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8 julio, 2021Arbada habla de un aumento de casos del 18% en lo que llevamos de año, que se unen al agravamiento de los síntomas de pacientes ya diagnosticados de anorexia o bulimia durante la covid.
Los datos de las actividades desarrolladas por Arbada (Asociación aragonesa de familiares de enfermos con un trastorno de la conducta alimentaria) en plena pandemia del coronavirus son preocupantes: evidencian un aumento "alarmante" de casos de anorexia o bulimia en la Comunidad. Entre junio de 2020 y junio de 2021 recibieron 293 consultas de afectados (108 más que en el mismo periodo del año anterior), asistieron a 75 familiares en situación de crisis y atendieron 212 visitas de allegados (una media de 15 llamadas semanales para pedir información y orientación) combinando el formato presencial con el 'online', entre otras acciones. "En lo que llevamos de 2021 ha habido un aumento del 18% de casos con respecto al año pasado. Nunca habíamos visto un incremento tan elevado y eso ha hecho que desarrollemos más actividades", advierte su presidenta, Edurne Larrarte.
También en la sanidad pública aragonesa detectan lo que revela la memoria de Arbada. El psiquiatra Luis Lorén, de la Unidad de Trastorno de la Conducta Alimentaria (TAC) de adultos del Hospital Provincial Nuestra Señora de Gracia en Zaragoza, habla de un aumento de la incidencia de casos. "Nosotros estamos viendo un incremento en chicas de 18-19 años que ya tendrían una predisposición a desarrollar este trastorno tan grave y complejo. Probablemente el confinamiento y las restricciones a nivel social derivadas de la pandemia han desencadenado los síntomas de trastorno, tanto anorexias como bulimias. Y en psiquiatría infantil también lo están observando", explica.
Al mismo tiempo, este galeno habla de un "empeoramiento" generalizado de todos los pacientes diagnosticados (la mayoría mujeres). "Sobre todo cuando se prohibió salir de casa, al no poder hacer ejercicio físico, les aumentó la ansiedad y para compensarlo restringieron más (la ingesta de alimentos) y empeoró el cuadro físico y psicológico", subraya Lorén, quien sostiene que en estos momentos no hay "gran" lista de espera para primeras consultas, aunque sí para hospitalización. "Las camas para pacientes con TAC que necesitan ingreso hospitalario para todo Aragón son insuficientes. En este hospital hay dos, pero se van a ampliar a cuatro", añade.
Detrás de este 'bum' de casos de trastornos de la alimentación hay un componente social. "Hay una presión por ser delgado y la insatisfacción con la imagen corporal es un factor de riesgo, sobre todo con la expansión de las redes sociales (como Instagram). Para esas personas se están retroalimentando todavía más los síntomas y eso conllevará el desencadenar nuevas pacientes", destaca el psiquiatra del Hospital Provincial.
En Arbada también aluden a los mensajes 'de presión' que se lanzaron durante el confinamiento dirigidos a cuidar la salud y hacer deporte. No obstante, consideran que la comida es la manera de expresar que estas personas tienen una dificultad. "Además, hay una predisposición genética, una falta de autoestima y ciertas características de la personalidad (rigidez y perfeccionamiento en la anorexia y descontrol e impulsividad en la bulimia) junto a la presión social", detalla su presidenta.
Entre 4 y 5 años de tratamiento multidisciplinar
Las últimas cifras dadas a conocer por Arbada se suman al incremento progresivo de casos registrados en los últimos cinco años en dicha Asociación, en la que el 60% de las 200 familias que la componen son nuevas. Creada hace 24 años para acompañar a familiares de afectados en todo el largo proceso de esta enfermedad mental (entre 4 y 5 años de tratamiento multidisciplinar), Arbada apoya también a muchos pacientes y colabora con los especialistas de las Unidades de TCA en la región (con el Hospital Clínico y el Provincial en Zaragoza, el Hospital San Jorge en Huesca y el Hospital Ernest Lluch en Calatayud).
Tal y como apunta Merche Barcelona, trabajadora social de Arbada, no realizan tratamientos psicologócicos sino que se centran en el área familiar: comunicación familiar, detección precoz del trastorno o estrategias para manejar situaciones de conflicto en el día a día, entre otros aspectos. "La asociación lucha para mejorar los recursos en la sanidad pública", apunta.
Por su parte, Edurne Larrarte reclama "más recursos" en las Unidades de TAC, que sea "personal especializado" en trastornos de la conducta alimentaria quienes estén trabajando en ellas y que haya "más camas" para ingresos. A lo que Luis -familiar afectado- añade que se incluya en ellas a las familias en aras de un tratamiento integral. "Se intenta hacer, pero no se llega. Por eso está Arbada, que tiene la gran ventaja de que en situaciones complicadas ha podido derivar pacientes a esas unidades agilizando así el proceso ", asegura este último.
En cuanto al perfil de los pacientes con este tipo de trastornos, las edades más comunes son de 14 a 19 años y la proporción es de diez mujeres por cada hombre. Hay que destacar que es una enfermedad que se cura con un tratamiento adecuado. "Tenemos que tratar los factores biológicos, psicológicos y sociales que influyen en la predisposición, desencadenamiento y mantenimiento del trastorno. En el 85% de los casos comienzan con la pubertad, por eso tiene mejor pronóstico cuando se empieza a tratar de adolescente", explica el doctor Luis Lorén, que recuerda que -según las encuestas- el 50% de los pacientes se recuperan del todo, el 40% tienen recaídas y el 10% mueren. "Bien por causas orgánicas derivadas de la desnutrición o porque cometen suicidio", dice.
Durante el confinamiento, Luis y Francisco trataron de crear un ambiente "acogedor" a sus familiares para que estuvieran entretenidas y evitaran pensar en su enfermedad. Para ellos, se trata de un maratón que encaran con el mayor optimismo posible. "Se piensa que no comer es un capricho y no lo es en absoluto. Y hay que desarrollar estrategias para poder llegar a la final", concluye Luis, que lleva siete años batallando.