Sí, sí, estoy segura. Acudí al llamamiento único de la bolsa de Aragón, donde ofertaban diferentes plazas en Zaragoza, Huesca y Teruel a las que yo podía optar y Teruel me pareció una buena oportunidad.
Ya elegí este lugar para formarme durante cuatro años como geriatra y he creído interesante continuar con las cosas que estaba haciendo. En Teruel hay muchos pacientes mayores y el hospital está llevado específicamente por geriatras, algo que no ocurre en todos los lugares, y al ser un centro pequeño y accesible me permitía adquirir una buena experiencia.
¿Por qué cree que los profesionales sanitarios se resisten a trabajar en Teruel?
¡Uy! pues eso no lo sé. Habría que preguntárselo a ellos.
Tendrá compañeros en esa tesitura. ¿Le dicen que Teruel está lejos de grandes ciudades y que está mal comunicado?
No, de hecho, yo creo que Teruel está muy bien comunicado, al encontrarse, técnicamente, en medio de Valencia y Zaragoza, dos núcleos promocionales muy grandes. Si ponen buenos alicientes y condiciones de trabajo, la gente podría venir.
¿A qué alicientes se refiere?
Depende un poco de cada caso, pero en mi opinión lo más importante es la estabilidad laboral, no solo es cuestión de puntuación de cara a un traslado o de mejor salario. Cuando alguien tiene que desplazarse con su familia, necesita permanencia.
¿Hay que tener alguna condición especial para ser geriatra? La tercera edad tiene sus propias particularidades.
Si algo tengo claro, es que no hay nadie más agradecido que un paciente mayor, mucho más que un joven. Es verdad que, dependiendo del tipo de pacientes, pueden aparecer alteraciones conductuales y a veces el manejo es complicado por sus enfermedades de base, pero el trato con ellos es especialmente satisfactorio. Tienen experiencia vital, son agradecidos, coherentes y sabios.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología le ha concedido -compartido con otra médica- el Premio a la Mejor Residente de esta especialidad en el país. ¿Le da fuerzas para embarcarse en una profesión que requiere una gran entrega a un colectivo social muy vulnerable?
Creo que el premio es un reconocimiento al esfuerzo realizado durante estos cuatro años de formación, haciendo hincapié en la difícil temporada que nos ha tocado vivir con la pandemia de covid. Es una recompensa por cuidar de los mayores día a día y un aliciente para seguir trabajando en esa dirección.
Los mayores se llevaron la peor parte durante la pandemia. ¿Cuál ha sido la lección?
Que hay que cuidarnos y tener mucha humanidad, que lo importante es ayudar, independientemente de la edad y las circunstancias. Y, sobre todo, que los ancianos son un colectivo muy frágil y en situaciones estresantes pueden verse en problemas. Debemos atenderles como se merecen, después de tantos años de sacrificio.
La medicina alarga la vida, ¿pero cómo atender las necesidades de una persona que llega a la ‘cuarta edad’?
La soledad de los ancianos es un problema porque el mayor se beneficia mucho de la compañía, pero en esta sociedad casi todo el mundo trabaja. Deberían poder adaptarse los horarios y hay que jugar con el uso de herramientas como los centros de día, el soporte sanitario y el medio residencial.
Un consejo para no envejecer muy deprisa.
Mantenerse joven. Para ello, hacer las cosas que podemos hacer a diario. Si no puedes correr, pasea, ve a comprar el pan, date una vuelta, queda con tus conocidos para mantener una tertulia, sigue jugando a lo que siempre te ha gustado -el dominó o el guiñote- y mantén despierta la mente con lectura y música. Los médicos ayudamos, pero el paciente es el que está a diario consigo mismo.