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20 octubre, 2022Las palabras “cáncer de mama” hacen aflorar en nuestra mente miedo, incertidumbre, agobio o preocupación. No es infundado, ni mucho menos: hablamos nada menos que de la primera causa de muerte de mujeres en el mundo.
Debido a su importancia, desde 1990 el Sistema Público de Salud de las diferentes Comunidades Autónomas españolas ha ido incorporando el programa de cribado poblacional. El objetivo: que mujeres entre los 50 y los 69 años puedan realizarse una mamografía cada dos años en los centros de salud.
Pero ¿hasta qué punto salva vidas esta prueba? ¿Conocemos de verdad sus beneficios y riesgos?
Hay falsos positivos y sobretratamiento, pero sigue siendo el mejor método de diagnóstico precoz
Para responder, imaginemos que existe un grupo de 200 mujeres, con edades entre los 50 y los 69 años, que se hacen la mamografía de cribado cada dos años. A todas ellas se les hace un seguimiento de diagnóstico de cáncer de mama hasta que cumplen 80 años. Cabe esperar que ocurra lo siguiente:
- 1 de ellas sobrevivirá a un cáncer de mama gracias al cribado (de lo contrario habría fallecido por la enfermedad).
- 4 de ellas morirán de cáncer de mama a pesar de haberse realizado el cribado, pero habiendo recibido los tratamientos y cuidados adecuados para paliar el dolor.
- 8 serán diagnosticadas y sobrevivirán, aunque habrían sobrevivido igualmente sin el cribado.
- 2 serán diagnosticadas y tratadas de un cáncer de mama que no hubiese sido una amenaza para su vida, por su tipología o por su lento crecimiento (lo que se denomina un sobretratamiento).
- 40 de esas mujeres necesitarán pruebas diagnósticas adicionales para luego descartar que la alteración observada en la mamografía fuese un cáncer de mama (falso positivo).
Con esta información, la mamografía sigue siendo hoy en día el mejor método de diagnóstico precoz. Y por esta razón es recomendable seguir participando en este tipo de chequeos rutinarios. Si bien la incertidumbre del diagnóstico puede generar ansiedad, sus beneficios superan los riesgos que generan a las mujeres que participan en el programa de cribado de cáncer de mama.
Sin embargo, debido a que es difícil determinar qué mujeres se beneficiarían del cribado y cuáles podrían padecer los efectos no deseados, sería recomendable que pudieran dialogar con un profesional sanitario sobre sus creencias y sus miedos personales hacia el cribado, ser informadas sobre los beneficios y desventajas que pueden experimentar, y, así, poder tomar una decisión más informada. Situación que se contradice con el dato reciente de que sólo una de cada cien mujeres tiene un conocimiento adecuado de la mamografía y sus efectos.
Cómo aumentar la efectividad de los programas de cribado
Una posibilidad para mejorar la efectividad de los programas de cribado es cambiar el actual cribado estándar según criterios de edad a uno personalizado según el riesgo de cada mujer a ser diagnosticada de cáncer de mama. Ese riesgo se determina según las características personales, la historia familiar, las características genéticas, los antecedentes previos de enfermedad mamaria, entre otros.
De esta forma puede ajustarse el programa de cribado de manera más precisa, para cada mujer y en relación a su riesgo, en la edad de entrada y salida del programa, la frecuencia y el tipo de prueba. Así, por ejemplo, las mujeres de mayor riesgo pueden incorporarse antes al programa de cribado y hacerse el examen con mayor frecuencia, mientras que las de menor riesgo pueden distanciarlos. Es decir, focalizar los recursos en quienes demandan mayor atención, y conseguir un uso más eficiente.
Aunque hemos avanzado mucho desde la implementación del programa de cribado, nos quedan desafíos por delante, para lo cual todos somos relevantes: los clínicos, los poderes públicos, los gestores sanitarios, los académicos, las mujeres, sus familias, etc.
El Día Internacional del Cáncer de mama es una oportunidad para tomar conciencia de la importancia del cribado, adoptar actividades preventivas y fomentar la necesidad de informarnos para poder tomar una decisión.
Fuente: The Conversation. Autora: María José Hernández Leal, Ayudante Doctor en la Facultad de Enfermería, Universidad de Navarra
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