La búsqueda de vacunas esterilizantes contra la covid-19 es el mayor reto actual de la ciencia para frenar la pandemia y convertirla en una enfermedad de prevención sencilla, como pudiera ser la administrada para impedir el desarrollo del sarampión o la varicela.
Estas vacunas utilizan los virus patógenos debilitados, con la actividad muy limitada, para que el cuerpo responda generando anticuerpos. Hay varias carreras al respecto en todo el mundo, incluyendo España. El CSIC está trabajando en una, que utiliza ARN autorreplicativo y que de seguir la progresión de los investigadores por el camino actual, podría estar disponible a finales de 2022.
La vacuna sería aplicable por vía intranasal (adiós a la inyección) y cerraría el acceso al virus, vetando su capacidad de infectar al organismo. Isabel Sola, una de las científicas del CSIC que trabaja en esta vacuna, explicaba a los medios hace unos días que “la inmunidad esterilizante evita el contagio para el vacunado y del vacunado a otra persona, porque administrada de forma intranasal inmuniza la zona de entrada del virus". Por si fuera poco, esta vacuna puede incorporar fácilmente las mutaciones del virus, algo muy útil en una contingencia como la que vive actualmente con ómicron. La investigación aún está en fase preclínica, y los ensayos se han limitado a animales”.
Un ‘stop’ a la pandemia de la covid-19 contundente
La tendencia actual persigue el uso de esos virus atenuados en las vacunas intranasales, ya sean de SARS-CoV-2 o de vectores víricos que codifiquen la proteína S; se trata de que muestren una limitada capacidad de replicación, y estimulen respuestas sistémicas de IgG (la inmunoglobulina G es el tipo de anticuerpo que más abunda en el cuerpo: se encuentra en la sangre y en otros fluidos) e IgA, tipo de inmunoglobulina que se halla sobre todo en las secreciones de las mucosas de nuestro organismo como lágrimas, saliva, leche materna, mucosa gastrointestinal, urogenital y respiratoria. Los anticuerpos en las mucosas son la primera línea de defensa, en el lugar de entrada más frecuente de los patógenos. Si se estimula la IgA secretora en el aparato respiratorio superior, se impide la replicación vírica y, por tanto, la transmisión”.