Sostiene la mirada como pocos ante el objetivo de la cámara que le fotografía en los pasillos del antiguo CPS, con su arquitectura fría y escueta. Diego Gutiérrez (Zaragoza, 1970) cruza los brazos y sin pestañear obedece con una extraña firmeza. "Es que durante casi 10 años trabajé como seguridad en conciertos", explica. "Comencé en el que dio Julio Iglesias en la Romareda en 1993, y el siguiente fue el de Iron Maden en Barcelona. El que dio más problemas fue el de los Backstreet Boys, con las niñas que se asfixiaban. A mi me gustaba mucho el rock, AC/DC, Metallica.., rock clásico. Y Bruce Springsteen: uno de los mejores conciertos que he visto fue el de Zaragoza (1999)", recuerda este hombre de aspecto imponente, por su altura (1,88), su melena larga como signo de identidad, como evidencia máxima de lo superfluo frente a la ciencia. Catedrático del Área de Lenguajes y Sistemas Informáticos, es una eminencia internacional en realidad virtual, un mundo al que llegó, por suerte, gracias al poco interés que le despertó la carrera de Ingeniería Industrial, a la revolucionaria llegada de Toy Story y al largo poso de su inquietud por la ciencia y el espacio larvado a lo largo de los años en las lecturas de una revista determinante: National Geographic.
La ciencia como progreso
Después de su exposición mediática en 2016 su vida volvió a la investigación.
Sí, pero no me quejo de aquéllo, qué va, ni mucho menos porque es bueno divulgar ciencia, y tienes tus momentos y circunstancias para aprovecharlos. Para contar lo que se hace y que la gente entienda que en España, en Zaragoza se hacen cosas muy chulas. Es verdad que cuando tienes una financiación tan importante es atractivo para los medios, y encantado de que eso fuera así, pero no por un ego personal sino porque fue una oportunidad de difundir ciencia, que es fundamental para el desarrollo de todo, no solo de un país, sino de la propia persona, del ser humano. Sin ciencia no hay progreso en nada.
Estos años de crisis ha sido muy abandonada.
A los niños hay que motivarles, plantearles desafíos para que tengan sueños, ilusiones o metas más allá de cosas cotidianas. Un ejemplo muy típico es cuando Estados Unidos alcanzó la cúspide en tecnología, que ahora está perdiendo, y que fue en gran parte por su impulso a la carrera espacial. Ellos se dijeron: "Tenemos que poner a un hombre en la Luna en diez años", y eso generó muchísima ilusión puestos de trabajo, ingenieros, invenciones, científicos. Esa es la chispa que necesitamos, metas más allá de lo inmediato que motiven a una sociedad, y que España no hace bien. Se ve en todos los ámbitos. Cuando pedimos proyectos al Ministerio son pequeñitos, de tres años porque casi siempre te piden retorno sobre la inversión, qué empresas están interesadas… Todo eso es fantástico pero debería tener un programa con miras más largas, como 'vamos a poner un hombre en la Luna' que no requiera la inmediatez de un retorno. Debemos tener metas grandes, abiertas, que con tiempo generen un poso de ciencia sobre la cual se construye la tecnología de las aplicaciones.