamente, el caballo de batalla: la salud mental afecta a una de cada cuatro personas y requiere una ratio adecuada de psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales o terapeutas ocupacionales. Aragón cuenta con una ratio de cuatro psicólogos en la sanidad pública por cada 100.000 habitantes, por debajo de España (6) y muy lejos de la media europea (18). La ola de salud mental va a ser la ola final de la covid. Ya lo está siendo. El presidente del Colegio Profesional de Psicología de Aragón, Santiago Boira, reitera la necesidad de "aumentar los recursos del sistema público de salud". Este año han salido seis plazas de residente de Psicología para hospitales en Aragón. 204 en España. "Claramente insuficiente para lo que se necesita". Boira añade: "La sensación que tenemos es que ir al psicólogo es un lujo, que a los profesionales acuden las personas que se lo pueden pagar, cuando en realidad el acceso a la salud mental es un derecho para toda la ciudadanía". Tal y como apunta, "un reto pendiente es la incorporación de profesionales de Psicología a la Atención Primaria", un sistema que debe ser "clave" en la detección precoz de determinadas dificultades psicológicas, que permita "actuar cuanto antes". Esta ‘fatiga pandémica’ se refleja, cada vez más, en la sociedad, en general, y entre los profesionales sanitarios, en particular.
"Prevemos que va a ir a más"
"Estamos viendo todos los días un incremento de patología en adolescentes que nos tiene a todos muy preocupados, y también de la demanda de atención de la unidad de salud mental por secuelas de la pandemia. Y prevemos que va a ir a más". Miguel Martínez Roig, jefe de servicio de Psiquiatría del Sector Zaragoza I, enumera situaciones con las que se encuentran, como "trastornos emocionales, autolesiones, trastornos de regulación de sus emociones y conducta alimentaria. "Esto es solo la punta del iceberg", reconoce Lola Sobrino: "Lo previsible es que la demanda de profesionales especializados en salud mental vaya en aumento".
"Siempre recomendamos -dice Martínez Roig- dosificar la información, mantener contactos sociales, ser proactivo y seguir una rutina y horario y una actividad física". "El confinamiento desestabilizó a los jóvenes porque alteró sus horarios", resume. Ante este escenario, recuerda que llevan años reclamando más profesionales: "La prevención pasa porque la gente esté bien atendida. Hay que reforzar la Primaria, donde recae el peso de la pandemia, y muchas veces las dificultades de acceso incrementan la ansiedad y los trastornos emocionales".
"Tenía una gran responsabilidad laboral y me generó ansiedad"
La energía que tenía antes, ahora me falta. No soy la que era". Una zaragozana de 53 años recuerda que empezó a encontrarse mal coincidiendo con el inicio de la pandemia. De la noche a la mañana tuvo que tomar muchas decisiones como responsable de un servicio de comida rápida cuando se decretó el confinamiento: "Fue complicado. Había cambios constantes, tenía que mandar a empleados al ERTE, aún sabiendo que tenían hijos y su familia dependía de ese sueldo, pedir que acudieran a domicilios sin saber lo que iba a pasar... Había que adaptarse a situaciones muy cambiantes y tomar decisiones muy duras. Fue una gran responsabilidad y me generó muchísima ansiedad".
La pandemia dejó huella en su estado de ánimo: "Tenía mal genio, no dormía bien, a veces me faltaba hasta el aire...". "Era como una bola que fue creciendo hasta el punto que me hablaban y me echaba a llorar", recuerda visiblemente emocionada.
Llegó un momento que vio que la situación era insostenible, y decidió ponerse en manos de profesionales para reconducir su día a día. Recibió ayuda psicológica en la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (Asapme) donde, según relata, le ofrecieron "herramientas" para seguir adelante. Tuvo que hacer frente, además, a la preocupación por el estado de salud de su madre, que vive en una residencia: "No podíamos tener contacto con ella y pasábamos mucho miedo, por todo lo que estaba ocurriendo". Eso le generó también, recuerda, "un fuerte desgaste y agotamiento".
Para esta mujer, la pandemia está aumentando la tristeza y la incertidumbre. "Hay un bombardeo constante de información negativa", asegura. La sociedad está "cansada psicológicamente, mentalmente está siendo agotador porque no ves que esto termine". Ella, sin embargo, ha aprendido a gestionar sus sentimientos y ahora, con esperanza, asume la suerte de "haber sido consciente y haber solicitado ayuda a tiempo".
Fuente: Heraldo de Aragón