Después de la Primera Guerra Mundial llegaron 'los felices años 20' y tras la Segunda Guerra Mundial, 'los treinta gloriosos, las tres décadas de oro del capitalismo que acabaron con la crisis del petróleo de 1973. ¿Qué ocurrirá después de la pandemia del coronavirus, la guerra mundial del siglo XXI, sin enemigos en las trincheras, pero sí en las UCI? ¿Se lanzará el mundo a los excesos o todo cambiará para conseguir un planeta más sostenible y menos desigual? Varios pensadores reflexionan sobre el mundo poscovid.
José Enrique Ruiz-Domènec. Historiador. Autor 'El día después de las grandes epidemias' (Taurus)
«Cuando acaban las grandes epidemias, comienza un tiempo de reflexión en que se analiza con espíritu crítico lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal. Las sociedades aprenden mucho de las pandemias, y casi siempre para bien. Por ejemplo, aprenden la fragilidad del ser humano, el deber de estar prestos al servicio de la comunidad y la exigencia de responder al desafío de la naturaleza con el recurso a la ciencia médica y farmacológica. Por regla general, y a medio plazo, lo que la historia nos dice es que las sociedades mejoran, aunque a veces tienden a ralentizar ese futuro mejor con mezquinas resistencias al cambio o con extrañas lealtades a determinados espejismos del pasado. El siglo XXI se definirá en los próximos años. Ahora hay indicios de que tras la pandemia podemos entregarnos al 'carpe diem', pero eso sería un grave error para la convivencia del mundo. Debemos tener en cuenta que tras la pantalla de los 'locos años 20' del siglo pasado y sus excesos de vivir al día germina uno de los periodos de la historia más atroces, con el auge de los totalitarismos, la eclosión de atroces guerras civiles, como la española, y el impulso de los nacionalismos racistas que llevaron a la Segunda Guerra Mundial, al holocausto y al olvido de los valores morales».
Manuel Arias Maldonado. Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Málaga. Autor de 'Desde las ruinas del futuro' (Taurus)
«Nadie sabe cómo será la sociedad que salga de la pandemia, pero si hay que aventurar un pronóstico, diría que las sociedades no cambiarán en lo esencial, sino solo en lo accidental: la predisposición al teletrabajo, la demanda de un Estado protector, la mayor conciencia de vulnerabilidad ecológica. Pero seguiremos viviendo en los mismos regímenes políticos y la organización de la economía continuará siendo capitalista, la globalización no se va a detener y China mantendrá su ascenso como potencia. En cuanto a la política, seguiremos más o menos como hasta ahora, sin grandes cambios en la relación entre decisión política, conocimiento experto y rendición de cuentas. Hay que descartar la idea de que una pandemia pueda cambiar radicalmente la política, pese a que sí puede generar una respuesta interesante en la cultura que, a su vez, podría tener resonancias políticas. Es pronto para saberlo».
Daniel Innerarity. Catedrático de Filosofía Política. Autor de 'Pandemocracia' (Galaxia Gutenberg)
«Deberíamos salir de esta crisis sanitaria no solo con más conocimientos sobre vacunas o datos sociales, sino también sobre las posibilidades y los límites de nuestra condición humana. La crisis sanitaria no fue consecuencia de ninguna conspiración y su salida no será un acto de magia o brujería. La razón y la libertad son las principales facultades de las que disponemos para entender y gestionar ese contexto limitante en el que nos movemos. Tanto quienes afirman que esto nos pondrá por fin en la dirección correcta como quienes están convencidos de que volveremos a las andadas se equivocan en un asunto central: los humanos somos seres que estamos continuamente experimentando, que nos adaptamos, que discutimos acerca de la interpretación más adecuada de lo que nos está pasando, que aprendemos, aunque sea mal y tarde, pero que todo eso lo hacemos en un contexto en el que hay elementos de necesidad y de libertad. ¿Aprenderemos de la crisis? Esa es una pregunta que no se puede contestar porque esas dos condiciones (la necesidad y la libertad) son muy imprevisibles y dependerán de cuáles serán nuestros márgenes de acción y qué nuevos desafíos nos acechan. Que somos seres realmente libres se acredita en el hecho de que no sabemos de antemano cómo vamos a reaccionar a los acontecimientos que se nos vayan presentado. Más aún: en esa indeterminación del futuro reside la grandeza de nuestra frágil condición. Sobre el teletrabajo o la educación a distancia, se abrirá un debate acerca de qué es suprimible y qué no lo es. Pueden combinarse de acuerdo con las nuevas posibilidades, teniendo en cuenta el quién, el qué y el cómo en cada caso».
Martin Rees. Cosmólogo. Autor de 'En el futuro' (Crítica)
«De la emergencia sanitaria hemos aprendido la importancia del dicho 'lo extraño no es lo mismo que lo improbable'. Los rebrotes de la covid-19 estarán con nosotros durante años y también debemos estar preparados para pandemias causadas por otros virus, que podrían ser más virulentas que la covid. Nos hemos dado cuenta de que en un mundo más poblado la transmisión y la mutación de los virus de animales a humanos será más frecuente. Las pandemias volverán a ocurrir y podrían causar una descomposición del orden social si las muertes exceden el 1% de la población. En Estados Unidos, Reino Unido y España están ahora alrededor del 0,3% de la población. Esperemos que nuestro conocimiento médico avance y permita una producción de vacunas más efectiva para frenar estas nuevas amenazas. Aunque este avance también representa una pesadilla real: virus de ingeniería creados por fanáticos o virus que se escapan, intencionadamente o por errores, de los laboratorios. En cuestiones prácticas, probablemente no volveremos a la rutina de los horarios de oficina porque nuestro trabajo, o parte de él, se hará desde casa; no habrá tantos viajes de negocios como hasta ahora; y espero que aprendamos algo importante: los trabajos esenciales durante la pandemia (sanitarios, conductores, cajeras de supermercado) merecen salarios más altos y una mayor seguridad. Además, necesitamos casas menos estrechas. Hay que acabar con la desigualdad, tanto dentro de los países como internacionalmente, si queremos un mundo más estable».