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11 febrero, 2020Según Ana Millán, presidenta de la Asociación Aragonesa de Epilepsia (ASADE) se trata de una enfermedad marcada por el desconocimiento.
“El mayor problema de esta enfermedad, aún por encima de padecerla, es saber que la tienes”, afirma Ana Millán, actual presidenta de la Asociación Aragonesa de Epilepsia (ASADE). Porque, asegura, está marcada por el estigma y el desconocimiento. Actualmente, según explican desde la asociación, existen más de 9.000 personas epilépticas en Aragón y cada año se suman 20.000 nuevos casos en España.
En palabras de Millán, esta dolencia ha estado castigada tradicionalmente por la historia y el cine, algo que todavía hoy tiene enormes consecuencias sobre quienes la padecen. “Es una enfermedad neurológica crónica caracterizada por la presencia de crisis recurrentes que pueden producir, entre otras manifestaciones, pérdida de conocimiento y convulsiones. Sin embargo esto tan solo ocurre en el 30% de los casos”, afirma.
A pesar de que estos episodios son los más conocidos entre la ciudadanía, Millán afirma que existen hasta 40 tipos de crisis, muchas de ellas prácticamente imperceptibles: “En ciertos casos la persona se evade durante unos segundos y tan solo parece ensimismada. Es lo que denominamos ausencias”, relata.
Sin embargo, insiste, la más conocida es la que conlleva la pérdida de conocimiento y posterior caída unida a convulsiones. “Muchos la conocerán por películas como el exorcista, ¿cómo no va a dar miedo?”, bromea. En el caso de estas crisis, aunque está demostrado que en el 70% de los casos llegan a controlarse con fármacos, suelen tener una duración menor de 5 minutos.
Además, los ataques epilépticos afectan a personas de todas las edades pero con más prevalencia en niños, adolescentes y ancianos. “Esto último debido, sin duda, a la mayor longevidad que presentamos en la actualidad”, indica Millán.
Actualmente en la asociación, fundada en 2004, cuentan con 65 socios, y muchos de ellos, afirma su presidenta, han sufrido las consecuencias de que este trastorno esté estigmatizado. “A pesar de que se puede vivir con total normalidad con la mediación adecuada, existe un gran desconocimiento en torno a la epilepsia”, destaca. En su caso, esta vecina de Zaragoza de 54 años convive con la epilepsia desde los 16. “He tenido una buena vida, aunque lo peor han sido los efectos secundarios de la medicación”, admite.