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Ningún colectivo está sufriendo la pandemia como la tercera edad. No solo desde la fría perspectiva de las cifras -la media de edad de los fallecidos ronda los 85 años-, sino también desde el punto de vista psicosocial: son los mayores quienes más se están aislando con la intención de minimizar los contactos. Unas reclusiones precedidas de un confinamiento domiciliario obligatorio y que suponen un empeoramiento en el estado de ánimo y en su salud. Paloma González, presidenta de la Sociedad Aragonesa de Geriatría y Gerontología, es tajante: "El impacto es innegable, pues el hecho de romper las rutinas, restringir la movilidad y reducir el acceso a la atención sanitaria de la población mayor en ninguna circunstancia le puede hacer ningún bien. Y los efectos ya los estamos viendo".
A lo largo de tres meses, de marzo a junio, se redujeron de forma drástica las visitas a las consultas de Atención Primaria. “Durante el confinamiento, la gente dejó de acudir a los centros sanitarios, por miedo o porque directamente se desincentivaba. No olvidemos que las actividades preventivas y la mayor parte de las quirúrgicas se han limitado o, incluso, suspendido. Como consecuencia, hemos comprobado que ha disminuido la presentación de cuadros de ictus e infarto de miocardio en las urgencias, cuando tenemos clara cuál es la incidencia en la población. Son patologías que se han seguido produciendo, pero que no se han atendido correctamente”, lamenta la geriatra. Los médicos comprueban, asimismo, cómo algunos usuarios están regresando ahora a las consultas en peores condiciones que antes de la pandemia. “Ocurre, por ejemplo, con los pacientes respiratorios en el ámbito de la neumología. Se nota que la enfermedad ha progresado”, apostilla González, quien subraya la importancia de “mantener la atención sanitaria habitual”.
tro ámbito en el que los mayores se han visto afectados es el psicológico: “No hay precedentes. Nuestros abuelos, por mucho que hayan vivido una guerra, no se han enfrentado a algo similar a esto nunca. Es una generación que vive del contacto físico y social y que, al no estar plenamente capacitada para el uso de la tecnología, ha acusado de forma especial el aislamiento, que les ha afectado a nivel anímico y, por consecuencia, en la salud física”.
"Han disminuido los cuadros de ictus e infarto de miocardio en las urgencias, cuando tenemos clara cuál es la incidencia en la población"
También el hecho de contar con un espacio reducido, con apenas un pasillo por el que caminar, ha sido un factor determinante para la salud de la tercera edad. “Estar parados ha sido fatal para muchos. En pacientes con un deterioro cognitivo, esa pérdida de sus rutinas, esos paseos de media hora por la mañana y por la tarde que dejaron de hacerse, ha supuesto un duro golpe, sobre todo porque son personas con una capacidad limitada para readaptarse. Romper esas rutinas implica un impacto neuropsicológico, que en cada caso ha podido derivar en un agravamiento sintomatológico y conductual o en trastornos del ánimo, depresión e irritabilidad”.