Nunca, con ningún otro proyecto –"y mira que trabajo en cáncer"–, había sentido tanta presión social. A Pilar Martín Duque le sale expresarlo en inglés: ‘overwhelming’ (una experiencia abrumadora). Los científicos que investigan en covid-19 "generamos grandes expectativas, y nos sentimos presionados por no decepcionar: con llamadas, en las redes sociales, hasta los conocidos por la calle –algunos se creen que eres el nuevo doctor Simón y que te sabes todas las estadísticas–. La realidad es que ninguno lo sabemos todo sobre este virus y aprendemos día a día, tratando de aportar nuestro granito con lo que sabemos hacer", reconoce esta investigadora Araid en el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud (IACS ) y parte del grupo NFP del Instituto de Nanociencia de Aragón.
A distancia, como tantos trabajadores en el estado de alarma, teledirige un proyecto que, con una nueva estrategia, persigue desarrollar un test de diagnóstico rápido y temprano del virus. Un test más sensible que los actuales y al que no se le escapen esos falsos negativos que, sin saber que son portadores, expanden la infección. Fue uno de los incluidos en las primeras tandas de financiación –en este caso con 71.500 euros para seis meses– a través del Fondo Covid-19 que gestiona el Instituto de Salud Carlos III y "si esto va bien, podríamos patentarlo".
Para lograr que "el genoma del virus dé la cara y se pueda detectar antes", Martín se ha fijado en las microvesículas celulares, unos elementos "a los que antiguamente no se les daba importancia porque portan los materiales de desecho de la célula, pero ahora se ve que son también una forma de comunicarse, que están implicados en diálogos celulares". Cada vez están viendo más que "también los virus atacan a las células, que los excretan fuera cuando se intentan defender, así que parte del genoma del coronavirus podría ir dentro de estas microvesículas de fluidos como la saliva o la orina". Fluidos de tan fácil acceso que se podrían tomar las muestras en casa, en lugar de hacer un molesto frotis nasal o de garganta. "Esperamos tenerlo en clínica en otoño", prevé.
Con muestras de pacientes de covid-19 procedentes del Biobanco de Aragón, ya han dado comienzo los primeros experimentos en el Centro de Investigación Biomédica de Aragón. Mark Strunk y Ana Medel trabajan en un laboratorio que ha sido rebautizado como ‘sala covid’ por su dedicación actual a estas investigaciones. Allí, bajo medidas de bioseguridad de nivel 2, centrifugan las muestras para extraer el ARN del coronavirus, que se traslada al laboratorio de Pre-PCR, donde se prepara para amplificarlo en un ambiente libre de contaminaciones. "Queremos ver si se obtiene suficiente material genético para detectarlo, ya que la cantidad de ARN en las vesículas celulares es baja", explica Strunk, bioquímico holandés que trabaja en el Servicio de Secuenciación y Genómica Funcional del IACS y Unizar. Su compañera, doctoranda en el grupo de Martín y contratada para este proyecto, indica que "hay tan poco ARN que no se puede detectar con la habitual técnica PCR".