La química, viróloga e inmunóloga Margarita del Val (Madrid, 1959) ha desarrollado durante décadas una labor de primer nivel en la rama de las enfermedades infecciosas del CSIC. Pero en el último año y medio, además, se ha convertido en uno de los rostros científicos de la pandemia explicando cómo se transmite el virus o de qué forman funcionan las vacunas. La pasada semana recibió el Premio Liderazgo Mujer Profesional, otorgado por la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (Fedepe), un galardón que Del Val quiere que contribuya a fomentar las vocaciones científicas de las mujeres.
-Con la incidencia por debajo de 50 casos, ¿se puede ver el horizonte con optimismo?
-Afortunadamente, la vacunación está muy extendida.
-Gracias a las vacunas todo se ve mejor. Siguen protegiendo igual de bien, no hay indicios de que haya bajado la eficiencia ni en personas mayores ni en residencias ni en enfermos crónicos, pero hay que recordar que tienen una eficacia del 95%, lo que quiere decir que una parte de los vacunados se puede contagiar. En realidad, en dos semanas, en dos meses o en dos años todos nos vamos a infectar de covid, seguro. La cuestión es que quien esté vacunado sufrirá una covid leve y quien no lo esté tendrá una covid igual de peligrosa que la que pudo tener el año pasado.
-¿Hace falta una tercera dosis de la vacuna?
-La EMA ha aprobado la tercera dosis, pero no la ha recomendado. No existe ninguna evidencia en ese sentido. La protección con pauta completa es tan buena contra la variante Alfa que contra Delta. Tampoco hay evidencia de que haya que vacunarse todos los años. Cuando se ha completado la pauta, las vacunas nos han creado una memoria inmunitaria que nos dura mucho tiempo, que es muy buena, sólida y completa. Solo con el virus de la gripe, que es diez veces más variable que el SARS-CoV-2, pese a lo que oímos de las variantes, hay que vacunarse todos los años. No hay ninguna razón para vacunarse todos los años ni, probablemente, en muchos años.
-Pfizer acaba de pedir en Estados Unidos la aprobación de su compuesto para los niños. ¿Deben vacunarse los menores de 12 años?
-Que un medicamento reciba luz verde no significa que todo el mundo deba usarlo. Está bien que se apruebe porque habrá niños con inmunodeficiencias que probablemente deban recibir la vacuna, pero eso no obliga a nadie. En los niños apenas hay infecciones graves y pasados los primeros meses de vida, sus sistemas inmunes son como rocas. Para ellos, el beneficio de la vacuna es marginal, cuestionable. Además, en el futuro, personas en todo el mundo que ahora no están vacunadas podrán recibir la nueva generación de vacunas que no solo evitarán una enfermedad grave, sino también la infección, y esas personas no contagiarán. El único supuesto en que me plantearía vacunarnos de nuevo sería si llegan aquí esas vacunas que evitan la infección. Pero con las vacunas actuales, lo mejor es donar las dosis que sobren a países con menos recursos.
-Aproximadamente el 8% de la población se considera antivacunas y por esa u otras razones, todavía existe un porcentaje alto de menores de 40 años que no se ha vacunado. ¿Qué mensaje se les puede enviar?
-Yo me centraría en otro grupo, el 2% de los mayores de 60 años, algunos con enfermedades crónicas, que no se han vacunado. Esos sí me preocupan. Que no tengan miedo y se vacunen. De todas formas, nuestra situación es mucho más favorable que la de otros países, como Alemania, donde el 12% de los mayores de 60 años no se ha vacunado. Si la mitad de ellos se contagiara, tendrían una ola enorme con muchos fallecimientos. Por suerte, aquí no tenemos ese problema.
-Usted afirma que el virus no se erradicará y que habrá que convivir con él. ¿Pero qué significa convivir con el virus?
-La perspectiva más probable es que se quede con nosotros y que sea más suave que la gripe. Es un coronavirus, el mismo tipo de virus que causa los catarros con los que nos infectamos cada dos o cuatro años. Nos infectaremos todos y lo ideal es que nos pille vacunados porque será como si nos hemos infectado de niños: estaremos inmunizados. Y con la población vacunada y entre los jóvenes será más benigno. El virus tenderá a ser cada vez más suave, aunque no sabemos cómo de suave.
-¿Habrá que seguir usando mascarilla?
-Al final, cada uno de nosotros acabará autorregulando el uso de la mascarilla. Si vas a una reunión y estás tosiendo, te pondrás la mascarilla. Igual va a suceder con los test de antígenos en fechas como la Navidad, que es el momento del año en que más virus respiratorios compartimos. Antes de reunirnos con la familia, nos haremos un test de antígenos y quien tenga la enfermedad, se unirá a la cena desde la pantalla, así nadie deberá tener miedo. En general, la sociedad deberá evolucionar hacia el objetivo de lograr un aire más limpio, lo que requiere una revolución arquitectónica e ingenieril. Habrá que hacer cambios en los edificios, en los medios de transporte... El metro y el autobús son lugares que cada vez están mejor ventilados, existen más problemas en el interior de los coches, donde resulta más fácil contagiarse. Todas las enfermedades han conllevado un aumento del conocimiento que ha transformado la vida. En el siglo XIX, con las epidemias de cólera en las ciudades se logró separar las aguas residuales del agua potable. Ahora tenemos que ir a una cultura del aire limpio. La higiene, los antibióticos y las vacunas son las herramientas para luchar contra las enfermedades infecciosas.
-Los científicos coinciden en que esta no va a ser la última pandemia.
-Van a surgir más enfermedades, que incluso podrán ser más mortales o más contagiosas. Esperemos que las podamos controlar geográficamente y sobre todo, que estemos preparados. Hace unos años, el sida era una sentencia de muerte. Ahora, con los antirretrovirales, la esperanza de vida de los enfermos es similar a la del resto de la población.