Yogur natural, kéfir, quesos o kombucha –bebida que es un fermento de las habas de soja–, por un lado; y productos de origen vegetal y ricos en fibra como las legumbres, los cereales integrales, el ajo, la cebolla, los puerros o los plátanos, por otro. Todos ellos son ejemplos de alimentos que contienen probióticos y prebióticos, respectivamente. Unos términos que hacen referencia a microorganismos vivos que, tomados en cantidades adecuadas, aportan un efecto beneficioso al organismo, en el primer caso; y a carbohidratos –óligo y polisacáridos– que estimulan el crecimiento selectivo de determinadas especies beneficiosas de la microbiota intestinal, principalmente bífidobacterias y lactobacilos, que se encargan de fermentarlos cuando llegan al intestino delgado, en el segundo.
Se trata de unos componentes cada vez más populares debido a las ventajas que proporcionan pero sobre los que, no obstante, existen dudas acerca de algunas de las implicaciones que conlleva su consumo. Así, algunos expertos recomiendan cepas de probióticos para el manejo de trastornos gastrointestinales, pero otros ponen el foco en su regulación, que califican de poco estricta, y critican que a menudo permite que muchos de los productos que se comercializan bajo estos nombres no hayan demostrado su eficacia.
El pasado mes de noviembre, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición matizó su postura frente al uso de la palabra ‘probiótico’, de manera que, a falta de un criterio uniforme entre los miembros de la Unión Europea, se admite que el término se añada en un amplio número de etiquetas hasta que haya una postura común para todos los países. Una situación que podría hacer que aumentase la confusión al respecto entre los consumidores y que pone de relieve la necesidad de unos criterios legales más consistentes en este sentido, algo demandado por diversos profesionales del campo de la nutrición.
En cualquier caso, los estudios realizados al respecto demuestran que estos productos juegan un papel muy importante en la salud intestinal. Pero conviene tener en cuenta que no tienen los mismos efectos en todo el mundo. No en vano, y aunque pueda decirse que los probióticos en general son seguros, se trata de bacterias vivas, de forma que pueden presentar problemas en personas vulnerables, especialmente si están inmunodeprimidas. Asimismo, algunos expertos no descartan que haya otros aspectos inciertos, como la transferencia de genes de resistencia a antibióticos, que hace que las bacterias sean casi invencibles, lo que implica riesgos para la población general.
La microbiota intestinal
"Cuanta más diversidad tengamos en nuestra microbiota, mejor salud digestiva y global tendremos. El intestino es una barrera frente al paso de sustancias perjudiciales a nuestra sangre y, por ello, si tenemos una buena microbiota estaremos mucho más protegidos. Así, los probióticos nos aportan esa diversidad y esa salud intestinal. Los alimentos prebióticos, por su parte, colaboran en que tengamos más variedad, alimentan a la capa mucosa que nos protege, ayudan a la mejor absorción de vitaminas y minerales e incluso pueden ayudarnos a reducir la inflamación", explica la dietista-nutricionista Laura Reviejo, quien agrega que una buena alimentación rica en probióticos y prebióticos ayuda en casos como problemas digestivos, inflamaciones, enfermedades autoinmunes o ansiedad.
La experta señala que estos componentes, que están presentes de forma natural en ciertos alimentos y también existen en forma de suplementos, son microorganismos buenos que, dependiendo de las cepas, pueden mejorar multitud de patologías. "Cada vez se venden más suplementos de este tipo, pero debemos corregir el problema de base, que no es la suplementación. Lo primero sería valorar la alimentación del paciente, realizar los cambios oportunos en ella para mejorar su patología y, luego, estudiar si necesitamos suplementos con probióticos y, dentro de ellos, qué cepas son las adecuadas para cada paciente, qué duración y en qué cantidad", indica Reviejo.
La microbiota es un conjunto de microorganismos que residen en el intestino y que se va renovando cada cinco días, de forma que las elecciones que se hacen cada día intervienen en esta manera decisiva. "Si aportamos buenos alimentos y tenemos una vida sana, incluyendo al deporte, nuestra microbiota estará mucho mas saludable y fuerte y eso mejorará nuestra calidad de vida. Los probióticos y prebióticos influyen completamente en ella, ya que forman esa microbiota. Por ello es tan importante tener unos buenos hábitos mantenidos en el tiempo", expone la profesional.
En cuanto a los riesgos que puede conllevar su ingesta, pone el foco en los casos en los que se tenga una patología digestiva –diarreas, gases, estreñimientos, colon irritable…– en la cual se tendría que valorar qué tipo de alimentos y suplementos son los más adecuados. "Una persona sana debe añadir en su alimentación estos probióticos y prebióticos, lo que no debería sería suplementarse con ellos sin la recomendación de un especialista, ya que ni todas las cepas son iguales ni tienen las mismas funciones", añade.
En cuanto a la decisión de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición sobre estos alimentos, Reviejo afirma: "Siempre que no haya criterios sólidos, se producen confusiones, y esa falta de criterios puede ser usada por la industria para potenciar la venta de determinados productos poco sanos con el mensaje de que son probióticos y prebióticos como pasa con muchos otros alimentos a día de hoy".
La necesidad de una mayor regulación es otro de los elementos clave a este respecto. Un contexto en el que la profesional destaca los casos en los que se intenta potenciar una virtud innata de un alimento para hacerlo más llamativo. "Todo lo que concierne a la industria alimentaria debería estar muy bien regulado para evitar fraudes y confusiones, sobre todo cuando hablamos de que estos productos lo más probable es que sean consumidos por personas con patologías que podrían empeorar su salud al consumirlos", manifiesta la experta.
No obstante y aunque en caso de problemas digestivos, autoinmunes o problemas articulares lo más recomendable es acudir a un dietista-nutrionista con la formación adecuada en estas patologías, Reviejo subraya que el consumo de probióticos y prebióticos "es necesario y todos deberíamos añadir a nuestra alimentación diariamente productos de origen vegetal y fermentados".