El sudor, además de regular nuestra temperatura corporal, puede contener biomarcadores que proporcionen información sobre nuestra salud.
Agosto en España es sinónimo de calor insoportable (con el permiso de las comunidades del Norte, que suelen disfrutar de temperaturas más compatibles con la vida humana). Cuando los termómetros coquetean con los 40ºC, salir a la calle se convierte en la verdadera misión imposible, una que pondría en apuros al mismísimo Ethan Hunt. A mediodía, las ciudades quedan desiertas, el silencio tan solo interrumpido por el motor de algún autobús y el canto de las cigarras en las zonas verdes. Los pocos transeúntes que deben aventurarse en el exterior lo hacen cubiertos de crema solar de la cabeza a los pies y pasan de una sombra a otra para evitar los fuertes rayos del sol. El sudor se convierte en nuestro inseparable compañero hasta que comienza el otoño y, con él, vuelven los días frescos.
Estar sudado no es una sensación demasiado agradable. Sentir la piel constantemente húmeda, incluso pegajosa, puede resultar bastante molesto. Por no mencionar el olor que lo acompaña en ocasiones, que puede convertir los viajes en transporte público en hora punta en una experiencia para olvidar. Sin embargo, el sudor es un mal necesario en esos momentos de calor extremo. Además, puede contener información importante sobre nuestra salud.
Que podamos sudar se lo debemos a las glándulas sudoríparas, repartidas por toda nuestra piel. Estas glándulas se activan cuando sube nuestra temperatura corporal. Su misión es reducirla para que entre dentro de los parámetros normales, puesto que una temperatura excesivamente alta no es nada buena para el cuerpo. Para ello, producen y secretan al exterior el sudor, que no es más que agua con algunas sustancias disueltas, entre ellas minerales como el sodio y el potasio o sustancias orgánicas como la urea y el ácido láctico.
Cuando el sudor se evapora sobre nuestra piel, nos refresca, bajando así la temperatura del cuerpo. Las principales zonas de sudoración son las axilas, los pies y las manos, aunque toda nuestra piel puede participar en el proceso en ocasiones concretas, por ejemplo, cuando en el exterior hace mucho calor o al hacer ejercicio intenso.
Si las glándulas sudoríparas no funcionan, nos encontramos ante un trastorno llamado anhidrosis. Las personas que lo padecen tienen problemas para regular su temperatura corporal, ya que no sudan tanto como deberían o incluso nada en absoluto. Por tanto, toleran muy mal las temperaturas exteriores altas, que les producen fatiga y malestar. Esto los hace más susceptibles a sufrir un golpe de calor. La anhidrosis puede deberse a distintas causas, desde enfermedades genéticas hasta lesiones en la piel, pasando por efectos secundarios de algunos fármacos.
Por otra parte, algunas personas pueden tener glándulas sudoríparas que funcionan en exceso. Entonces hablamos de hiperhidrosis. Este sudor excesivo suele estar relacionado con las situaciones estresantes, que estimulan a las glándulas sudoríparas, aunque también puede deberse a los efectos secundarios de algunos fármacos. La hiperhidrosis es menos peligrosa que la anhidrosis, aunque puede producir vergüenza a quienes la padecen, así como aumentar el riesgo de sufrir infecciones en la piel.
Por si fuera poca la importancia que tiene el sudor en la vida humana, todavía podríamos sacarle más jugo. Algunas de las sustancias que componen el sudor pueden ser de lo más interesantes para analizar la salud de la persona. Esto es a lo que llamamos biomarcadores, compuestos cuyos niveles nos indican la presencia de una enfermedad, su estado y su respuesta al tratamiento, entre otros factores.
Normalmente, usamos la sangre para analizar los distintos biomarcadores, pero los análisis de sangre pueden resultar bastante incómodos. Las muestras de sudor, por el contrario, pueden tomarse de forma no invasiva, facilitándole las cosas al paciente. Eso sí, no podemos mandar al destierro a los análisis de sangre todavía, porque la información que nos proporciona el sudor es más reducida, pero puede ser útil para algunos trastornos.
Las personas con hiponatremia, por ejemplo, podrían beneficiarse de análisis del sudor. La hiponatremia es un trastorno relacionado con los niveles de sodio en sangre, que son anormalmente bajos. Esto supone un problema serio, puesto que el sodio es clave para controlar la cantidad de agua que entra y sale de las células. Si sus niveles son bajos, entra un exceso de agua en las células, haciendo que se hinchen y nos encontremos mal, pudiendo incluso llegar a caer en coma.
Puesto que el sudor contiene, entre otros compuestos, sodio, algunos investigadores han pensado que este fluido podría ser más útil que la sangre para medirlo. Con esto en mente, se están desarrollando sensores capaces de analizar en tiempo real la cantidad de sodio en el sudor. Además de para medir la hiponatremia, estos sensores podrían ser útiles para realizar un seguimiento de otras enfermedades como la fibrosis quística.
Algunos investigadores llevan más allá esta idea de los sensores para analizar el sudor hasta el punto de proponer ‘smart clothes’. Es decir, pretenden que nuestra vestimenta también se sume al carro de los teléfonos inteligentes, los televisores inteligentes, los relojes inteligentes y un largo etcétera. Para ello, proponen integrar esta clase de sensores del sudor entre las fibras que componen los tejidos de nuestras camisetas. Al estar la camiseta en contacto directo con la piel en todo momento, podríamos tener un análisis en tiempo real de los distintos biomarcadores que contiene el sudor, lo que nos proporcionaría información directa sobre nuestro estado.
Mientras esperamos a que lleguen las ropas inteligentes, nos tendremos que conformar con las que tenemos hasta ahora y cambiar nuestra relación con el sudor, que ya va siendo hora de que le prestemos la atención que merece.
Fuente y Fotografía: Heraldo de Aragón