¿Qué tal están las cosas con el maldito coronavirus?
Voy a entrar de guardia ahora a las 12 del mediodía. Estaré hasta mañana en la uci del hospital Royo Villanova. Tenemos siete pacientes con coronavirus en la uci y 90 en planta. Ampliamos la uci de 10 camas a 16. Son necesarias para pacientes con otras patologías: postoperatorios complicados, infartos, neumonías no covid...
Es un tiempo muy duro...
Sí, con una sobrecarga de trabajo importante y, sobre todo, con un reto emocional. Cambian algunas concepciones: ante la imposibilidad de informar directamente, hay que hacerlo telefónicamente.
Le veo lleno de energía. Y tenemos que hablar de algo más que del coronavirus…
Entiendo que es por la presidencia de Aspanoa…
Así es.
Dejó la presidencia Miguel Casaus en julio pasado y alguien tenía que ser. Siempre tiene que haber un presidente y ahora soy yo.
¿Cómo ha llegado hasta aquí, hasta Aspanoa?
Fue en 2015, cuando mi hijo tenía siete años y le diagnosticaron un linfoma.
Vaya…
Ingresó en Oncopediatría. Hubo que afrontar los efectos de la quimioterapia. Fue duro, aunque yo ya tenía experiencia…
Cuente, por favor.
Yo también tuve un linfoma.
Pues, oiga, le veo sensacional…
Tenía 29 años cuando comencé a sentir dolores en el pecho. Me lo diagnosticaron cuando el tumor ya había evolucionado. Lo tenía en el tórax. Era un linfoma con alto grado de malignidad.
Y lo desfavorable lo hizo favorable…
Dije: para adelante, las cosas hay que afrontarlas. Las afronté. Me ayudó mi mujer, que es médico también. Y mi familia. Quimio y radioterapia. Fue bien. Fui tratado por grandes profesionales. En cualquier caso, no querría incidir tanto en las situaciones que pasamos mi hijo y yo. El cáncer es una cuestión global.
¿Considera que al paciente hay que contarle toda la verdad?
El rigor es esencial, también en la medicina.
¿También cuando el paciente es un niño?
A un niño hay muchas formas de contárselo. Decirle que estarás unos meses sin ir al cole, que todo irá bien... Eso sí, para un padre no hay nada peor que la enfermedad de un hijo. Es muy duro, durísimo.
Le entiendo.
Vamos a intentar ayudar a la gente que sufre este problema. Sobre todo, a los niños. La enfermedad de mi hijo, además de muchos quebraderos de cabeza, me permitió conocer Aspanoa. Los conocía del partido de fútbol de veteranos de la Romareda.
Las leyendas que, con toda su dignidad, se muestran al escrutinio público de miles de personas pese a que sus tiempos de gloria ya pasaron.
Me gustaba ir al partido, ver jugar a los que fueron mis ídolos. Cuando ocurrió la enfermedad de mi hijo, conocí el cariño y la profesionalidad absoluta de Aspanoa, el magnífico trabajo que desarrollan y todo lo que ayudan a las familias. Además, no te piden nada a cambio. Decidí hacerme socio. En 2017, Miguel Casaus me pidió que colaborara con ellos y no lo dudé ni un segundo.
Este año no hay partido, por la pandemia. ¿Cómo le metemos un gol al cáncer esta temporada?
Y ese partido representa el 20 por ciento del presupuesto. Necesitamos 700.000 euros anuales. Todos los años se dan entre 30 y 40 diagnósticos nuevos. El tratamiento de mi hijo fue de seis meses, pero hay otros más largos. En Aspanoa atendemos anualmente a 250 familias en diferentes fases de la enfermedad. También financiamos la investigación del cáncer infantil con el objetivo de aumentar la supervivencia y reducir las secuelas que produce.