La ciencia ha logrado dar con un hallazgo que puede cambiar la forma en que entendemos el diagnóstico y el control de las enfermedades.
Y lo ha hecho gracias a un dispositivo formado por nanopartículas de oro, que, ubicadas debajo de nuestra piel, revelarían cambios en la concentración de ciertas sustancias en nuestro organismo como fármacos o distintos grupos de proteínas.
Sería una forma única de entender en tiempo casi real la información que transmite nuestro cuerpo sobre cómo está o no funcionando el tratamiento frente a alguna enfermedad.
Bastaría con un sensor implantable que transmite de forma continúa esa información sobre nuestros valores vitales, concentración de sustancias, existencia de fármacos… en el cuerpo.
Además, los análisis indican que estas nanopartículas serían capaces de funcionar durante varios meses, algo que hasta la fecha no se había conseguido.
La investigación, que arrancó en 2004 en las manos del profesor Carsten Soennichsen, ha pasado por diferentes procesos hasta llegar al punto en el que se encuentra actualmente.
«Un proyecto de este tipo requiere muchas personas con diferentes antecedentes científicos. Paso a paso fuimos capaces de convencer a más y más personas de nuestra idea», reconoce Soennichsen.
Pero ¿Cómo funciona ese “tatuaje invisible”?
Las nanopartículas de oro logran actuar como pequeñas antenas para la luz. Se encargan de absorberla y dispersarla realzando su colorido aspecto.
Siguiendo este análisis, las nanopartículas se incrustan en un hidrogel de tacto poroso que tiene una consistencia muy similar a la de cualquier tejido, y una vez implantado bajo la piel del sujeto, células y pequeños vasos sanguíneos crecen en torno a esos poros.
De este modo, además, se logra vencer uno de los principales problemas conocidos hasta la fecha en este campo que es, o era, el del rechazo de cualquier «objeto extraño».
Una vez dentro, las moléculas de los fármacos, en el caso de la investigación alemana, llegan hasta el sensor a través del torrente sanguíneo y al entrar en contacto con él se provoca un cambio de color que varía en función de la concentración del fármaco detectada.
Los cambios son perceptibles gracias a un dispositivo especial de medición, no a simple vista.
Para obtener estos resultados, y como señalan en el estudio publicado en Nano Letters, la investigación de Soennichsen implantó sensores de nanopartículas de oro bajo la piel de ratas sin pelo, para después controlar los cambios de color de los sensores tras la administración de varias dosis de un antibiótico.
Han sido varios años de análisis de nanopartículas de oro en contacto con diferentes proteínas para llegar al innovador punto actual.