Investigadores aragoneses lideran algunos de los proyectos punteros que buscan cómo combatir esta otra pandemia, que afecta ya a más del 40% de la población infantil.
De hecho, la obesidad está considerada como uno de los problemas de salud pública más graves de este siglo. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su 57ª Asamblea Mundial de la Salud, celebrada en mayo de 2004, la declaró "epidemia del siglo XXI" por las dimensiones que ha adquirido a lo largo de las últimas décadas y por su impacto sobre la morbimortalidad, la calidad de vida y el gasto sanitario. Y son muchos los expertos que la denominan ya ‘la otra pandemia’. "No es exagerado hablar en estos términos, ya que lo que define a una pandemia es la presencia de una enfermedad con una frecuencia muy elevada en todo o en gran parte del mundo; y la obesidad presenta esa frecuencia muy elevada en todo el planeta, especialmente en el caso de la obesidad infantil", afirma Luis Alberto Moreno Aznar, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza, coordinador del grupo GENUD (Growth, Exercise, Nutrition and Development) e investigador principal de dicho grupo en el Instituto Agroalimentario de Aragón (IA2), el Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón (IIS Aragón) y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Fisiopatología de la Nutrición y la Obesidad (CIBEROBN) del Instituto de Salud Carlos III de Madrid.
"La mitad de los niños españoles no consumen una dieta que se pueda considerar mediterránea"
Aunque todavía es pronto para conocer el impacto de la pandemia del coronavirus en la obesidad infantil, "todo apunta a que se ha incrementado el consumo de alimentos más energéticos y ha disminuido la actividad física, sobre todo, en los momentos de confinamiento más estricto. La pandemia, nos va a hacer dar un paso atrás en todo lo que habíamos conseguido en los últimos años", explica Moreno, que argumenta que, hace tan solo dos semanas, se presentaron los datos comparativos de más de 40 países europeos y que España ocupa el segundo lugar –por detrás de Chipre– con mayor porcentaje de sobrepeso y obesidad infantil, "así que no estamos en una situación muy buena".
Desde hace dos años y medio, este investigador, experto en nutrición y obesidad infantil, lidera el estudio ‘Meli-POP’ (Mediterranean Lifestyle in Pediatric Obesity Prevention), en el que colaboran investigadores del (IIS Aragón), reconocido recientemente por el Ministerio de Consumo con el Premio Estrategia NAOS, en la modalidad sanitaria de su XIII edición, y por la Fundación Alimerka.
Retomando la importancia de la dieta mediterránea para combatir la obesidad infantil, Moreno insiste en el largo camino que todavía queda por recorrer, ya que, en estos momentos, la mitad de los niños españoles –curiosamente los suecos se adhieren más– no consumen una dieta que se pueda considerar mediterránea: "Fruta, verdura, legumbres, cereales poco refinados, aceite de oliva, por supuesto, algo de lácteos, a ser posible fermentados, más pescado y carne en cantidades moderadas. Si pensamos en los años 60, que es cuando en España se consumía la dieta mediterránea, no se comía tanta carne como ahora", aclara. Para el especialista en nutrición, este cambio en la alimentación viene asociado –«y sin querer culpabilizarlos»– al poco tiempo que tienen los padres, en la actualidad, para cocinar, lo que, sin duda, ha influido en que las familias consuman "alimentos semipreparados o semicocinados, que suelen tener una cantidad de calorías elevada y también de sal o azúcar". Ahora mismo, hay una gran oferta de productos que son "muy apetitosos, especialmente para los niños, y relativamente económicos", como la bollería industrial, por ejemplo. "Sin embargo, los alimentos más sanos, a veces, son más caros, hay que prepararlos y no son tan apetecibles ‘a priori’ para los pequeños. Tenemos barreras muy grandes y, si no nos mentalizamos de que debemos consumir una alimentación más sana..., es complicado", afirma. En este sentido, continúa, las familias con menor nivel socio económico tienen más riesgo de que sus hijos sean obesos, "porque presentan un mayor consumo de este tipo de alimentos con una elevada densidad energética y menos oportunidades para realizar alguna actividad física moderada o intensa, que, en edad escolar y adolescente, debería ser de una hora al día, todos los días de la semana".