La hematóloga Nuria Fernández trabaja en el Hospital Miguel Servet y, por tanto, trabaja a diario con pacientes que utilizan el Sintrom en su tratamiento. El Sintrom pertenece a la familia de los anticoagulantes orales, y es uno de los medicamentos más vendidos en España.
La doctora Fernández explica que los anticoagulantes “se definen colectivamente como los ‘antivitamina K’, porque el efecto que tienen como tratamiento es interferir en el mecanismo de activación de los factores de coagulación, en el cual participa la vitamina K. En las personas anticoaguladas hay un motivo: su padecimiento las condiciona para que tengan un mayor riesgo de formar trombos. En estos casos, el anticoagulante hace que la sangre esté más líquida y, por tanto, haya menos predisposición a trombos y coágulos, que pueden comprometer su vida”.
La indicación de tratamiento con Sintrom más frecuente es la arritmia por fibrilación auricular. “La arritmia -explica Fernández- marca simplemente que el corazón no lleva un ritmo constante y regular en los latidos. La sangre que debe salir del corazón en cada latido no es la misma en las personas que padecen arritmia, y queda sangre retenida en el interior de las cavidades cardíacas; esa sangre, por sus propias características, tiende a formar pequeños coágulos”.
Hay otros pacientes tratados con Sintrom, normalmente más jóvenes, que llevan prótesis cardíacas. “El organismo se defiende y rechaza ese material mecánico en sus válvulas, así que se necesita que la sangre esté más líquida para que no se formen trombos alrededor de la válvula afectada. Otros pacientes son los que deben guardar reposo largo, o son operados y requieren inmovilización en su recuperación; ahí pueden aparecer trombos en las venas de las piernas. Si alguno de esos trombos se desprende y acaba asentándose en el pulmón, por ejemplo, el tratamiento disuelve ese pequeño coágulo”.
El Sintrom posee un margen terapéutico muy estrecho. “No tiene dosis fija, como la mayoría de los medicamentos a la hora de tratar a todo tipo de pacientes, marcando ajustes mínimos por edad o peso. En el caso del Sintrom, cada paciente necesita un ajuste individual de la dosis; el paciente puede tomar medicamentos que compitan unos con otros y hacer que aumente o disminuya el efecto”.
En cuanto a la alimentación, hay un poco de leyenda urbana sobre algunos alimentos contraindicados, como la verdura de hoja verde o el aguacate. “En realidad -explica la hematóloga del Servet- la alimentación puede interferir con el tratamiento si hay un cambio brusco de dieta. Una persona que toma la dieta mediterránea y debe empezar con el Sintrom tendrá simplemente que ajustar la dosis con arreglo a lo que come, vegetales incluidos, y no abusar de aquellos que pueden subir la vitamina K. Si de repente esa persona se hace vegetariana o vegana, consumirá mucha más vitamina K; de alguna manera le daríamos al paciente el Sintrom y él tomaría su antídoto, un desastre. Si se sufre una gastroenteritis, el efecto también puede variar. Debe haber controles con periodicidad alta hasta que se encuentre la dosis semanal estable”.
El control de la efectividad de la medicación empieza por el propio paciente. “Se hacen controles capilares en los dedos, como los de la glucosa, y según las mediciones se ajusta la dosis. Poco a poco se van estirando las visitas al médico: de una cada dos semanas se pasa a una mensual, o una cada mes y medio en los pacientes más estables. Si hay cualquier incidencia, se adelanta la visita, claro”.
La doctora Fernández amplía la explicación con un ejemplo muy gráfico. “A muchos pacientes con problemas de cicatrización se les dice que no se afeiten con cuchilla y usen maquinilla. No es así estrictamente, lo correcto sería decirles que tengan mucho cuidado, usen espuma suficiente y hagan el afeitado con calma. Lo mismo pasa con los alimentos que tienen vitamina K entre los que toman Sintrom; calma, sin abusar. De lo que sí deben privarse los tratados con Sintrom es de las inyecciones intramusculares, que provocarán hematomas severos, o los productos de herboristería que puedan llevar la hierba San Juan o algunas semillas muy ricas en vitamina K, sin especificarse estrictamente en la composición; hay que informarse bien de lo que lleva todo lo que tomas, y consultarlo al médico si tienes dudas.
El principal es el de cualquier anticoagulante. “Cualquier traumatismo o herida -apunta Fernández- supone un sangrado más intenso y duradero. Eso sí, no se sangra espontáneamente por el Sintrom. Por otro lado, para las mujeres embarazadas está contraindicado entre las semanas 6 y 12, porque puede producir malformaciones en el feto, sobre todo en los huesos de la cara. Luego se puede administrar, pero normalmente en esos casos aplicamos un anticoagulante sustitutivo, como la heparina de bajo peso molecular; se pincha y como tiene una duración del efecto más corta en sangre, permite por ejemplo que en el momento del parto se programe para que haya un menor sangrado, y puedan incluso ponerse la epidural.
El Adiro, igualmente popular, también hace que la sangre esté más líquida, pero su campo de acción es otro. “Actúa a nivel de la función de las plaquetas; en algunos casos se puede asociar incluso con el Sintrom, no lo sustituye. El Adiro es un antiagregante”. El Sintrom, de hecho, no es el único anticoagulante; hay aparecido otros en la última década, pero éste es el más consumido.
A los hematólogos les llegan todo tipo de cuestiones. “Me han llegado a preguntar si el Sintrom afectaba al tinte de pelo o una mayor caída. Efectos adversos siempre va a haber, con cualquier medicamento, pero ésos no. Sí puede haber lo que llamamos toxicodermia, en forma de granitos o habones leves que producen picor y fastidian lo suyo. Si son intensos, se puede plantear el cambio del Sintrom por su primo hermano, la Warfarina, de la misma familia de medicamentos, con un cambio a nivel molecular. Es más usada en Estados Unidos o el Reino Unido, y no produce estos problemas de toxicodermia; también dura más su efecto en sangre”.
Fuente: Heraldo de Aragón