¿Se imagina despertar una mañana y que lo que siempre le ha olido bien le resulte repugnante? ¿O ser una persona muy cafetera que, de repente, no soporta esta bebida? ¿O que su perfume favorito le provoque náuseas? Estas son tan solo algunas de las situaciones a las que se han enfrentado algunas de las personas que han participado en este reportaje. Se llama parosmia y es uno de los efectos más extraños de la covid, un trastorno del olfato que produce una distorsión en la percepción normal de los olores, hasta el punto de no poder tolerarlos porque resultan desagradables.
En el caso de Carmen (28) y Rebeca (24) Gil, hermanas y vecinas del zaragozano barrio de La Almozara. Todo comenzó en noviembre de 2020, cuando resultaron afectadas por coronavirus. “Primero se contagió ella y, a la semana, yo. Rebeca fue asintomática y yo lo pasé como una gripe fuerte. La parosmia apareció tres meses después”, relata Carmen, que reconoce que les costó semanas identificar la causa y ponerlo en común debido al desconocimiento existente sobre este raro efecto secundario de la covid-19
“Cuando cocino, o cuando algo se pone malo, necesito preguntar a alguien porque no soy capaz de detectar estos olores por mí misma”
Por ejemplo, nos pasaba con el café, pero mi hermana pensaba que era culpa de las cafeteras de la Universidad, y yo porque pasaba algo en casa”, explica. Nada más lejos de la realidad. Al hablarlo entre ellas descubrieron lo que pasaron a denominar como ‘olor covid’, una especie de hedor putrefacto que la zaragozana describe como “el de una sardina rancia, podrida, algo que olía francamente mal”; reconoce. Un olor que las acompañó durante más de siete meses y que, ni siquiera hoy, saben si era el mismo para las dos. “Es difícil describir algo así. A mí me pasaba con el pollo, el café, el sudor o las frutas y verduras recién cortadas”, afirma.
“Es el mismo hedor desagradable para casi todo, aunque varía su intensidad. La gasolina, el tabaco o el café me huelen fatal y la cerveza también me sabe mal"
Poco a poco comprobó que le ocurría con todo tipo de carnes y pescados y, sobre todo, con alimentos procesados. “Es el mismo hedor desagradable para casi todo, aunque varía su intensidad. La gasolina, el tabaco o el café me huelen fatal y la cerveza también me sabe mal. Todo lo que viene del mar me sabe como a incienso mientras que la mayoría de carnes tienen un sabor a rancio difícil de explicar”, admite.
Silvia Civil (36) fue víctima de la variante Delta, a principios del mes de julio, algo que tampoco le evitó de sufrir este trastorno. “Fue tras vacunarme, en septiembre, cuando se reactivó todo. Me duró poco más de un mes”, explica. En su caso, le dio sobre todo por los perfumes: “Un día le pregunté a mi novio que qué colonia se había puesto, me dijo que la de siempre. Al final le tuve que pedir que dejara de usarla”. Claro, eso podía pedirlo a personas de confianza, pero no a sus citas ni reuniones de trabajo. “Lo pasaba muy mal porque me producía incluso arcadas. Era complicado de gestionar en el día a día”, admite.
Un efecto secundario 'long covid' o persistente
Como explica Covadonga Gómez Díaz, médico adjunto especialista en otorrinolaringología en el Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza, la parosmia es un trastorno del olfato que produce una distorsión en la percepción normal de los olores, al punto de no poder tolerarlos porque resultan desagradables. Así, como han descrito las personas entrevistadas, olores normales como café o comida, comienzan a oler mal, por ejemplo, a podrido: “Aunque todavía no se conoce con exactitud cómo se produce la disfunción olfatoria, se cree que se debe a la lesión permanente y mantenida en el tiempo del epitelio olfatorio que hace que exista una distorsión en la percepción de los olores”.
La alteración del olfato más frecuente en relación a la infección por covid-19 es la anosmia, es decir, la pérdida total del olfato; o la hiposmia, o disminución del olfato"
Algo que puede ir acompañado de una disminución del apetito, así como del olfato, fenómeno conocido como hiposmia. “Aunque no es la única causa, generalmente se produce por una infección respiratoria de vías altas, con lesión del epitelio olfatorio, que se localiza en la parte superior de ambas fosas nasales. Hay una interpretación química errónea de las sustancias odorantes y esta información se transmite por las vías olfatorias y el cerebro la interpreta como desagradable”, explica la doctora.
Además, Gómez Díaz asegura que no existen factores facilitadores a la hora de desarrollar este trastorno. “De hecho, la alteración del olfato más frecuente en relación a la infección por covid-19 es la anosmia, es decir, la pérdida total del olfato; o la hiposmia, o disminución del olfato, con una prevalencia global del 47,85%”, añade la doctora. Eso sí, la mayoría de los pacientes tienen una resolución completa de la clínica olfatoria a los pocos días de su inicio, con una duración promedio de la disfunción olfatoria de 9 días: “Existe un porcentaje importante de pacientes que presentan persistencia de la disfunción olfatoria a las 4-12 semanas desde el inicio de los síntomas. Es lo que denominamos covid-19 persistente, síndrome post covid o long covid”.
“Si la causa es una infección viral, como es el caso del covid-19, puede haber una recuperación en unos meses ayudado por la rehabilitación olfatoria”
Rehabilitación olfatoria
Como explica la doctora, todo indica a que no se trata de una afección permanente y que el propio organismo puede reparar en el tiempo el daño celular del epitelio olfatorio. Sin embargo, como hemos visto, los tiempos de recuperación varían según la causa etiológica. “Si la causa es una infección viral, como es el caso del covid-19, puede haber una recuperación en unos meses ayudado por la rehabilitación olfatoria”, añade Díaz.
En cuanto a las técnicas de rehabilitación aplicadas hoy en día, la doctora explica que todavía es necesario profundizar en estas investigaciones, sin embargo, en un análisis de 13 estudios, con un total de 1.000 pacientes encuestados, se ha constatado que la rehabilitación olfatoria presenta un efecto positivo y estadísticamente significativo en la mejoría de la disfunción olfatoria.
Además, también se encontró mejoría en todas las habilidades olfativas, en la identificación y discriminación de los olores y en el umbral olfativo. “Consiste en realizar diariamente dos ejercicios de exposición a cuatro odorantes -frutal, mentolado, aromático y floral-, durante un tiempo entre 6-12 meses. Tiene una recomendación alta en la disfunción olfatoria post-viral”, concluye la especialista.
Fuente: Heraldo de Aragón