La próxima supresión de la obligatoriedad de llevar esta protección en interiores puede agravar los miedos de algunos chavales a descubrir su rostro, especialmente en una etapa de cambios físicos.
Las mascarillas van camino de quedar como un complemento residual para la presente temporada primavera/verano. A pesar de que los contagios no han desaparecido, su uso va a menos en los espacios al aire libre, y desde el próximo día 20 dejará de ser obligatoria también en interiores -salvo en el transporte público y los centros sanitarios y socio-sanitarios-. Este hito será una liberación para muchos, pero para otros puede suponer un problema.
Los niños y adolescentes, como el resto de la población, llevan ya dos años con el rostro semi-tapado por las mascarillas casi de manera permanente en los espacios que comparten entre ellos. Este elemento ha hecho de ‘protector’ para algunos chavales con problemas de autoestima, o para los que no están satisfechos con su aspecto físico. Aunque la retirada de la mascarilla (evidentemente) no es obligatoria para nadie, el hecho de que su uso vaya a menos puede provocar -de hecho, ya lo está haciendo- una sensación de ‘desnudez’ en algunos niños y jóvenes.
Antonio Reloba, educador social y miembro de la junta directiva de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, confirma que “ya se está detectando el miedo a mostrar la cara entre los adolescentes”. “Durante este tiempo la han tenido tapada, y han podido ocultar esas imperfecciones habituales del rostro, como los granos propios de esa edad”, apunta. Según dice, estas reticencias se acentúan “en quienes tienen una autoestima baja, o que no están a gusto con su cuerpo”. “Prefieren estar con la mascarilla porque están más seguros. Quitársela es una especie de desnudez. Ahora, con el buen tiempo, se van enseñando partes del cuerpo, pero con la mascarilla hay reticencia porque la cara es un aspecto delicado”, apunta.
En los colegios e institutos han detectado estos miedos e inseguridades. Especialmente, en los centros de secundaria. Eva Bajén, presidenta de la Asociación de Directores de Institutos de Aragón, apunta que espera que no sea algo generalizado, pero añade que estarán “muy expectantes” ante la reacción de los chavales, porque “este tipo de miedos son habituales entre los adolescentes”. “Hace un año, cuando les pedíamos que se grabaran vídeos en casa para alguna materia, había alumnos que los hacían con mascarilla. Eso es por algo”, añade. En los patios, donde no son obligatorias desde hace dos meses, las mascarillas se siguen viendo cubriendo los rostros “de forma generalizada”, señala.
Por su parte, Ricardo Civera, presidente de Asociación de Equipos Directivos de Infantil y Primaria de Aragón, también observa que la mascarilla pervive en los patios, aunque en su caso lo achaca a que “ha arraigado como herramienta de prevención” frente a la covid. “Hay condicionantes de carácter social y familiar, puede haber niños que hayan sufrido la muerte de algún familiar, o que hayan pasado la enfermedad… Se han acostumbrado a llevarlas, ya ni siquiera lo piensan. A veces hasta la llevan en su propia casa”. Sandra Sánchez apunta que está estudiado que los hábitos para casi cualquier cosa “se adquieren tras 28 días consecutivos de algo”. “Con esto hemos estado dos años”, señala, y además “para muchos niños su concepto de la vida es ya con mascarilla”.
El miedo a los contagios... y al contacto físico
Al miedo descubrirse el rostro por cuestión estética se une al temor a un contagio. Esta psicóloga observa que hay “miedo e inseguridad”. “Curiosamente, las cosas que nos dan seguridad también nos generan falta de confianza. Cuando estamos seguros con algo externo, tenemos menos confianza en nuestra salud”, explica.
“Hemos hecho tanto hincapié en la mascarilla desde el mundo educativo y desde los hogares que hemos creado una especie de hipocondría programada, una pequeña ‘psicosis’ (así, entre comillas) con este asunto”, añade Antonio Reloba.
El psicopedagogo, además, añade otro cambio que con la vuelta a la normalidad puede ser preocupante: “La vuelta al contacto personal puede ser para algunos todavía peor que la retirada de las mascarillas”. Según apunta, “somos seres sociales” y “necesitamos del contacto personal con los demás”, pero el regreso de los besos y de los abrazos “en estas edades, en las que se crean los grupos y las amistades, es especialmente importante”. “Para los adultos es fácil porque lo hemos hecho toda la vida, pero para las personas que están en formación son dos años en los que evitar ese contacto se ha convertido en un hábito”, sentencia.
Fuente: Heraldo de Aragón