La esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa y mortal más conocida por sus siglas, ELA, ataca la médula espinal, el encéfalo y la corteza cerebral, y extermina poco a poco las neuronas motoras. Con lentitud, el paciente sufre la debilidad en sus músculos hasta que presenta síntomas como dificultades para deglutir, hablar y respirar. "La ELA se produce de manera insidiosa para producir la degeneración de las neuronas motoras", explica Maite Mendioroz, investigadora del Biomedical Research Center de Navarra, durante el foro 'Ensayos clínicos y búsqueda de nuevas dianas terapéuticas contra la ELA', organizado por la Fundación Ramón Areces y la Fundación Luzón. "Hace que se pierda la comunicación entre la neurona y el músculo".
La sintomatología más frecuente, como la pérdida de masa muscular y la debilidad, se "solapa con otras enfermedades", prosigue Mendioroz. "Uno de los retos de la ELA es la detección. Los pacientes sufren un peregrinaje de consulta a consulta, con un retraso de diagnóstico de diez meses desde el inicio de los síntomas".
En España se estudian dos posibilidades, ambas en fase de desarrollo. Una de ellas parte de algunos factores que producen la muerte de la "motoneurona", explica Ana Martínez, investigadora del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC. "Aunque no tenemos cura ni tratamiento eficaz para la ELA y su causa se desconoce, sabemos que el estrés oxidativo o la agregación de proteínas produce estas muertes neuronales. Una proteína, la TDP43, está presente en casi todos los pacientes y se asocia al ADN para regular las traducciones de sus funciones. Cuando presenta una patología, se rompe el equilibrio dinámico y esta proteína, que sale al citoplasma, sufre modificaciones, como rupturas y agregados".
Martínez asegura que la ELA "es una enfermedad de esa proteína", al igual que la demencia o el alzhéimer. Trabajar con los agregados proteicos que involucran la TDP43, mediante complejos procesos químicos, puede ayudar a encontrar una diana confiable para detectar la ELA. "El biomarcador que queremos es una proteína multifactor, que alterna mucha vías de señalización de nuestro organismo", explica la científica. "Hace falta mucho por conocer pero estamos más cerca que hace 20 años".
Otra investigación en marcha contra esta enfermedad rara que afecta a 4.000 personas en España, con una tasa de diagnóstico de mil pacientes al año, con unas cifras similares de mortalidad anual, es la "biopsia líquida", que desarrolla el equipo de Mendioroz.
"Nuestro objetivo es identificar marcadores epigenéticos. Es decir, el conjunto de mecanismos que encienden y apagan los genes. Hay evidencias de que la síntesis de nuevas neuronas se altera en las enfermedades neurodegenerativas tanto por exceso como por defecto". Como estos cambios "están encerrados y comprimidos en el cerebro, sin que se pueda hacer una biopsia", se les busca rastreándolos por la "sangre periférica". "La biopsia líquida es una tecnología que detecta y aísla fragmentos de ADN que liberan las células cuando mueren. Pretendemos aplicarla como biomarcador no invasivo".
Las dianas son útiles también para avanzar en los posibles tratamientos. "El problema con la ELA es que la sintomatología es muy diversa", sostiene Jesús Mora, médico de la Unidad de ELA del Hospital San Rafael. "En España se realizan ensayos con unos 500 pacientes, pero no tenemos aún un biomarcador. Se detecta por pruebas, como la capacidad respiratoria, que da una idea de la evolución".
En el futuro, "no vamos a encontrar un único biomarcador, sino paneles de biomarcadores donde se combinen los mecanismos que generan la enfermedad", asegura Mendioroz. "Cada biomarcador es como un grano de arena en una playa gigante, y la unión de varios granos, que vendrán de diferentes ámbitos moleculares, nos dará un buen biomarcaje". Coincide Martínez, que añade: "Los fármacos serán quizás también en combinación".