Entramos en el laboratorio covid del Centro de Investigación Biomédica de Aragón
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El alta días atrás del último paciente ingresado en la uci quirúrgica del Hospital Clínico Lozano Blesa evidencia la recesión de la pandemia en Aragón. María Beatriz Virgós Señor es adjunta de cuidados intensivos y coordinadora de trasplantes en dicho centro.
Se llama Gregorio…
Sí, lo recuerdo, Gregorio. Además, era uno de los primeros ingresados en nuestra uci, y de los que más tiempo ha estado allí. Ver salir de la uci al último enfermo de covid fue una mezcla de sentimientos. Gregorio luchó mucho, y nosotros también. Siento felicidad por su recuperación y por el trabajo bien hecho en equipo. Desde entonces, no ha habido más ingresos en la uci quirúrgica.
¿La sensación fue de alivio?
Fue un respiro. No he conocido una situación semejante. Estaba acostumbrada a momentos duros, tanto desde el punto de vista médico como humano, tanto en la uci como en la coordinación de trasplantes; pero esto no pensé vivirlo jamás. Difícil de explicar y de entender si no te has enfundado un EPI y no has estado horas en una unidad con enfermos covid. Han sido once semanas muy duras, con situaciones críticas. Eso sí, con muchísimo compañerismo y unión: cocina, lavandería, celadores, auxiliares, enfermeras, médicos…
¿Qué y cuándo acaeció el peor momento?
Al principio, cuando los enfermos se escapaban y no podías hacer nada. El dolor de tener que hablar con las familias por teléfono y no poder mirarles a la cara o tenderles la mano. El miedo a contagiar a compañeros o a las personas que viven con nosotros. Sabías que podías iniciar una cadena de contagio. Era y es fundamental no contagiarse ni contagiar.
Cierto.
Yo vivo con mi esposo, que también es médico intensivista y coordinador de trasplantes en el hospital Miguel Servet. Él tuvo una enfermedad cardíaca, una miopericarditis. Fue ocasionada por un virus. Es una persona de riesgo. Él no ha visto enfermos con covid, pero no cogió la baja ni se lo planteó. Durante estos meses, hemos tenido que hacer vidas separadas en casa. Tampoco he podido ver en este tiempo a mis familiares. A día de hoy, aún no he visto a mi madre. Es mayor y padece una enfermedad pulmonar. Hasta no dejar a los enfermos covid, tenía claro que no la vería.
También lucha por la vida desde la coordinación de trasplantes.
Así es, con el doctor Araiz. No podemos olvidar a la gente que ha muerto en casa. Quiero recordar también a todos los que han muerto en la lista de espera, pues en estas semanas bajó la donación en España. En los dos últimos meses, por motivos obvios, ha aumentado el número de fallecidos entre enfermos en lista de espera y los incluidos en urgencias cero.
¿Qué le dicen los pacientes en situación crítica?
Poco pueden decir, pues suelen estar intubados. En un trasplante, las palabras de la familia suelen ser de agradecimiento. Los enfermos de covid también estaban muy agradecidos. Cuando hay algún empeoramiento, se me encoge el corazón... Luchar por la vida es una vocación apasionante.
¿Qué mensaje querría trasladar ahora que parece que la tormenta ya escampa?
Hay que continuar estando vigilantes. Hay que evitar el repunte como sea. En invierno suelen ser más agresivos los virus que en verano. Pese a esta cuestión estacional, no podemos relajarnos.
Tampoco es tan complicado cumplir las normas…
A eso querría referirme. No pedimos tanto: el lavado de las manos, una distancia de dos metros y una mascarilla en el caso de no poder mantener la distancia.
¿Qué siente cuando ve a personas incumplir las medidas para evitar el contagio?
Me da mucha pena. Pena e incluso enfado por la falta de respeto que supone no cumplir las normas hacia los enfermos y las personas que lamentablemente han fallecido.