El coronavirus ya ha doblegado a España por dos veces. Si la pandemia pilló en marzo al país desprevenido, sin materiales en los hospitales ni medios en las residencias, ahora es de largo el Estado de la Unión Europea con peores registros en esta segunda oleada. Según el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades (ECDC, en sus siglas en inglés), la incidencia acumulada en los 14 días anteriores asciende ya a 152 casos por 100.000 habitantes, muy por delante de Malta (119), Rumania (88) y Francia (54). Los casos positivos eran hace un mes en su gran mayoría personas jóvenes y asintomáticas, pero la propagación del virus ya ha hecho que suban las hospitalizaciones y fallecimientos. La preocupación entre los responsables sanitarios es máxima. “Fernando Simón [director de emergencias de Sanidad] lo dejó claro: el ministerio no pensaba que llegáramos a estos niveles de incidencia hasta bien entrado el otoño”, explica un asistente al Consejo Interterritorial de Sanidad celebrado el pasado miércoles.
EL PAÍS ha consultado a 11 expertos de distintos ámbitos las razones del problema y las posibles salidas del atolladero. Las respuestas apuntan a una mala gestión de la desescalada, la falta de rastreadores y el incumplimiento de las medidas de prevención por la población. Si se quiere evitar un nuevo confinamiento, añaden, hay que mejorar la gestión de los datos, intervenir antes en cualquier brote y acelerar el diagnóstico y la búsqueda de contactos. Una fórmula repetida en los últimos meses pero que las Administraciones no aciertan a aplicar.
Estas son las tres preguntas que les planteamos:
“Falta capacidad estratégica para gestionar la pandemia”. Miguel Hernán, catedrático de Epidemiología de la Universidad de Harvard
1. La situación es lamentable, como venimos observando con consternación en las últimas semanas, pero todavía más preocupante es la falta de capacidades estratégicas para la gestión de la pandemia. La rápida apertura de mayo y junio solo era justificable si se acompañaba de la construcción de esas capacidades. No es sorprendente que el aumento de movilidad y turismo se haya traducido en más casos de coronavirus pero sí que muchas áreas carezcan aun de sistemas adecuados de aislamiento de casos y rastreo y cuarentena de contactos, o que se desconozca si las capacidades actuales de diagnóstico serán adecuadas para el otoño/invierno. Un problema fundamental es que este resurgimiento epidémico amenaza de nuevo al sistema sanitario y puede obligar a ralentizar la actividad económica. Tenemos que entender que no hay atajos que valgan: economía y salud pública van de la mano. No habrá crecimiento económico sostenido sin una gestión efectiva de la epidemia.
2. En parte la imprevisión a la que me refiero arriba y en parte razones culturales. Las epidemias son como los incendios: pueden resurgir por una chispa aunque no todas las chispas producen un incendio. El número de chispas es probablemente mayor en España que en otros países europeos por la espontaneidad y cercanía de nuestras relaciones personales en condiciones normales. La mayoría de la población está teniendo un comportamiento ejemplar en cuanto a uso de mascarilla y distanciamiento social pero, desafortunadamente, otros han revertido rápidamente a las pautas culturales habituales que implican besos, abrazos y conversaciones a dos palmos con amigos y conocidos, a veces en reuniones tipo botellón o en recintos cerrados sin buena ventilación y donde se habla alto. Todo aquel que elija revertir a una conducta pre-pandemia debería comprometerse a no relacionarse, y por supuesto no convivir, con personas mayores o con enfermedades previas.
3. Estamos a tiempo de evitar un nuevo confinamiento y cierre de colegios si acometemos una gestión epidémica coordinada. En particular, necesitamos desarrollar indicadores cuantitativos -públicos y de metodología transparente- para armonizar decisiones sobre cambios de fase. Esto no será posible mientras el grueso de la supervisión técnica siga recayendo sobre pequeño grupos del Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas que están siendo consistentemente desbordados. España se merece una agencia nacional potente, con mayor capacidad de respuesta, que articule funciones ahora dispersas por la administración, que atraiga a los excelentes profesionales de salud pública que hay en el país, que trabaje codo con codo con las comunidades autónomas y que sea un ejemplo de comunicación con la ciudadanía. El reciente compromiso del gobierno para crear una agencia española de salud pública, similar a las existentes en otros países de nuestro entorno, es tremendamente ilusionante y la mejor herramienta para la próxima crisis sanitaria.
“Hemos querido volver a la normalidad demasiado rápido”. Magda Campins, jefa de Medicina Preventiva del Hospital Vall d’Hebron (Barcelona)
1. La situación es preocupante por el marcado aumento de la incidencia de las últimas semanas. Cada vez la propagación es más rápida y la capacidad de contención lograda es insuficiente.
2. Probablemente la desescalada se hizo demasiado rápido, pasando de una fase a otra sin dejar el tiempo suficiente. Una segunda razón fue que ante los primeros brotes no se ha tenido una capacidad da rastreo suficiente. Tercero, la población no ha respetado en algunos casos las medidas de prevención. Hemos querido volver a la normalidad demasiado rápido. Y por último, no hemos hecho test masivos hasta ahora.
3. Hay que ampliar la capacidad de rastreo. También hay que hacer más test masivos allí donde la incidencia se está disparando. Y por último, pero no menos importante, hay que incidir en la población joven, que respete las medidas de prevención para evitar la transmisión del virus a la población mayor y más vulnerable.
“Parte de los casos se deben a la relajación de las medidas de protección individual”. Antoni Trilla, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic (Barcelona)
1. Nos encontramos en una situación incierta. Siguen detectándose brotes y aumentando los casos y hospitalizados. La epidemia viaja a diferente velocidad y con distinto impacto por todo el país, pero la situación en Madrid, Aragón y el País Vasco es hoy más preocupante. No hay transmisión comunitaria sostenida ni generalizada, por lo que hay que insistir en fortalecer la estrategia de contención y ataque: detección de casos, estudio rápido de contactos, aislamiento y cuarentenas efectivas, así como cumplir de forma estricta las medidas de protección.
2. Hay varios países de la UE (España, Francia, Reino Unido, Alemania...) en los que aumentan los casos, la mayoría leves o asintomáticos. También ha aumentado la capacidad de realizar pruebas PCR, aunque debemos mejorar en este aspecto. España realizaba a finales de julio 582 PCR por 100.000 habitantes. Francia y Alemania 680 y el Reino Unido 1.378. Es probable que una buena parte de este aumento de casos se deba a una relajación en las medidas de protección individual. Varios brotes registrados apuntan a actividades en el exterior (fiestas, botellones...) y en el interior (lugares de ocio nocturno) en las que no se respetan las distancias, se habla en voz alta y se consume alcohol, factores de riesgo de contagio. Un 20% de casos tiene menos de 20 años.
3. Debemos esforzarnos para iniciar el curso en las mejores condiciones epidemiológicas posibles. Ello significa pocos casos y controlados. De no ser así, la situación será más complicada. El riesgo de contagio no será nunca cero, ni para niños, familias, profesores... Pero hay que aceptarlo y minimizarlo. Las medidas de protección individual, la reducción del número de alumnos por clase, la ventilación de las aulas y otras medidas pueden llevarse a cabo con buena voluntad, paciencia, comprensión y solidaridad. La Administración debe hacer un gran esfuerzo para garantizar las mejores condiciones de seguridad.