Niños tímidos siempre ha habido, pero a raíz de la pandemia del coronavirus en las consultas de los psicólogos empiezan a llegar casos de pequeños (hasta 6 años) a los que les cuesta más relacionarse con los demás. "Los bebés que han nacido en pandemia o que tenían poca edad cuando irrumpió el virus se han relacionado poco, suelen jugar más solos, cuando están con otros niños pasan de interaccionar y también se nota en el habla", destaca Alejandra García, psicóloga aragonesa especializada en niños y adolescentes.
Laura es madre de una niña que nació en pleno confinamiento y, por miedo a un posible contagio, no llevó a su pequeña al parque en Zaragoza hasta que no tuvo 10 meses. Cuando alguien le decía algo, la menor se escondía tras sus padres y estaba miedosa ante cualquier circunstancia. Conscientes de que estaba perdiendo ese contacto con los otros, decidieron quedar más a menudo con gente al aire libre. "Hemos notado un cambio superpositivo: con otros niños está fenomenal y con los adultos aún tiene un punto de vergüenza, pero nada que ver con antes. Nos lo hemos currado bastante", dice Laura.
Hasta su consulta llegan ahora padres ("no son muchos, pero hay casos; sobre todo de menores de 4 y 5 años") para que les ayuden a que sus hijos disminuyan su timidez y se relacionen mejor. "Puede haber diferentes tipos de niños 'pandémicos': pueden ser más introvertidos, que solo quieran jugar solos, que no interaccionen con otros o algunos con ansiedad por separación cuando los llevan al colegio, a la escuela infantil o a casa de los abuelos. Algunos no son capaces de hablar con adultos que no sean de su entorno (de padres y abuelos) o llegan al colegio y están como callados. A la larga es un problema porque ese pequeño si quiere o necesita algo no es capaz de pedirlo porque tiene vergüenza", destaca Alejandra García, quien pone el acento en que todas las situaciones son reversibles. "Trabajamos con los papás y los pequeños".
Por contra, Ana Costa, presidenta de la Patronal aragonesa de Centros de Educación Infantil (Pacei), señala que ellos no han detectado problemas de interactuación entre los más pequeños ni comportamientos emocionales diferentes. No obstante, sí que se refiere a que ha habido niños (de uno a dos años) que han tardado un poco más en hablar. "Un pequeño retraso en comparación con otros años, que se ha solucionado. Por ejemplo, cuando tenían hambre o sed a lo mejor han utilizado más un lenguaje no verbal", apunta.
También los educadores han tenido que hacer un esfuerzo para que los pequeños les entendieran bien ante el hándicap que puede suponer el uso de las mascarillas. "No hemos gritado más, pero sí hemos gesticulado mucho a la hora de contar un cuento o cantar una canción; era utilizar muchísimo el lenguaje no verbal", explica Costa, que da "un diez" a los niños por su capacidad de adaptación a la máscara facial y a los grupos burbuja. "Son capaces de reconocernos. Los que han nacido en pandemia están acostumbrados a la mascarilla, la mayoría de padres han estado con ella en casa. Aunque es verdad que ellos quieren vernos sin ella", afirma.
Asimismo, la presidenta de Pacei subraya que el curso pasado fue "muy duro", pero que acabaron muy contentos. "El día a día ha seguido igual si no fuera por todos los protocolos que nos han mandado, que a veces eran auténticas tonterías y no se han gestionado bien. El contacto físico es superimportante en esas edades; tenemos bebés a los que hay que dar el biberón, cambiar de pañales... No hemos tenido ese miedo que nos ha hecho seguir como si no hubiera pandemia, con todas las medidas de seguridad", añade.
Mientras, la presidenta de la Asociación Aragonesa de Pediatría de Atención Primaria, Teresa Cenarro, explica que en las consultas se aprecia que la pandemia afecta más a preadolescentes y adolescentes que a niños más pequeños. "Con tres años entran con sus mascarillas tan contentos. Se han acostumbrado a vernos con ellas. Ese poder de adaptación lo podíamos tener los adultos", explica esta doctora, para quien un aprendizaje de esta crisis sanitaria es que hay muchas maneras de comunicación. "Cuando exploras a un bebé y le hablas te sonríe, parece que la máscara desaparece. Eso me ha sorprendido: el poder de comunicación de los ojos y la voz. Se han seguido comunicando igual".
En cambio, Cenarro alude a chavales de 9-10 años y adolescentes que tenían miedo a salir a la calle. "Es una época de relacionarte mucho con tus iguales y todo eso se ha cortado. Afortunadamente, yo he tenido pocos casos, aunque los estudios y artículos hablan de que en las consultas de psiquiatría se ha notado un aumento de casos", sostiene.