El estudio identifica sus claves genómicas y su continuo rejuvenecimiento. El investigador declara a HERALDO que este trabajo tan complejo empezaron en 2017 tras sufrir la desaparición de los 6.000 ratones en su laboratorio de la Universidad de Oviedo .
Un equipo de la Universidad de Oviedo dirigido por el aragonés Carlos López Otín (Sabiñánigo, 1958), catedrático de Bioquímica, ha descifrado el genoma de Turritopsis dohrnii, la emblemática medusa inmortal, y ha identificado las posibles claves genómicas de su inmortalidad y los mecanismos que permiten su continuo rejuvenecimiento. El estudio, que se puso en marcha en 2017, ha sido financiado por la Unión Europea y el Ministerio de Ciencia e Innovación.
Esta investigación se ha publicado este martes en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences para definir las diversas claves genómicas que contribuyen a extender su longevidad hasta “llegar a evitar su muerte”. López Otín detalla que este trabajo “no persigue la búsqueda de estrategias para lograr los sueños de inmortalidad humana que algunos anuncian, sino entender las claves y los límites de la fascinante plasticidad celular que permite que algunos organismos sean capaces de viajar atrás en el tiempo”.
Los investigadores consideran que del conocimiento sobre la medusa inmortal se pueden extraer “mejores respuestas frente a las numerosas enfermedades asociadas al envejecimiento que hoy nos abruman”.
López Otín se refería a los duros momentos para el equipo en 2017, cuando se produjo la muerte de los 6.000 ratones que se desvanecieron en un día y se llevaron veinte años de trabajo. “Tras la infinita decepción y desolación, pusimos en marcha la lenta reconstrucción del bioterio y la recreación de las colonias de ratones, pero también nos ocupamos de generar nuevos modelos de investigación de los procesos de envejecimiento y cáncer que estudiamos en el laboratorio desde hace varias décadas”, señaló el catedrático natural de Sabiñánigo. “De ese afán de no reblar cuando todo invitaba a ello, cinco años después surge este trabajo y otros que espero que pronto vean la luz”, agregó.
En este sentido, la diminuta medusa, de tan solo unos pocos milímetros de longitud, tiene la capacidad de “revertir la dirección de su ciclo vital” hacia un estadio anterior asexual que era pólipo. La secuenciación del genoma de Turritopsis dohrmii, junto con el de su hermana mortal Turritopsis rubra, y el uso de herramientas bioinformáticas y de genómica han permitido a los investigadores dirigidos por López Otín identificar genes amplificados o con variantes diferenciales de la medusa inmortal.
Estos genes están asociados con la replicación y la reparación del ADN, el mantenimiento de los telómeros, la renovación de la población de células madre, la comunicación intercelular y la reducción del ambiente celular oxidativo. Los investigadores recuerdan que todos ellos afectan a procesos que en humanos se han asociado con la longevidad y el envejecimiento saludable.
Asimismo, el estudio exhaustivo de los cambios en la expresión genética durante el proceso de rejuvenecimiento en la medusa inmortal ha permitido descubrir señales de silenciamiento de genes, mediadas por la denominada ruta Polycomb, y el aumento de la vía de pluripiotencia celular. Estos resultados sugieren que estas dos rutas bioquímicas son mediadoras fundamentales del rejuvenecimiento cíclico de esta medusa.
La autora del artículo María Pascual-Tomer señala que “más que existir una clave única de rejuvenecimiento e inmortalidad, los diversos mecanismos encontrados en nuestro trabajo actuarían de forma sinérgica como un todo, orquestando así el proceso para asegurar el éxito de rejuvenecimiento cíclico de esta medusa”.
A la hora de valorar el trabajo que han emprendido ante la tremenda adversidad que sufrieron desde 2017 en la Universidad de Oviedo, Carlos López Otín incide en lo que menciona en su reciente libro ‘Egoístas, inmortales y viajeras’: que “ni en los peores momentos, haya faltado nunca ni a una sola hora de clase con mis alumnos en las aulas de la Universidad, ni a mi cita científica diaria con mis discípulos, con sus tesis y con sus respectivos proyectos de investigación, ni a la búsqueda de respuestas para los enfermos o familias que siguen acudiendo a nuestro laboratorio en demanda de salud, de conocimiento o al menos de información”.
El catedrático quiso trasladar su gratitud hacia todos los que le han ayudado en la “travesía del desierto académico”, empezando por la Universidad de Zaragoza, con el rector José Antonio Mayoral, siguiendo con profesores y amigos como Luis Alegre, y concluyendo con científicos aragoneses tan cercanos para él como su querido discípulo Alberto J. Schuhmacher, entre muchos otros que lo aprecian.
Fuente: Heraldo de Aragón