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3 noviembre, 2021No hay salud sin salud mental, y tantos meses de pandemia la han puesto a prueba. Sin apagar el botón de seguir adaptándonos, cultivar hábitos saludables ayuda a cuidarla.
En diez minutos, anotemos cinco cosas que hayamos hecho bien en el último año". Lola invita a los asistentes al taller ‘Mens sana in Delicias’ a rellenar ‘Mi listado de logros’. "¿También lo que te ha decepcionado?", le preguntan. "No, cosas que te hayan salido bien; hay tantísimas que, si no nos paramos a pensar, no las vemos", responde. Susana dice que justo eso le pasa a ella, que no las ve. Manuel apunta: "Sigo teniendo a mi familia sana". Pero no va por ahí la cosa, se trata de algo que él mismo haya hecho bien, así que añade que está "conociendo mejor a mi hijo, que vive en mi casa desde el verano". En la otra esquina del aula del Centro Cívico Delicias, Nati está orgullosa de, después de tanto tiempo, haber reunido a cenar a todos sus hijos y nietos, "que no es nada fácil, con lo que nos gusta estar juntos, como las gallinas". Mercedes está contenta de haber mantenido el contacto con las amigas y amigos, "de vez en cuando cogía el teléfono y hacía una ronda para no perder la relación". El logro de María Luisa es "haber dejado de ver la tele, que contamina mucho". En verano, Miguel Ángel consiguió llevar a sus padres al pueblo, "no había manera de sacarlos de casa y disfrutar allí de unos meses ha contribuido a animarles".
En un momento, y hablando de cosas positivas, la sombra de la pandemia se cuela por todas las rendijas y las respuestas de este grupo de personas interesadas por la salud mental transparentan muchos de los elementos que han hecho de este tiempo una cuesta arriba: preocupación por la salud, aislamiento social, saturación informativa, nuevas circunstancias personales y laborales a las que adaptarse... "Sabemos que el malestar se contagia, pero el bienestar también se contagia", dice Lola Sobrino, responsable de intervención psicosocial de Asapme. Ahí está la clave de iniciativas como este taller que brinda apoyo emocional a los vecinos de un barrio de Zaragoza.
La primera idea que transmite Sobrino en el taller es que estamos acostumbrados a diferenciar la salud del cuerpo y la salud de la mente, pero hay una interacción tan estrecha entre ambas que sin salud mental, no hay salud. Porque –advierte– "estar sano no es no estar enfermo". Y acude a la definición de la Organización Mundial de la Salud: "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". A lo que "yo añadiría algo que me transmitió un paciente: la capacidad del ser humano de afrontar las dificultades del día a día y la posibilidad de amar y ser amado".
Una mente sana empieza por lo que todos entendemos por ‘cuidarse’: llevar una dieta saludable, hacer ejercicio, cuidar el patrón de sueño, divertirnos, mantener una higiene adecuada... No hay mejor ansiolítico que hacer actividades que a uno le resulten gratificantes. Es importante cultivarlas porque la depresión se caracteriza justamente por la incapacidad de disfrutar. Sobrino recalca que, "como pasa con otros hábitos, también perdemos el hábito de disfrutar".
"La pandemia nos ha pillado a todos sin ningún entrenamiento para esto, vivimos en una sociedad donde parece que solamente se pone de relieve el bienestar, las fotos maravillosas en redes sociales"
Pero en esto que llega un virus y lo pone todo del revés, revelándonos nuestra propia vulnerabilidad y haciéndonos sentir inseguros. "La pandemia nos ha pillado a todos sin ningún entrenamiento para esto, vivimos en una sociedad donde parece que solamente se pone de relieve el bienestar, las fotos maravillosas en redes sociales en las que todo el mundo es feliz, guapo y está encantado de la vida. Se nos ha olvidado que la vida tiene esta otra vertiente menos grata, que hay que afrontar con más energía y mejores herramientas". Pero, ojo, "afrontar no es evitar, sino vivir, haciendo de ello un reto de superación y la posibilidad de salir airosos de situaciones complicadas", indica.
A los humanos nos cuesta ver el lado positivo de las cosas, tenemos un sesgo pesimista que combatir para seguir a flote. Cuando la vida es como es y no la podemos cambiar, lo único que podemos modificar en nuestra forma de verlo. Y no es poco. "Practicar el optimismo es un gran consejo para tener la mente sana, ver las dos caras de la vida", anima.
2. Reconoce tus logros. Prémiate con comentarios positivos y acepta que los demás también lo hagan
3. Afronta las situaciones difíciles de la vida. Actuar ante los problemas para poder solucionarlos es una experiencia positiva
4. Disfruta, al menos una vez al día, de una actividad agradable. Reserva un rato para una actividad que te haga disfrutar. Recuerda que puedes encontrarla en las cosas cotidianas
5. Practica el optimismo. Fíjate en el lado amable de la vida y ten claro que siempre puedes cambiar tu forma de pensar
6. Márcate metas realistas. Piensa en objetivos que se ajusten a tus posibilidades y traza un plan para conseguirlos
7. Adáptate a las circunstancias. Si algo se desvía de lo esperado, cambia el plan de acción
8. Quédate con lo bueno. Evoca recuerdos agradables y recupera las emociones positivas que te generaron
9. Contágiate del buen humor. Cambia la frustración y la ira por el buen humor. La risa tiene efectos muy positivos en la salud
10. Haz balance del día. Antes de acostarte, reflexiona sobre las dificultades que se te presentaron, cómo las resolviste, qué puedes hacer para mejorar…
Tristeza social
Decálogo y taller son la respuesta a una realidad; tantos meses de pandemia nos han pasado factura. "Después de tanto tiempo sin tener estímulos positivos, bombardeados por informaciones negativas, la sociedad está más gris, más triste, quizás hemos mejorado la tolerancia a la frustración porque se nos han alterado muchas expectativas, pero se han acrecentado los síntomas de depresión y ansiedad", percibe Lola Sobrino. Pero no es solo una sensación.
El malestar provocado por la covid ha generado un gran desajuste emocional que se traduce en trastornos de ansiedad y depresión
A pesar de que los datos manejados desde Asapme, que presta servicio a toda la población con un problema de salud mental, no son extrapolables a la situación general de la sociedad, sí que permiten hacerse una idea del problema generado por la pandemia en la salud mental. Y lo que constatan es un incremento de la demanda de atención psicológica. Las solicitudes de consulta han aumentado un 9% con respecto a los datos de antes de la pandemia y, en particular, la demanda de atención psicológica en población infantojuvenil es la que mayor incremento ha experimentado: un 18%. Detrás de estas cifras está el malestar provocado por la covid, que ha generado un gran desajuste emocional que se puede traducir en trastornos de ansiedad y depresión.
Entre los menores de edad, no solo preocupa el aumento en el número de casos, sino también la gravedad de las consultas, con un incremento significativo en trastornos depresivos en población infantil que, en algunos casos extremos, ha ido acompañada de ideación suicida. "Los trastornos del estado de ánimo han cobrado un especial protagonismo en el último año frente a los problemas de conducta, que era el motivo principal de consulta anterior", alerta el responsable del departamento de infantojuvenil de Asapme, Manuel Martínez.
En el Departamento de Sanidad del Gobierno de Aragón, aunque no disponen de datos por el momento, ya que las unidades de salud mental no han estado funcionando al cien por cien, la impresión subjetiva que les trasladan profesionales y asociaciones es que ha aumentado el malestar y la patología mental en adolescentes especialmente.
Gente que nunca ha tenido un problema de salud mental está experimentando sintomatología, que puede ser solo molesta o incapacitante. Se trata sobre todo de "síntomas de ansiedad y depresión: mucha tristeza, miedo a salir de casa, desesperanza, algunas fobias, temor a relacionarse con los demás, temor exagerado al contagio...", enumera Sobrino. En el caso de los profesionales sanitarios y los profesionales cuidadores se añaden "síntomas de trastorno de estrés postraumático, síntomas depresivos, reexperimentación del estrés, tener imágenes invasivas del horror que han vivido, sentimientos de impotencia y culpa por si podían haber hecho alguna cosa que no hicieron...".
Además, Sobrino está segura de que "hay efectos que están por aflorar: lo que vemos es un germen, por cada persona que pide ayuda psicológica, hay muchas otras que se lo están planteando. Estamos ante la punta del iceberg. El apoyo social es importante, pero también la atención profesional".
Problemas aparcados
El ser humano "está diseñado para sobrevivir físicamente y aparca o niega los problemas psicológicos hasta que su supervivencia y la de su entorno está asegurada –señala Javier García Campayo, médico psiquiatra del Hospital Miguel Servet e investigador de la Universidad de Zaragoza–. Luego se da cuenta de lo mal que ha estado y del impacto producido. Todo eso está saliendo ahora, con un sistema sanitario en el que, ya antes de la pandemia, no sobraban recursos para salud mental".
La incertidumbre, que gestionamos tan mal, lo ha trastocado todo. "Necesitamos control y de esto no se sabía el alcance ni cuándo iba a acabar, lo que generaba inseguridad, miedo a la muerte, a salir a las calles... Curiosamente, los pacientes psiquiátricos más graves, los esquizofrénicos, lo han llevado muy bien porque están acostumbrados al aislamiento, mientras a los afectados por ansiedad y depresión se les ha disparado la sintomatología".
Un reciente estudio publicado en la revista ‘The Lancet’ confirma el fuerte impacto de la covid-19 en la salud mental, con 53 millones de casos adicionales de depresión grave (un 28% más) y 76 millones más de episodios de ansiedad (un 26% más) en 2020. Aunque se trata de un problema global, la población más afectada son las mujeres y los más jóvenes.
Asimismo, García Campayo destaca como uno de los procesos mas llamativos el "incremento brutal de las ideas paranoicas, no solo en pacientes que siempre estaban bien o con problemas ‘light’ de ansiedad o depresión, sino en todo tipo de personas, algunas de gran inteligencia".
Pero, más allá de las consultas, a pie de calle, "hay un malestar de base generalizado en la sociedad que no es trastorno psiquiátrico y que hay que ir vehiculizando". Por ejemplo, "pensemos en la generación Z, los nacidos a principios de los 2000; no está claro el impacto de más de un año perdido". García Campayo cree que incluso pueden "surgir tensiones generacionales por la sensación de que no se ha cuidado a esa generación, que es la hace botellones y expresa cierto rechazo a la autoridad, con situaciones de enfrentamiento con la Policía inauditas antes de la pandemia". Sobrino añade que los jóvenes han sido uno de los colectivos más afectados psicológicamente porque "se han visto privados de lo que más les hace reír: estar con sus iguales, la privación de diversión ha sido un estrago".
En el ámbito de la salud laboral, "al trabajar desde casa, atendiendo a tantos estímulos que llegan por tantas vías, sin límites entre la vida laboral y familiar, estamos viendo cómo se aceleran los procesos de síndrome de trabajador quemado, que antes tardaban años en manifestarse", asegura Santiago Gascón, profesor del Departamento de Psicología y Sociología de Unizar. "Estás agotado y, encima, te invade una sensación de culpa: ‘¿Qué me pasa? Antes rendía más...’. Hay que regular todo eso", propone.
Convertir los descansos en pausas activas que nos distancien mentalmente del trabajo funciona. En colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos y la UNED, se estudia el efecto de dedicar 15-30 minutos diarios a practicar meditación o ejercicio físico aeróbico. "Hay que ayudar a la mente y al cuerpo a parar –declara la profesora de Psicología Social en la URJC Cintia Díaz-Silveira–. Igual que los móviles, necesitamos hacer algo que nos ayude a recargar pilas cada día, para que la acumulación de fatiga y estrés no degenere en enfermedades crónicas".
Un momento ‘bisagra’
Indudablemente, todos llegamos al momento actual, que actúa como bisagra entre lo malo conocido y lo por venir, con mucho desgaste. La famosa fatiga pandémica. Y no es un momento cualquiera. Se levantan algunas restricciones, pero no termina la incertidumbre. "Hay gente que tiene ganas de quemar etapas y volver a la normalidad antigua, mientras quizás la otra mitad ve que esto no ha acabado aún, que no hay que tener tanta prisa para no recaer, y eso produce conflictos, incluso entre familiares y amigos", analiza García Campayo. Hay "un cambio cultural enorme, la gente ya no sabe cómo relacionarse, te quedas mirando sin saber si dar un abrazo o solo un codazo". En general, "las relaciones se han vuelto más frías, más ‘online’, más cerradas al grupúsculo de gente más cercana". Percibe también que "muchos se mantienen a la expectativa, en modo pasivo, evitan tomar decisiones, en un marco de decepción y desánimo generalizado".
Pero García Campayo no es pesimista: "Si se confirman las previsiones de mejora económica y la pandemia se controla, supondrá un estímulo positivo tremendo para la gente, que tantas ganas tiene de dejar atrás lo sufrido. La gente se anima rápido; España es de los países más felices a nivel mundial. El alto índice de vacunación es un ejemplo que tiene que ver con cómo somos los españoles".
Partiendo del realismo de los datos, hay mucho que construir. "Sabemos que un tercio de la población tendrá en su vida una enfermedad psiquiátrica, la depresión es la más frecuente, con un 20%. Otro tercio de la población, sin estar deprimidos ni tener un trastorno, no van a ser felices, por lo que, aunque se atiborren de antidepresivos, no van a mejorar". De ahí que la psicología positiva enfoque sus esfuerzos en cómo aumentar el bienestar psicológico de la gente, en lugar de centrarse solo en el malestar y la enfermedad. Se puede empezar por agradecer, "un concepto importante: hemos sobrevivido bastante bien y, aunque la pandemia nos haya impactado a nivel económico o familiar, hay que agradecer que estamos aquí en estas circunstancias", señala.
Ahora, está en auge "sacar lo positivo de las tradiciones contemplativas espirituales y aplicarlo a la ciencia psicológica para aumentar el bienestar emocional, ya que sabemos que, como grupo, quienes las practican tienen mejor salud mental". Se están identificando las técnicas que tienen algo que aportar, para tratar enfermedades –‘mindfulness’ funciona muy bien en la depresión recurrente–, pero sobre todo para el bienestar. Todo ello encaminado a aceptar las situaciones que no puedes cambiar, así como a aumentar la resiliencia, la capacidad de adaptación ante las adversidades.
Y parece que las personas con fe son más resilientes, "ya sea una fe religiosa o creer en la vida, en uno mismo, en la familia o en que el sol sale cada mañana, quienes creen tienen una vacuna puesta", indica la psicóloga Pilar Paúl.
Completando el recorrido por el decálogo, quedémonos con lo bueno: la pandemia "ha servido a mucha gente para descubrir otra manera de entender la vida", apunta Sobrino, que lo ve en cómo "hemos desarrollado la solidaridad, aprendido a disfrutar de nuestros seres queridos, de nuestra casas, a conformarnos con menos, a estar con nosotros mismos, a evocar lo bueno, que es volverlo a vivir...".
Toca estar listos para adaptarnos y volvernos a adaptar. Solo las personas que han cambiado de planes en función de lo que venía, que "han hecho de su vida el recipiente, han conseguido sobrellevar esto sin gran impacto emocional". Soñamos con volver a la normalidad, pero tal vez ese lugar ya no existe. Los valores sociales y de ocio han cambiado tanto que deberemos buscar satisfacción en lo que nos sea más grato, en un mundo donde "va a haber tantas normalidades como personas".
Independientemente de las pandemias, "nunca volvemos a la situación anterior –dibuja Paúl–, hay que surfear la vida con los obstáculos que tenga" y en nuestra mano está cómo enfocarlo y afrontarlo.
Vivir en familia protegió la salud emocional de los sanitarios
En su puesto de trabajo, los profesionales sanitarios han tenido que hacer frente a situaciones de alto impacto emocional, respondiendo a una enfermedad desconocida y adoptando nuevos procedimientos de trabajo. Pero a la psicóloga Pilar Paúl le ha sorprendido su fortaleza y capacidad de superación. Lo revela el estudio sobre el impacto de la pandemia en el bienestar emocional de los trabajadores del Hospital Miguel Servet de Zaragoza llevado a cabo desde la Unidad de Prevención de Riesgos Laborales en marzo de 2021, tras un año marcado por la covid-19. "Dentro de la lógica afectación que han tenido, se refleja una gran capacidad de resiliencia, pese a lo dramática que ha sido la situación, pues han sufrido una sobrecarga física y mental, y algo peor: el impacto emocional de una enfermedad caracterizada por la soledad y el alto riesgo de morir".
En áreas covid, "parece que la pandemia ha puesto de manifiesto todo el potencial de los profesionales, en especial de los médicos, que lo han visto como un reto y un hito en sus carreras. Son las Técnicas en Cuidados Auxiliares de Enfermería (TCAE) de estas áreas –en estrecho contacto con los pacientes, lo que propicia el contagio emocional, y con carencia de recursos personales para gestionarlo– las más ‘tocadas’ –indica la psicóloga–, pues presentan un mayor agotamiento emocional y más depresión". Hay un perfil especialmente vulnerable: el de las jóvenes enfermeras (de media, diez años menores que el resto de trabajadores), muchas contratadas nada más finalizar sus estudios, que vinieron desde otras comunidades. Y es que "vivir en familia ha sido una variable protectora impresionante", destaca Paúl. En general, "pese a haber sentido agotamiento emocional o que no podían desempeñar el trabajo con la calidad humana habitual, no hemos observado gente quemada".
Para cuidar el bienestar emocional de este colectivo ante una situación tan estresante y agotadora, en el Servet se impartieron talleres de ‘mindfulness’, relajación, resiliencia y pensamiento sano. De diez en diez, por restricción de aforo, por ellos pasaron 240 trabajadores. Además, hasta finales del mes pasado, a pie de uci y de planta covid se ofrecieron 183 sesiones de relajación o meditación de 10 minutos que llegaron a más de 2.000 profesionales.
La pandemia ha puesto en primer plano la necesidad de gestionar los riesgos psicosociales en cualquier profesión. En Aragón, da sus primeros pasos la creación de la Red Aragonesa de Prevención Psicosocial Permanente, dirigida a empresas, investigadores, técnicos y personas implicadas en la mejora de las condiciones laborales, como un espacio de ayuda y de intercambio que a Santiago Gascón le gustaría que fuera "como un mercadillo de pueblo, donde cada uno ofrece su experiencia".