En 1924 el bioquímico Alexander Oparín formuló: “Muy pronto, las últimas barreras entre lo vivo y lo inerte se derrumbarán bajo el ataque del paciente y poderoso pensamiento científico”. Se estaba refiriendo al descubrimiento del origen de la vida. Oparín postuló una hipótesis que tendría una gran influencia durante todo el siglo XX. La atmósfera primitiva de la tierra era reductora y contenía moléculas inorgánicas como hidrógeno, amoniaco, metano y agua. La radiación ultravioleta y las descargas eléctricas las hicieron reaccionar entre sí dando lugar a las moléculas orgánicas. Estos compuestos quedaron en el océano formando un caldo primigenio. Por azar, las diferentes moléculas orgánicas empezaron a agruparse dando lugar a la vida. Esta hipótesis nos suena a todos porque es la que nos explican en el instituto poniéndonos como ejemplo el experimento realizado en 1953 por Miller, en el que consiguió fabricar moléculas orgánicas recreando la atmósfera primitiva. ¿Es este el final de la historia? ¿No se ha avanzado nada desde 1953? Ya lo creo que sí.
El siguiente evento importante vino de la mano de Thomas Cech y Sidney Altman en la década de los ochenta. Descubrieron que algunas moléculas de ARN tenían capacidad catalítica, es decir, eran moléculas con información genética que podían autorreplicarse. Se propuso entonces que el ARN era clave en el origen de la vida. Algo parecido al ARN se ensambló por azar y fue capaz de desempeñar dos roles simultáneamente: el de enzima y el de material genético heredable. Con el tiempo, aumentó la complejidad molecular y, tras años de selección natural, surgió la vida tal y como la conocemos.
Tanto en la hipótesis inicial de Oparín como en esta última, el azar toma un papel muy importante. Jaques Monod, ganador del premio Nobel de Medicina en 1965, escribió: "El hombre por fin se sabe solo en la inmensidad insensible del Universo, de la que ha surgido solo por casualidad". Lo cierto es que las mujeres también existimos y los perros son una estupenda compañía, pero se entiende lo que Monod quería decir. La vida parecía ser una tremenda casualidad improbable e irrepetible en el Universo.
A lo largo del siglo XXI se han desarrollado nuevas hipótesis que contradicen esta idea. Una es la hipótesis del ‘metabolismo primero’. Para sus defensores, los primeros pasos hacia la vida no requirieron ARN, ni siquiera membranas que compartimentaran el espacio entre el interior y el exterior. Todo empezó con reacciones químicas simples que se catalizaban con la ayuda de pequeños minerales naturales. Estas reacciones constituyeron la base sobre la que se generó la vida y fueron las precursoras de rutas metabólicas fundamentales en los seres vivos, como el ciclo de Krebs. La vida dejaba de considerarse improbable y pasaba a ser inevitable. Siempre que el ambiente sea el adecuado, se generarán las reacciones químicas que darán lugar a la vida.
Puentes entre hipótesis
Hoy en día se está intentando unir puentes entre las diferentes hipótesis. Es vital abordar la cuestión desde un enfoque multidisciplinar que incluya la física, química, biología, matemáticas y geología, para que al final encajen todas las piezas y podamos resolver este rompecabezas. Ahora sabemos que Oparín fue optimista cuando, hace casi 100 años, dijo que el origen de la vida se descubriría "muy pronto" y probablemente sea más realista dejarlo en "algún día". Se están haciendo grandes avances, pero no penséis que desentrañar los misterios de algo tan complejo como la vida iba a ser fácil.