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19 octubre, 2020El sobrino-bisnieto del premio Nobel aragonés es académico de la Academia Española de Medicina.
Me encuentro ante un heredero de un premio Nobel. ¿Es una losa o un estímulo ser sobrino biznieto de Santiago Ramón y Cajal?
Es un orgullo y un estímulo. Además, nací el mismo día que él, el 1 de mayo.
O sea, el 1 de mayo nacieron Santiago Ramón y Cajal y Santiago Ramón y Cajal Agüeras…
Así es. Mi padre no me quería poner de nombre Santiago, pero, al nacer en el mismo día, se vio obligado… Mi padre, Pedro, era ginecólogo. En la familia, soy la quinta generación de médicos, porque el padre de Santiago, Justo, también era médico.
En la exposición sobre Santiago Ramón y Cajal del año pasado de la Universidad de Zaragoza, Yolanda Polo, vicerrectora, hablaba de un ejercicio de reciprocidad hacia un aragonés universal.
La figura de Ramón y Cajal es excepcional. Puede ser equivalente a figuras como Flemming, Edison... Además de lo que hizo, subrayaría los medios con los que lo logró. Hallazgos en el sistema nervioso impensables en aquella época e incluso relevantes hoy. Su padre, Justo, también se volcó con la Medicina. Llegó a ir andando desde Zaragoza a Barcelona para estudiar. Se hizo médico con gran esfuerzo personal. Santiago fue una personalidad destacada en España. Además de ser senador vitalicio, le ofrecieron ser ministro, hecho que rechazó.
Se entregó por completo a la Medicina.
Toda la familia Ramón y Cajal vive con intensidad la Medicina. De cinco hermanos, tres somos médicos: Juan, que es ginecólogo, y Pilar, que es psiquiatra. Vivíamos en Zaragoza en María Moreno (actual Paseo de la Constitución) y después en León XIII. Estudiaba en el colegio del Salvador, donde hoy está el edificio de Ibercaja, aunque en bachillerato trasladaron el colegio a Cardenal Gomá.
¿Cómo se pueden reunir en la misma aula tres científicos del nivel de Carlos Martín Montañés, Valero Pérez Camo y usted?
Gente muy capaz, grandes compañeros... Los jesuitas nos enseñaron a pensar. Recuerdo al padre Cavero, en Historia del Arte. A Ballester, en Ciencias Biológicas. Nos enseñaron muchísimo, sobre todo, como le decía, a pensar. Jugué a fútbol con Espatolero, y a balonmano, con Del Valle. Fue un tiempo muy bonito.
Después coleccionó matrículas de honor en la Universidad de Zaragoza.
Estudié Medicina, pero también asistía a las clases de Químicas sin estar matriculado, con un gran profesor, como Grande Covián. Recuerdo que Grande Covián me dijo que cursara Medicina con las mejores notas posibles y que después me fuera a Estados Unidos.
Y le hizo caso…
Antes hice mi tesis doctoral en la mili. Iba sobre el sistema nervioso, sobre el desarrollo de neuronas en la corteza visual.
Corre el rumor de que hizo el MIR dos veces…
Es cierto. Me presenté un año, y saqué el número 2 de España, y el año siguiente.
¿Y?
Y saqué el número 1.
Estamos ante un caso único…
Probablemente… Elegí la especialidad en la Fundación Jiménez Díaz, en Madrid, lugar de gran prestigio en la especialidad de Anatomía Patológica. Después, haciendo caso a Grande Covián, me marché a la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Regresé a Madrid, a la clínica Puerta de Hierro, hasta el año 2003, cuando vine a Barcelona, al Vall d’Hebron.
Allí lucha sin cesar contra el cáncer. La prestigiosa publicación ‘Nature’ acaba de publicar un hallazgo extraordinario.
Efectivamente, hemos detectado una proteína para evitar la metástasis de cáncer de mama.
Me emociona lo que oigo…
Hay que ser prudentes. Se trata de una información sensible que afecta a muchas personas. Se investiga sin cesar sobre el coronavirus pero no dejamos de investigar en la lucha contra el cáncer. Intentamos acorralar al cáncer.
No paren, por favor.
Somos conscientes de nuestra responsabilidad. Es la responsabilidad del investigador. El tesón por aprender, por luchar contra la enfermedad. El tesón que llevó a Ramón y Cajal al Nobel, el tesón que nos mueve en la lucha contra el cáncer.