El investigador del IIS Aragón y profesor de la Universidad de Zaragoza, Alberto Anel, explica en Heraldo de Aragón aspectos relacionados con la inmunoterapia
Los avances obtenidos con los llamados inhibidores de los puntos de control inmunitarios han abierto el camino para nuevas terapias frente al cáncer
La inmunoterapia del cáncer se ha desarrollado enormemente en la última década y ha pasado a constituir uno de los pilares del tratamiento de esta enfermedad, junto con la quimioterapia y la radioterapia. Los éxitos obtenidos con los llamados inhibidores de los puntos de control inmunitarios han abierto el camino para muchas otras terapias basadas en el sistema inmunitario. Los avances son continuos. La investigación tanto básica como clínica en este campo está en plena ebullición.
La inmunoterapia del cáncer consiste o bien en activar el sistema inmunitario del paciente para que sea este el que acabe con los tumores o bien en utilizar en la terapia contra el cáncer células inmunitarias que se han activado previamente contra tumores concretos y que se infunden posteriormente al paciente (terapia celular) o también sustancias producidas por el sistema inmunitario, como los anticuerpos.
Aunque algunas inmunoterapias, como la utilización de la vacuna de la tuberculosis (BCG) en el cáncer de vejiga o algunos anticuerpos dirigidos contra los tumores, ya se usaban desde hace tiempo, fue en 2010 cuando el campo despegó, debido a la aplicación de unos anticuerpos llamados inhibidores de los puntos de control inmunitarios en la terapia del melanoma.
Este avance partía de investigaciones básicas llevadas a cabo por el investigador norteamericano Jim Allison y por el investigador japonés Tasuku Honjo, que habían descubierto a finales de los años 80 estos ‘puntos de control’ y que habían caracterizado minuciosamente su función. Ellos también desarrollaron los anticuerpos bloqueantes cuya aplicación clínica llevó a cabo finalmente una empresa farmacéutica, obteniendo resultados espectaculares en pacientes que no tenían ninguna posibilidad de tratamiento y cuya esperanza de vida no era superior a dos meses (algunos de ellos siguen con vida actualmente).
Por todo esto, estos dos investigadores recibieron el premio Nobel en Fisiología y Medicina en 2018. Y su historia vuelve a confirmar algo que ya dijo otro premio Nobel cuando le preguntaron si era más importante la investigación básica o la investigación aplicada y contestó que solo existía la investigación básica, de la cual, a veces, se puede sacar alguna aplicación.
La oncoinmunología también podría llamarse inmunología tumoral; estudia cómo el sistema inmunitario se enfrenta al desarrollo del cáncer de forma fisiológica. Una vez que se hubo entendido, los estudios de ciencia básica en este campo permitieron generar herramientas exitosas de inmunoterapia.
Especialmente importante fue descubrir cómo el sistema inmunitario, al mismo tiempo que intenta eliminar los tumores, incide en su evolución, empujando hacia variantes tumorales que se hacen resistentes a los mecanismos moleculares y celulares que utiliza el sistema inmunitario en su lucha contra el cáncer.
También ha sido crucial la caracterización de los mecanismos a través de los cuales los tumores se rodean de un microambiente especialmente inmunosupresor, que hace que el tumor pueda evadir con facilidad la respuesta inmunitaria. Bloquear estos mecanismos inmunosupresores al mismo tiempo que se activa la respuesta inmunitaria antitumoral son los retos que hay que superar.
En los últimos tiempos se está demostrando que una sola terapia, ya sea inmunoterapia, quimioterapia o radioterapia, no suele funcionar en solitario, o si lo hace, los pacientes acaban recayendo. Para evitarlo, se está realizando un gran esfuerzo para encontrar las mejores combinaciones posibles para los más de 200 tipos de cáncer que existen.
Los datos indican que no va a haber una panacea que funcione para todos los tipos de cáncer, sino que en cada uno se necesitarán combinaciones concretas. Últimamente están teniendo bastante éxito ensayos clínicos basados en conjugados entre fármacos quimioterapéuticos y anticuerpos. Estos fármacos eran demasiado tóxicos cuando se usaban en solitario y producían efectos secundarios indeseables. Pero al conjugarlas con un anticuerpo dirigido contra el tumor, estos efectos indeseables se reducen y el efecto sobre los tumores es muy eficaz. Además, se pueden combinar con otras inmunoterapias para obtener mejores resultados.
Expertos nacionales e internacionales, tanto investigadores básicos y traslacionales como oncólogos e investigadores clínicos, han compartido las últimas aproximaciones en la inmunoterapia del cáncer en un simposio internacional celebrado en Zaragoza. Desde descubrimientos de ciencia básica que caracterizan nuevos factores inmunosupresores que aparecen en el microambiente de tumores de mama y que hacen que estos se hagan resistente a la quimioterapia (Lorenzo Galluzzi) a nuevos ensayos clínicos que demuestran la gran eficacia de la combinación de dos conjugados entre drogas y anticuerpos en cánceres de vejiga de mal pronóstico (Joaquim Bellmunt).
Asimismo, destaca la observación, por el momento preclínica, del gran beneficio de la vacuna contra la tuberculosis (BCG) en la capacidad del sistema inmunitario para rechazar el crecimiento de tumores de pulmón (Nacho Aguiló), el desarrollo de nuevas terapias basadas en linfocitos T que secretan anticuerpos y que activan al sistema inmunitario de forma masiva y específica contra los tumores (Luis Álvarez-Vallina) o las nuevas aproximaciones para seleccionar y activar linfocitos T infiltrados en los tumores para volver a infundirlos al paciente para acabar con el tumor (Azucena González). También los últimos ensayos clínicos de nuevas inmunoterapias en melanoma (Alfonso Berrocal), cáncer de pulmón (Mariano Provencio) o cáncer de mama (Mafalda Oliveira).
Fuente: Alberto Anel (Heraldo de Aragón)
Imagen: Unizar