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Nacida en Lérida pero con fuertes vínculos con el Alto Aragón, María Barrabés vive desde hace 13 años en Binaced, donde se encuentra muy cómoda y ha creados fuertes vínculos comunitarios.
¿Qué es para ti el Alto Aragón?
Es mi segunda casa. Me gusta mucho la gente de aquí porque colabora y valora lo suyo. También la esencia de pueblo y el que se transmitan las costumbres. Por eso colaboro con el club de fútbol y el de baloncesto, y con todas las asociaciones. Vivo donde siempre he querido estar.
Aquí te diagnosticaron y superaste el cáncer de mama…
Fue en 2011, cuando estaba en una época muy bonita. A veces pasamos por la vida de puntillas y pensamos que nunca nos va a tocar, pero sí. Lo más duro fue contárselo a mi familia, tenía entonces una hija de 10 años y otro de 8, y me afectó mucho decírselo a mi madre, porque una madre no debería pasar por eso.
¿Cómo fue el proceso?
Muy rápido. Me operaron para extirpar el tumor. Luego a los 15 días volví para una revisión… no me venía el periodo y me dijeron que estaba embarazada de cuatro semanas.
¿Te pareció más duro este momento que el del diagnóstico?
Sí, casi no me lo creía. Me explicaron que en Estados Unidos había mujeres que habían pasado el embarazo con quimioterapia, pero en estados mucho más avanzados, de cinco o seis meses. Entonces tuve que tomar la decisión de interrumpir el embarazo o seguir adelante. Había mucho riesgo porque había que esperar tres meses para continuar con la quimioterapia, ya que podía afectar al embrión. Pero, a la vez, es peligroso que pase mucho tiempo entre la operación y el tratamiento.
¿Qué influyó?
Ahí entró la montaña, que siempre me da estabilidad emocional. Subí al refugio de Estós, en el valle de Benasque, y allí decidí que iba a seguir hacia delante.
Y salió bien…
Sí, Jesús -su hijo- y yo somos un estudio. A raíz de él han nacido 82 niños, ya que fue el primero en España en gestarse con quimioterapia teniendo tan pocas semanas.
¿Cómo te sentiste?
Muy sola, porque no había casi gente que hubiera pasado por lo mismo. Pero a raíz de eso, busqué “cáncer y montaña”, y encontré la Asociación de Alpinistas con Cáncer. Contacté, me apoyaron y en 2015 me llamó el presidente para ir con otras cuatro mujeres que habían pasado la enfermedad y subir al Kilimanjaro.
Toda una experiencia…
Fue algo precioso. Ir a África, ascender con alpinistas como Rosa Fernández cuando yo solo había subido al Aneto… Además, creo que sirvió para dar esperanzas a algunas personas. Me escribió gente de España y de Latinoamérica, y respondí a absolutamente todos los mensajes.
Luego nació la Trail Solidaria El Pino Binaced…
La Trail significó devolver lo muchísimo que he recibido de la gente. He aprendido mucho. He aprendido a vivir y a disfrutar de la vida al máximo. Quiero que sea una fiesta para todos y sientan que es suya, por eso también hay una andada. Además, tenemos entre 60 y 70 voluntarios que ayudan una barbaridad.
¿Cuánto ha recaudado?
En las ocho ediciones, más de 80.000 euros. Los dos primeros años fue donado al servicio de Oncología del hospital de Barbastro y ahora al Instituto de Investigación Sanitaria Aragón (IIS Aragón).
La trail también tiene que ver con la montaña…
Pienso que la montaña ha tirado de mí. 15 días después de que naciera Jesús fuimos a Estós, porque, de alguna manera, desde allí él llegó a la vida. Siempre le digo que es hijo de la montaña, y que cuando le pase algo recurra a ella porque es sabia.
¿Algún sitio en especial?
Benasque es mi lugar favorito en el mundo. Allí es donde me gustaría acabar mis días.
Fuente: El Diario del Alto Aragón