La crisis del coronavirus ha dejado en Aragón hasta la fecha 6.575 contagios, de los que 866 se han dado entre el personal sanitario, lo que representa el 13% de los positivos confirmados. Por provincias, 644 corresponden a Zaragoza, 94 a Huesca y 128 a Teruel. Al número de infectados por la covid-19 se une otro doloroso dato: las muertes de un médico de Atención Primaria del centro de salud San Pablo y de un trabajador de la limpieza del hospital Miguel Servet.
Los sanitarios, unos 21.000 en la Comunidad, ocupan la primera línea en la lucha contra la pandemia, y han sido el colectivo que ha soportado un mayor número de infecciones. A la incertidumbre inicial y a la necesidad de actuar de un modo rápido, dada la imparable evolución epidemiológica, se unió la falta de material de protección, sobre todo de mascarillas y epis. La escasez era tal que el personal tuvo que fabricarse batas utilizando bolsas de basura. Los sindicatos llegaron a denunciar al Ejecutivo autonómico reclamando más medios.
Pidieron también ampliar la realización de test a todo el colectivo, no solo a los que presentaban síntomas, petición que el Gobierno de Aragón empezó a llevar a cabo hace unos días. El gerente del Salud, Javier Marión, explicó el viernes que las pruebas, de carácter voluntario, se están realizando de forma progresiva.
"Ha habido mucha falta de protección y no se le dio la importancia que tenía"
María Teresa Escuder, médico en una residencia de ancianos de Zaragoza, empezó a encontrarse mal el 27 de marzo. Ese mismo día su marido, Jesús Ángel Naudín, médico de familia, tenía ya algo de tos. A pesar de que prácticamente estaba asintomático, la prueba de PCR confirmó que tenía coronavirus. Él pasó la enfermedad aislado en casa;María Teresa, sin embargo, estuvo ingresada en el hospital: "Pasé tres días bastante mal, porque te ves sola y le empiezas a dar vueltas a la cabeza. Las noches son eternas".
Las altas cifras de contagios "preocupan":"Ha habido mucha falta de protección y no se supo transmitir la gravedad de lo que iba a llegar. No se le dio la importancia que tenía".
"Mi mayor preocupación era que mis hijos acabaran contagiados y con síntomas"
Conciliar la vida familiar y laboral es difícil, pero hacerlo en la época de la pandemia es todavía más complicado, sobre todo cuando los padres son trabajadores esenciales y los niños no tienen colegio". Raquel Ridruejo es intensivista en la uci del Hospital Clínico de Zaragoza. Su marido enfermó y requirió atención hospitalaria. Ella, tras siete días en aislamiento, tenía que volver a trabajar:"Fue un momento estresante, porque la legislación me obligaba volver al hospital con mi marido ingresado y mis dos hijos a mi cargo". Entonces empezó con fiebre. Se enfrentó a la neumonía en casa para cuidar a los niños. "Estamos trabajando a diario con este germen y es imposible saber si nos ha afectado en el hospital, en casa, en el supermercado... En la uci tomamos todas las medidas para prevenir el contacto, pero cuando llegamos a casa somos personas y bajamos la guardia", relata: "Mis hijos están muy acostumbrados a llevar mascarilla, pero mi mayor preocupación era que acabaran también contagiados y con síntomas".