El Servicio de Farmacia Hospitalaria del Clínico de Zaragoza se adaptó hace un año a la repentina presión asistencial por la pandemia, en un escenario en el que convivía la falta de evidencia científica con el incremento de la demanda de determinados fármacos y el aumento exponencial de pacientes en planta y en las ucis. El personal tuvo que responder a este ritmo poniendo en marcha la dispensación de medicamentos a domicilio durante el confinamiento así como adecuarse a la inesperada reorganización de las plantas en el hospital y a la creación de otras, como la que se abrió para pacientes covid en la residencia de Casetas. Desde diciembre, además, son los responsables de recibir, conservar, custodiar y dispensar las vacunas contra el coronavirus.
El servicio está formado por 52 trabajadores, entre farmacéuticos, administrativos, personal de enfermería, celadores y un controlador. Gestionan 2.200 medicamentos diferentes que van destinados a los enfermos ingresados y a los pacientes externos, así como a los 23 centros de salud del Sector Zaragoza III, dos centros de especialidades, cinco sociosanitarios y el Hospital de Ejea. «Es un servicio central que da apoyo al resto de servicios médicos y quirúrgicos», explica la doctora Tránsito Salvador, jefa de servicio de Farmacia del Clínico, y Virginia Expósito, supervisora de Enfermería.
El papel de la Farmacia ha ido evolucionando y ha pasado de ser principalmente logístico a otro más clínico, como es la farmacocinética, rama que empezaron a desarrollar hace cinco años «con una gran aceptación por parte de los médicos». «Es –dijo– una herramienta que sirve para ajustar las dosis de los fármacos de estrecho margen terapéutico mediante el estudio diario que el farmacéutico hace de los niveles plasmáticos de los pacientes hospitalizados y así se garantiza una optimización del tratamiento y se evitan posibles toxicidades. Esta actividad también la hacemos para otros hospitales de la Comunidad».
Los fármacos se reciben en el área destinada a la recepción y después se almacenan para su posterior dispensación intra y extrahospitalaria. En el almacén se organizan con unos sistemas semiautomatizados, llamados carruseles, que ahorran tiempo, espacio y que controlan el ‘stock’. «El médico prescribe tratamientos, el farmacéutico los valida y, con esa información revisada, se preparan los carros de dosis unitaria compuestos de cajetines independientes que llevan la medicación de cada uno de los pacientes ingresados», resume. Se llevan a las habitaciones a las 15.00 y contienen la medicación para las 24 horas siguientes, y tiene un circuito doble. Otra área es la zona de estériles, donde se preparan los fármacos para su administración por vía intravenosa: se elaboran una media anual de 28.000 preparaciones de quimioterapia, 3.000 de nutrición parenteral, 1.000 de ensayo clínico y 15.000 de otros fármacos como antiinfecciosos.
«La atención al paciente externo es una de las áreas que más ha ido incrementándose estos años, y ha sido muy importante durante la pandemia», indica Tránsito Salvador. Disponen de dos puestos de atención farmacéutica por las mañanas, y dos por las tardes algunos días, con cita previa en su mayor parte, donde atienden a 112 personas al día procedentes de las consultas externas y dispensan 3.000 fármacos al mes. Estos pacientes acuden a recoger la medicación que solo está disponible en la farmacia del hospital y supone el 60% de todo el gasto farmacéutico del hospital (que asciende a 4,4 millones de euros mensuales de media): «De ahí la importancia de asesorar y hacer seguimiento del plan farmacoterapéutico de los pacientes en las consultas de atención farmacéutica». La telefarmacia, que se potenció al inicio de la pandemia, ya funcionaba desde hace tres años para los pacientes de Ejea y su entorno, acercando la medicación a unos 130 pacientes al mes. Desde enero se ha ampliado también al ámbito de Tarazona (50 personas).
La Farmacia Hospitalaria también es responsable de la custodia, bajo llave, de las muestras de casi 100 ensayos clínicos. Además, los farmacéuticos participan en comisiones clínicas y grupos de trabajo, desarrollan sus propios estudios y ensayos y forman parte de equipos multidisciplinares asesorando tanto a nivel de hospital como a los servicios centrales del Salud.